Cada hombre tiene su personalidad y ha desarrollado su carácter dando al asunto una cierta dirección y permanencia. Lo que llamamos individualidad ha tomado su forma por medio de los hábitos. Los rasgos típicos de la personalidad de un individuo, de una familia o de una nación se desarrollan por la fuerza del hábito. De hecho, no existe creación sin el principio de formación de hábitos. La cualidad del hábito hace que la tierra gire alrededor del sol y alrededor de sí misma. Nuestro corazón late y nuestros pulmones respiran a fuerza de hábito. Todo que lo hacemos repetidamente establece un hábito. Formamos hábitos y luego ya no podemos abandonarlos.
A lo largo de
miles de años, hemos desarrollado nuestra personalidad, sus hábitos se han
solidificado y cristalizado. El
cuerpo, los sentidos y la naturaleza del comportamiento han formado programas
cuyos patrones de energía moldean nuestros hábitos de comer, hablar, ver,
escuchar, etc. y causan los desequilibrios de nuestro comportamiento. Los
programas de la personalidad nos llevan lejos del programa del alma que estamos
intentando inculcar: Deseamos hablar armoniosamente, pero entonces tenemos
comezón en la lengua que nos lleva a hablar mal a espaldas de la gente. Nos da
comezón en el oído por querer escuchar cosas que nos conducen muy lejos y nos
hacen caer en irrelevancias, críticas y discusiones superfluas y nos distraen
de la presencia del alma. Los hábitos controlan nuestra mente de una manera que
nos fuerzan gradualmente a aceptar ciertas formas de ser felices e infelices:
De esta manera nos acostumbramos, por ejemplo, a tomar café o a fumar, al
alcohol o a las drogas. La repetición nos da una sensación de satisfacción y
desarrollamos un reflejo adquirido. Adquirimos el gusto por cosas que al
principio nuestro sentido del gusto rechazaba. Los hábitos son muy fuertes, más
fuertes que nuestro saber y desear. Incluso si alguien sabe que se ha
demostrado científicamente que el fumar es malo, se adhiere al hábito y no se
deja separar de él.
Un Gusto por
las Cosas Superiores
Podemos
utilizar la fuerza del hábito para lo bueno o para lo malo. En espiritualidad no se dice: “líbrese de los
malos hábitos”; los “NO” no existen. Las enseñanzas de la sabiduría utilizan
una técnica positiva, nunca una negativa. No dicen: “no luche contra la
oscuridad, sino encienda una luz.” Si intentamos librarnos de los malos
hábitos, fracasaremos. En lugar de ello, debemos introducir buenos hábitos y
trabajar con ellos. El buen hábito se consolida en nosotros tanto como el malo.
Si lo ponemos en práctica por largo tiempo, se asienta en nosotros. De esta
forma, iniciando una actividad positiva nueva, formamos un nuevo centro de
energía en nosotros, y el hábito reactivo existente termina lentamente. Es una
técnica suave en la que la atención se desvía a algo superior. El gusto por
cosas superiores substituye el gusto por lo inferior. Mientras más se
desarrolle el interés por lo divino, más rápidamente dejan de existirlas otras
cosas.
Transformando
los Patrones de Comportamiento
La fuerza del
hábito puede ayudarnos a cambiar substancialmente nuestra naturaleza. Si comenzamos con una o dos cosas buenas, cosas
que nos llaman la atención y las repetimos sistemáticamente cada día, el efecto
alcanzado con la repetición va más allá de nuestra comprensión. De hecho, el
efecto no se logra con la comprensión, sino con el practicar. No hay nada que
entender, sino sólo practicar regularmente, como por ejemplo observar el
movimiento de nuestra respiración. Cuando cantamos la palabra sagrada OM por 5
o 15 minutos cada día y la escuchamos con atención, descubriremos al cabo de
unos meses,un desarrollo interno que otros no conocen.
No podemos
desarrollar mejores hábitos simplemente porque decidamos adquirirlos. Nuestros patrones de energía no cambian por la
acumulación de sabiduría mental. Cuando se trata de la acción, toda la
sabiduría desaparece y seguimos siendo iguales que diez años atrás: A pesar de
la meditación y del estudio hemos continuado encontrando errores y siendo
negligentes. No tenemos que frustrarnos, sino que debemos aceptarnos tal cual
somos e intentar avanzar con pasos más pequeños. La llave para la transformaión
de patrones de comportamiento reside en cultivar pensamientos de buena voluntad
y hacer actos de buena voluntad regularmente, sin esperar nada a cambio. De
esta manera nos volvemos más puros y más claros interiormente y tendemos más a
tener cosas ligeras y repletas de luz a nuestro alrededor. La luz irradia a
través de todo nuestro ser y éste emana una buena fragancia. Hay una poder
interno que crece y poco a poco nos volvemos magnéticos.
Cuando las
tendencias de nuestra personalidad controlan nuestras buenas intenciones,
ocurre una crisis. Nuestra
voluntad es muy pequeña y se necesita invocar la Voluntad Divina para
consolidar nuestro ser. Una plegaria sincera ayuda a alinear nuestra voluntad
con la voluntad divina, de modo que lleguemos a ser fuertes para realinearnos.
No obstante, ningún Maestro puede ayudarnos si no nos esforzamos nosotros
mismos. El Maestro sólo puede trabajar a partir de cierto punto, pero primero
tenemos que llegar allí por nosotros mismos. Si no resolvemos ciertos pasos
preparatorios, no hay nada que El puede hacer, por mucho que quiera. Los buenos
hábitos nos ayudan a lograr la conciencia del alma. Es una tarea importante de
los padres el enseñar a los niños buenos hábitos y el construir su carácter
gradualmente a partir de los siete años. Cuando las fuerzas del cuerpo se
regulan correctamente, los niños pueden llevar más adelante una buena vida.
Venciendo las
Circunscripciones
Pero los buenos
hábitos también nos circunscriben y podemos vernos atrapados en ellos. Estamos habituados a encender una vela y a
meditar a una cierta hora. Si nos perturban, nos sentimos nerviosos. Estamos
acostumbrados a una comida buena, pura; si no la tenemos nos sentimos
irritados. Estamos atrapados en nuestros conceptos como un pájaro en una jaula.
No importa si la jaula es de hierro o de oro. Cuando nuestra conciencia crece,
tenemos que echar hacia abajo nuevamente las paredes del templo del sistema de
valores que hemos construido. La disciplina de la práctica del yoga nos conduce
a una forma de vida yóguica. Pero de igual manera que abandonamos un barco
después de haber cruzado el río, los patrones del yoga se abandonan cuando la
práctica del yoga se ha consumado. Krishna dice: “el Yoga es SER”, sin marco,
sin forma, sin importar cuan nobles sean. Cuando nuestra alma se integra en el
Alma Universal, el principio de formación de hábitos se termina, puesto que su
propósito se ha logrado. Entonces ya no somos forzados a vivir de acuerdo a patrones,
sino que somos realmente libres. Así, es un principio de la Era de Acuario el
respetar los conceptos, pero no el aferrarse a ellos.
Fuentes
utilizadas: K.P. Kumar: Saraswathi –La Palabra / notas de seminarios. E.
Krishnamacharya: Charla sobre La Fuerza del Hábito.- The World Teacher Trust -
Dhanishta, Visakhapatnam, India.
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