El pueblo de los Q’eros, pertenecía a una especie de élite o casta sacerdotal Incaica, que se encontraba al tope en lo que se refiere al conocimiento, la sabiduría y el desarrollo espiritual, en cuanto a la cosmovisión andina.
De acuerdo a sus tradiciones ancestrales, las que se han transmitido sin interrupción oralmente de generación en generación, los Q’eros recibieron con anticipación de la voz de los Apus, los espíritus de las montañas, la información acerca de la llegada de los extranjeros y de todas las fatales consecuencias que ello tendría para sus antiguas formas de vida. Fueron instruidos a alejarse y a establecer sus comunidades en lugares inexpugnables para los extranjeros, donde mantendrían vivas sus tradiciones y sus saberes ancestrales; hasta que los tiempos propicios volvieran a presentarse. A partir de aquellos años, ellos iniciaron un exilio voluntario, el que se
mantuvo por casi 500 años, período en el que muy poco se supo de ellos.A partir de aquellos tiempos, se establecieron en
pequeñas comunidades aisladas en las alturas de los Andes, separándose de la
historia y de la suerte que corrieron las distintas comunidades indígenas del
territorio, que de ahí en adelante se llegó a conocer como el virreinato de
Perú, luego del encuentro del mundo andino con el mundo europeo. De esa forma,
los Q’eros lograron mantener inalterables sus secretos, su religiosidad, sus
costumbres y antiguas formas de vida, así como los conocimientos esotéricos
ancestrales propios de la maravillosa cosmovisión andina. Entre los que se
cuenta su identificación e integración plena con las fuerzas de la naturaleza.
Para ellos, resulta natural el comprender el
lenguaje del viento, el conversar con el poder inmanente detrás de la bendición
de las lluvias, el escuchar el canto de las piedras, o el conversar con los
Apus que moran en el corazón de las montañas. Saben interpretar correctamente
la señales tras el vuelo del Cóndor, el mensaje que se esconde en el poder del
fuego sagrado, así como también, son expertos en la invocación de las
presencias tutelares del mundo sobrenatural, a través de la danza y el dulce
sonido de las quenas, las flautas y las sonajas.
Su gran amor por la Madre Pachamama y los espíritus
que moran en el corazón de los Apus, su reverencia por el Taita Inti y la Madre
Killa, así como sus amplios conocimientos tanto del mundo físico, como del
mundo energético, les permitieron adaptarse a condiciones climatológicas
extremamente rudas y severas. Tanto en lo que se refiere a los fuertes vientos,
intensas lluvias, prolongadas nevazones, así como a las bajas temperaturas
propias de las alturas en que se establecieron las distintas comunidades; las
que varían entre los 3.000 y los 4.500 metros de altitud.
Son expertos conocedores de todo el mundo de las
plantas que los rodean, así como de sus poderes medicinales, y desde luego no
conocen los remedios ni los hospitales, sin por ello dejar de contar con
excelente salud, larga y saludable vida, y excelente humor. La Mama Coca, con
su maestría y sus mágicos poderes, forma parte inseparable de sus vidas, como
fuente de alimento físico y espiritual. Les habla de muchas formas y los
acompaña en todo tipo de festividades y rituales, además de ser una
incomparable compañera en la soledad de los caminos y en la adaptación a la
vida en las alturas.
Según ellos mismos han manifestado, alrededor de
unos 20 años atrás, el consejo de ancianos decidió que era el tiempo de volver
a salir al mundo para entregar su contribución y su legado para lograr un nuevo
mundo en que reine la Paz y la Armonía. En el presente hay algunas delegaciones
de representantes del pueblo Q’eros, que recorren el mundo, con el corazón abierto,
y que con mucha humildad y reverencia están entregando sus conocimientos a las
personas que se encuentran abiertas y en afinidad con sus profundos mensajes.
Gran parte de los secretos y los misterios de la
civilización Inca, se encuentran ligados y entrelazados al espíritu de las
diferentes comunidades de los Q’eros; donde por cierto, abundan los sabios, los
chamanes, los curanderos y los seres de gran comprensión y estatura espiritual.
Ellos nos hablan de un nuevo tiempo, un nuevo Pachakuti, en que el Cóndor y el
Águila se abrazan y se hacen uno en el firmamento celestial. De un tiempo de
integración y de balance entre la energías masculina y femenina, entre la mente
y el corazón y entre la intuición y la razón.
Un mundo mejor es posible, el Sol, la Luna y las
Estrellas nos hablan de una nueva Edad Dorada que ya se perfila en el
horizonte. Finalmente es nuestra elección y está a nuestro alcance, el hacer
los esfuerzos suficientes para volar libremente, hacia las insondables alturas
del mundo de la Unicidad y la alta Consciencia.
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