Extracto
del Tomo IV del libro de Alice A. Bailey, "Tratado sobre los Siete Rayos.
La Curación Esotérica", capítulo III. Nuestras Deudas Kármicas, en el que
tratando sobre el tema del Karma, habla acerca del Karma del pueblo judío.
La
Ley del Karma es actualmente un grande e incontrovertible hecho en la
conciencia de la humanidad. Quizás no la denominen así, pero es bien consciente
que en todos los acontecimientos las naciones actuales están cosechando lo que
han sembrado.
Esta gran ley -que en una época fue una teoría- es ahora un hecho comprobado y un factor reconocido por el pensamiento humano. La pregunta por qué tan frecuentemente formulada, hace surgir con
frecuente inevitabilidad el factor causa y efecto. Los conceptos que se tienen acerca de la herencia y el medio ambiente son esfuerzos hechos para explicar las condiciones humanas existentes; cualidades, características raciales, temperamentos nacionales e ideales, comprueban el hecho de que existe algún mundo iniciador de causas. Las condiciones históricas, las relaciones entre naciones, las restricciones sociales, las convicciones religiosas y las tendencias, pueden ser atribuidas a causas originantes, algunas de ellas muy antiguas. Todo lo que acontece en el mundo de hoy y que afecta tan poderosamente a la humanidad -cosas bellas y horribles, modos de vivir, civilización y cultura, prejuicios y preferencias, adquisiciones científicas y expresiones artísticas y las innumerables maneras con que la humanidad cobra la existencia de todo el planeta- son aspectos de efectos iniciados por los seres humanos, en alguna parte, en algún nivel y época, ya sea en forma individual o en masa.Por
lo tanto, karma es lo que el Hombre -el Hombre celestial en el cual vivimos
toda la humanidad, el género humano como grupo de naciones y el hombre
individual- ha instituido, llevado a cabo, fomentado, realizado o no, en el
transcurso de las épocas hasta el momento actual. Hoy el fruto está maduro, y
el género humano está cosechando lo que ha sembrado, en preparación para arar
nuevamente en la primavera de la nueva era, sembrando nuevas simientes que
producirán una mejor cosecha (roguemos y esperemos que así sea).
Una
evidencia muy destacada de la Ley de Causa y Efecto es la raza judía. Todas las
naciones comprueban esta Ley, pero prefiero referirme al pueblo hebreo, porque
su historia es bien conocida y su futuro y destino son temas de preocupación
mundial y universal. Los judíos han tenido siempre un significado simbólico;
resumen en sí -como nación, a través de las épocas- las profundidades de la
maldad humana y las alturas de la divinidad humana. Su historia agresiva, tal
como está narrada en El Antiguo Testamento, va a la par de las presentes
actuaciones alemanas; sin embargo Cristo era judío y la raza hebrea lo engendró.
Esto nunca debe olvidarse. Los judíos fueron grandes agresores; despojaron a
los egipcios y tomaron la Tierra Prometida a punta de espada, sin perdonar
hombres, mujeres y niños. Su historia religiosa ha sido erigida alrededor de un
Jehová materialista, posesivo, codicioso, que fomentaba y alentaba la agresión.
Su historia simboliza la historia de todos los agresores, y su propio
razonamiento los lleva a la convicción que están cumpliendo con un propósito
divino, arrebatando a los pueblos sus propiedades en un espíritu de autodefensa
y buscando alguna razón, adecuada para ellos, a fin de disculpar su inicua
acción. Palestina fue tomada por los judíos porque era “una tierra rebosante de
leche y miel”, y proclamaron que la acción fue emprendida obedeciendo a un
mandato divino. Más tarde el simbolismo se hizo más interesante. Se dividieron
en dos: los israelitas con su sede en Samaria, y los judíos (es decir, dos o
tres tribus especiales extraídas de las doce) ubicados alrededor de Jerusalén.
El dualismo prevalece en sus creencias religiosas; fueron aleccionados por los
saduceos y fariseos, y esos dos grupos estuvieron en constante conflicto.
Cristo vino como miembro de la raza judía, pero ellos Lo negaron.
Hoy
la ley actúa y los judíos pagan el precio, de hecho y simbólicamente, de todo
lo que han efectuado en el pasado. Están demostrando los efectos, de largo
alcance, de la ley. De hecho y simbólicamente representan una cultura y
civilización; de hecho y simbólicamente son la humanidad; de hecho y simbólicamente
representan lo que siempre han elegido representar, la separación. Se
consideran como el pueblo elegido y tienen una conciencia innata de ese elevado
destino, olvidando su papel simbólico y que el pueblo elegido es la Humanidad y
no una fracción pequeña y sin importancia de la raza. De hecho y simbólicamente
anhelan la unidad y la cooperación, sin embargo, no saben cómo cooperar; de
hecho y simbólicamente constituyen el “Eterno Peregrino”, y son la humanidad
que deambula por los laberintos de los tres mundos de la evolución humana,
contemplando con ansiosos ojos la tierra prometida; de hecho y simbólicamente
se asemejan a las masas de hombres, rehusando comprender el propósito
espiritual subyacente en todos los fenómenos materiales, rechazando al Cristo interno
(tal como lo hicieron hace siglos dentro de sus fronteras), codiciando el bien
material y desechando constantemente las cosas del espíritu. Claman por la así
llamada restitución de Palestina, arrebatándola a quienes la han habitado
durante muchos siglos, y por el continuo énfasis que ponen sobre las posesiones
materiales pierden de vista la verdadera solución, la cual consiste, otra vez
simbólicamente y de hecho, en ser asimilados a todas las naciones y fusionados
con todas las razas, demostrando así el reconocimiento de la Humanidad Una.
Es
interesante observar que los judíos que habitaron al sur de Palestina, cuya
ciudad principal fue Jerusalén, lograron hacer esto y se fusionaron y
asimilaron a los británicos, holandeses y franceses, en una forma que los
israelitas, gobernados desde Samaria, nunca lo hicieron. Pongo esto a vuestra
consideración.
Por
lo tanto, si la raza judía recordara su elevado destino simbólico y el resto de
la humanidad se viera a sí misma en el pueblo judío, y si ambos grupos hicieran
resaltar el hecho de la estirpe humana y se abstuvieran de pensar en sí mismos
en términos de unidades nacionales y raciales, cambiaría radicalmente el karma
retributivo actual de la humanidad, en un buen karma recompensador en el
futuro.
Considerando
esta cuestión desde una visión de largo alcance (mirando hacia atrás
históricamente y hacia adelante con esperanza), es un problema que los judíos
mismos deben aportar su mayor contribución para solucionarlo. Nunca han
enfrentado cándida y honestamente (como raza) el problema de por qué la mayoría
de las naciones, desde la época egipcia, no los han aceptado ni querido.
Siempre ha sido así en el transcurso de los siglos. Sin embargo, debe haber
alguna razón innata en el pueblo mismo cuando la reacción es tan general y
universal. Han encarado su penoso problema por medio de la súplica, angustiadas
quejas o infausta desesperación. Su demanda ha sido de que las naciones
gentiles corrijan las cosas, y muchas ya han intentado hacerlo. Sin embargo,
hasta que los mismos judíos no enfrenten la situación y admitan que puede
constituir para ellos la actuación del aspecto retributivo de la Ley de Causa y
Efecto, y hasta que no hagan un esfuerzo para verificar lo que hay en ellos
como raza, que ha iniciado su antigua y desesperada suerte, esta cuestión
básica mundial permanecerá tal como ha sido desde la misma noche de los
tiempos. Es inalterablemente verdad que dentro de la raza existen y han
existido siempre grandes hombres, buenos, justos y espirituales. Una generalización
nunca es una completa expresión de la verdad, pero contemplando el problema de
los judíos en tiempo y espacio, en la historia y hoy, los puntos que he
señalado merecen una cuidadosa consideración de su parte.
Lo
dicho, de ninguna manera mitiga la culpa de quienes han abusado tan penosamente
de los judíos. ¿No es verdad que hay un proverbio que dice que “dos negros no
hacen un blanco”? La conducta de las naciones hacia los judíos, que culminaron
en las atrocidades del segundo cuarto del siglo veinte, no tienen excusas. La
ley debe actuar inevitablemente. Aunque gran parte de lo que les ha sucedido
originó en su historia pasada y en su pronunciada actitud separatista, su no
asimilación y su énfasis puesto sobre los bienes materiales, sin embargo, los factores
que han traído el mal karma sobre ellos incurren igualmente en el aspecto
retributivo de la misma ley; la situación ha asumido ahora la forma de un
círculo vicioso de errores y hechos equívocos, de retribución y venganza, y en
vista de ello debe llegar el momento en que todas las naciones consultarán este
problema y cooperarán para terminar con las actitudes erróneas por ambas
partes. Todo karma de naturaleza maligna, se resuelve mediante una aceptación
voluntaria, un amor cooperativo, un franco reconocimiento de la responsabilidad
y un hábil reajuste de la actividad conjunta y unida, para obtener el bien de
toda la humanidad y no sólo el bien individual de una nación, un pueblo o una
raza. El problema judío no se solucionará posesionándose de Palestina, con
lamentos y demandas y con manipulaciones financieras. Esto sólo sería la
prolongación de antiguos errores y condiciones materiales. El problema se
solucionará por la disposición del judío a adaptarse a la civilización, al
trasfondo cultural y al “standard” de vida de la nación a la cual -por derecho
de nacimiento y educación- está relacionado y debe asimilarse. Ello vendrá,
renunciando al orgullo de raza y al concepto de selección; vendrá por el
renunciamiento de dogmas y costumbres, que son intrínsecamente caducos y crean
puntos de constante irritación en la matriz dentro de la cual se halla el
judío; vendrá cuando el egoísmo en las relaciones comerciales y en las
pronunciadas tendencias manipuladoras del pueblo hebreo sea reemplazado por
actividades menos egoístas y más honestas.
El
judío, debido a su rayo y grado de evolución, sobresale como creador y artista.
Esto debe reconocerlo, y no tratar, como hace ahora, de dominar todos los
campos, de aprovechar las oportunidades de los demás pueblos para su
mejoramiento y el de su propio pueblo, a expensas de los otros. La liberación
de la presente situación vendrá cuando el judío olvide que es judío y llegue a
ser en su más íntima conciencia, italiano, americano, inglés, alemán o polaco.
Esto no sucede ahora. El problema judío, pero no el del negro, será resuelto
por el matrimonio entre razas. Esto significará hacer concesiones por parte de
los judíos ortodoxos -no las concesiones por conveniencia, sino por convicción.
Quisiera
también señalar que así como la Kábala y el Talmud son líneas secundarias y
materialistas en su técnica de acercamiento esotérico a la verdad (encierran
mucho trabajo mágico para relacionar materia de cierto grado con sustancia de
otro grado), así el Antiguo Testamento es enfáticamente una Escritura
secundaria, y espiritualmente no está a la altura del Bhagavad Gita, la antigua
Escritura de Oriente, y del Nuevo Testamento. Su énfasis es material y su
efecto consiste en imprimir en la conciencia mundial un Jehová puramente
materialista. El tema general de El Antiguo Testamento es la recuperación de la
más alta expresión de la sabiduría divina en el primer sistema solar; este
sistema personificó el trabajo creador del tercer aspecto de la divinidad, el
de la inteligencia activa, expresándose a través de la materia. En el actual
sistema solar, el mundo creado está destinado a ser la expresión del segundo
aspecto, el amor de Dios. Los judíos nunca han comprendido esto, porque el amor
expresado en El Antiguo Testamento es el amor separatista y posesivo de Jehová
por un grupo característico dentro del cuarto reino o reino humano. San Pablo
resumió la actitud que debe asumir la humanidad con las palabras “No existen
judíos ni gentiles”. El mal karma de los judíos está destinado a terminar con su
aislamiento, a llevarlos al punto de abandonar los objetivos materiales, al
renunciamiento de una nacionalidad que tiende a ser parásita dentro de las
fronteras de otras naciones, y a expresar un amor incluyente, en lugar de una
separatividad desgraciada.
¿Y
cuál deberá ser la actitud de los gentiles? Es absolutamente necesario que las
naciones se acerquen al judío algo más de la mitad del camino, cuando llegue a
alterar, lenta y gradualmente, su ortodoxia nacionalista. Es esencial que cesen
sus temores, persecuciones y odios, no oponiendo barreras a la colaboración. El
creciente sentimiento antisemita en el mundo es inexcusable a los ojos de Dios
y del hombre. No me refiero aquí a las abominables crueldades del obsesionado
pueblo alemán. Detrás de ellos reside la historia de las relaciones atlantes,
que no es necesario detallar porque no podría comprobarles la verdad de mis
exposiciones. Me refiero a la historia de los últimos dos mil años y a la
conducta cotidiana de los pueblos gentiles de todas partes. Debería realizarse
un definido esfuerzo por parte de los ciudadanos de cada país para asimilar a
los judíos, establecer lazos matrimoniales con ellos y negarse a reconocer como
barreras a los antiguos hábitos mentales y antiguas y malas relaciones. Los hombres
de todas partes deberían considerar como un estigma sobre su integridad
nacional si apareciera dentro de sus fronteras la antigua dualidad judíos y
gentiles. No hay ni judíos ni gentiles; sólo existe la Humanidad. Esta guerra
(1914-1945) podría decirse que ha terminado con la antigua enemistad entre
judíos y gentiles y ambos grupos tienen ahora la oportunidad de iniciar un
nuevo y feliz modo de vivir y una verdadera relación colaboradora por ambas
partes. El proceso de asimilación será lento porque la situación es de tan
antigua data que los hábitos mentales, las actitudes habituales y las
costumbres separatistas están muy bien establecidas y son difíciles de superar.
Pero los cambios necesarios podrán realizarse si la buena voluntad se halla
detrás de la palabra hablada y escrita y en el modo de convivir. La Jerarquía
no hace ninguna diferencia. El Guía de la Jerarquía, aunque no se halla en un
cuerpo judío en la actualidad, logró la meta espiritual más elevada para la
humanidad mientras poseía un cuerpo judío. La Jerarquía también está enviando a
ciertos discípulos en cuerpos judíos a fin de que trabajen intensamente para
cambiar la situación. Hoy, son muy pocos los judíos que no piensan como tales,
ni se preocupan del problema judío excluyendo a todo lo demás, y tratan de
fusionar a todos los pueblos en una sola humanidad, eliminando así la
separación.
Repito,
los Maestros de Sabiduría no ven judíos ni gentiles, sino almas e hijos de
Dios.
Al
tratar el tema del karma como un factor decisivo y duradero -tanto en la
enfermedad como en la salud-, una de las críticas a que están sujetas mis
instrucciones es que hago demasiadas generalizaciones y no un análisis
detallado y específico de determinadas enfermedades, particularmente respecto a
las grandes enfermedades básicas que producen tantos estragos en la humanidad y
que no han sido fundamentalmente extirpadas. No me ocupo de sus síntomas o de
su curación, ni indico técnicas por las cuales puedan ser tratadas. Creo que
debo referirme a esta crítica a fin de que continúen su estudio sin ninguna
aprehensión. Este punto es propicio para detenerme y enfrentar esta acusación.
El karma es lógicamente un tópico general y no específico; el público en
general no lo ha aceptado aún en su sentido esotérico. Debe ser considerado a
grandes rasgos hasta el momento en que la Ley de Causa y Efecto sea aceptada en
la conciencia humana como el principal factor condicionante, no sólo en amplia
escala sino en relación con las vidas individuales. El público aún ignora
totalmente esta ley.
Fuente:
Tratado sobre los Siete Rayos. Tomo IV. La Curación Esotérica
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