Cuando consideramos lo material como el mal y lo espiritual como el bien empezamos a dividir lo indivisible. Es como querer separa a Dios Padre de Dios Madre. O al Creador de su Universo. Lo que tiene de verdad la materia es el mismo espíritu que la anima y el alma que le da forma en esa gran red de vida y conciencia que llamamos Universo.
Si miras
atentamente las estrellas y te dejas embargar por su belleza podrás ver el
rostro de Dios Madre en su titilar y si buscas su aroma, la rosa lo esparce
libremente al viento.
Mi papá me decía que a pesar de que el hombre ha llegado a hacer grandes cosas no ha podido producir un solo pétalo de rosa. – Sólo Dios, hija, sólo Dios – decía. Las rosas rojas sobre su ataúd el día de su entierro, expresaban tanta vida que la muerte se desvanecía como el espejismo más grande de la vida en la forma.
Cuando
separamos al espíritu y a la materia y los colocamos en ámbitos diferentes
estamos auspiciando una ruptura en nuestra percepción de la vida. Esto ha
creado un sistema de falsos valores que le ha hecho mucho daño a nuestro mundo.
Por ejemplo, hay quien puede ser muy espiritual en el Templo, en la Iglesia;
pero si percibe el mundo de los negocios como perteneciente únicamente al
ámbito material, puede ocasionar daños a terceros sin remordimiento alguno
porque en ese mundo su Ley es la ganancia. Y cuando no se reconoce la divinidad
en la materia se puede, sin sentir culpa alguna, contaminar, depredar y dañar
la naturaleza sin remordimientos.
Recuerdo
cuando, en los Congresos del Nuevo Pensamiento, poníamos en la entrada del
salón un gancho de ropa bien adornado con un letrerito que decía: “Deja
colgada tu personalidad aquí”. La pretensión era entrar como almas sin
que la personalidad nos acompañara… Me pregunto cuántos lo lograron. Yo no. Mi
cuerpo mental estaba atento a todo ese caudal de conocimiento, mi cuerpo
emocional se gozaba de las experiencias vividas y confieso que mi cuerpo físico
siempre estuvo allí conmigo.
Si la
personalidad es como un violín, el violinista es el alma y la partitura, el
diseño divino. Si guardamos el violín, el violinista no puede tocar y el mundo
se queda sin la música del alma. Si el violín está desafinado, el alma no puede
ejecutar bien la música, aunque conozca bien la partitura. Nos toca afinar
nuestro instrumento de manera que pueda vibrar en las más altas frecuencias.
Esa es la verdadera “obra alquímica”, la transmutación que la vida espera de
ti. Tu tarea, tu responsabilidad, el regalo que le ofreces a la vida. Nos toca
transformar la materia con la Luz del alma de acuerdo al diseño divino. Y la
tarea inmediata es transformar nuestro cuerpo, nuestras emociones y deseos, y
nuestra mente.
Decimos con
el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar; sí,
viviendo cada experiencia, extrayendo el aprendizaje oculto en cada cosa que
nos presenta la vida. Nuestra presente encarnación es la oportunidad evolutiva
que tenemos a la mano. La Enseñanza de la Sabiduría nos ayuda a vivir cuando
ponemos en práctica lo aprendido.
En la vida
de todos los días se va construyendo el sendero espiritual. Cada experiencia es
un aprendizaje del Camino. Cuando la conciencia se aleja del alma se pierde esa
armonía que la vida expresa libremente y el caos amenaza. La vida te ofrece
eventos, pero el drama lo pones tu. Si permaneces en la luz del alma, podrás
navegar las corrientes de la vida con armonía y belleza, como el rio que va
sorteando los obstáculos hasta llegar al mar, fluyendo libre en el libre el
fluir de la vida.
Extrae de
tus vehículos la esencia sagrada oculta en la materia y un día, cercano o
lejano, ellos te devolverán la imagen del Espíritu.
Tu vida es
tu obra de arte, tu poema.
Con amor
profundo,
Carmen
Santiago - fdnpcaracas@yahoo.es
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