LA DUDA ha sido tan condenada que te has olvidado de lo bueno que tiene, te has olvidado de su riqueza.
Los niños nacen sin creencias, pero también nacen
con una gran curiosidad, dudas, escepticismo.
La duda es natural; la
creencia es innatural.
Las creencias las imponen los padres, la sociedad,
los sistemas educativos, las religiones.
Todas esas personas están al servicio de la ignorancia y la han servido durante miles de años. Han mantenido a la humanidad a oscuras, a
sabiendas de que nada es real, pues así pueden explotar fácilmente a los demás y esclavizarlos, engañarlos, mantenerlos en la pobreza, en la dependencia. De todo esto se trata.A las viejas religiones no les interesa la verdad.
Hablan de la verdad, pero lo que les preocupa es cómo mantenerla alejada de la
gente. Hasta este punto lo han logrado; pero ahora esas religiones están en el
lecho de muerte y cuanto antes fenezcan, mejor.
Para empezar, ¿por qué necesitas una creencia? No crees en una rosa. Nadie te pregunta si crees en la rosa. Si alguien lo hiciera, te reirías y les dirías que no viene al caso preguntar por una creencia así. «Conozco la rosa». El conocimiento no necesita creencias. Pero el ciego cree en la luz; tiene que creer, puesto que le faltan los ojos. Te sorprenderá que el ciego no sólo cree en la luz, sino que también cree en la oscuridad. De ordinario, la gente cree que un ciego vive en la oscuridad. No es verdad, porque para ver en la oscuridad necesitas ojos. Sin ojos, no se puede ver la luz ni la oscuridad. La oscuridad y la luz no son dos cosas, sino dos polos de una realidad. Puede definirse la oscuridad como menos luz y puede definirse la luz como menos oscuridad; la diferencia está en el grado. Nuestros ojos tienen cierta capacidad muy limitada.
Todos nuestros sentidos son muy limitados. Debajo
de un límite no puedes ver; después de otro límite, tampoco. Por ejemplo, en
este momento pasan miles de ondas de radio, pero no podemos oírlas; necesitamos
un aparato de radio, un mecanismo más sensitivo que el oído, que capte esos
sonidos. Lo mismo pasa con los demás sentidos.
El ciego está obligado a creer en la luz; está
obligado a creer en la oscuridad.
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