Centro Holística Hayden

Escuela de Autoconocimiento personal y espiritual

Master Reiki Usui - Master Reiki Karuna - Master Reiki Egipcio Seichim - Terapeuta Holística - Facilitadora espiritual - Numeróloga Evolutiva Humanista.

A través de estas herramientas te encuentras con tu verdadero Ser...aqui estamos....esperando darte la mano.........

8 de abril de 2020

EL PLENILUNIO DE MARZO, EL SIMBOLISMO DE PASCUA


Por Milena Llop

Hoy me toca hablar del sentido profundo de una etapa trascendente del año.
Vivimos momentos convulsos, pero también momentos de cambios de conciencia que requieren una gran fuerza de voluntad para encontrar el sentido positivo y no dejarnos llevar por la zozobra de las sombras que amenazan con desestabilizarnos. Es la aventura de la existencia, tratamos de no perder el rumbo, de llegar a buen puerto, pero alternamos sombras y claros. Unas veces nos perdemos en la densa neblina del océano de las emociones, otras nos mantenernos a flote, surfeamos las olas,  pero en definitiva nos toca aprender a nadar para ser capaz de aguantar el fuerte oleaje. Esta es una época del año en que las tormentas tienden a desestabilizarnos.

Las enseñanzas cabalísticas nos hablan de la Pascua como de una etapa de gran intensidad emocional. Es frecuente oír comentar a la gente que la primavera les altera, que su estado anímico decae, que les falta sangre o que tienen encogido el corazón.  
Todas esas sensaciones se vinculan a unos días del año en que la energía solar masculina y la lunar femenina están en el punto máximo de exaltación.
La primavera marca el principio de una etapa que en Cábala definimos como Yod, la naturaleza empieza de nuevo a despertar y nos propone renovarnos, adquirir nuevos compromisos, ilusiones, regenerarnos para ser capaces de conquistar las más altas cimas de nuestra identidad. Aceptar esa “carga”, esa responsabilidad, esa luz no siempre resulta fácil.
En esta época del año, cuando el Sol atraviesa el signo de Aries y la Luna se sitúa en el signo opuesto, en Libra, se celebra la Pascua. Del latín páscae, del hebreo, pésaj, que significa ‘paso’. Como tantos actos y tradiciones litúrgicas, la Pascua que se recrea en la tradición católica, no sólo escenifica la muerte anunciada, la crucifixión de Cristo. Sino que se trata de una muerte mística y simbólica, la de la transmutación del alma a un estado superior.
Analizando los componentes de este retablo, vemos que el Sol en Aries corresponde al Fuego purificador. Es el principio masculino y espiritual que vivifica la fuerza vital de la naturaleza que despunta. La Luna es el principio femenino y cristalizador. Es la imaginación, la visión interna que en el signo de Libra representa el equilibrio entre la razón y los instintos y nos transmite la idea de la búsqueda de la suprema armonía en todas las cosas.

Viernes Santo
Los días que van del viernes santo al domingo de resurrección tienen su origen en el impulso crístico que nació el 24 de diciembre en la noche más oscura del año, cuando las espesas tinieblas absorbían la Luz Divina para impregnar el corazón de los hombres de una energía de “salvación”, es decir, de un ser de elevado linaje espiritual que se erigió en faro de potente luz, tratando de iluminar el mundo sumido en la oscuridad de una sociedad ciega al amor altruista, un amor que se revela a la conciencia como la más grande de las fuerzas, un amor que sana nuestro pasado y nos proyecta a un inmaculado futuro .
La Luna llena anuncia el final de la cuaresma, ese periodo de 40 días de ayuno  que simboliza la necesidad de limpieza, (ayuno de los instintos). Podemos ver la misma asociación en los 40 días de de Jesús en el desierto o los 40 días del Diluvio Universal que representan una etapa en que nuestras emociones tienes que pasar por varios estados hasta alcanzar la Thebah, el arca, el recinto en el cual, ya a buen recaudo, superado un “infierno” emocional, nos sentimos liberados.  40 días que asociamos a la letra Mem, la letra hebraica con la que se inicia la palabra Melekh, rey, y Macchaih, mesías, o Malakh , ángel, o Malkuth, Tierra, o Moshé, “salvado de las aguas”, y también María, el arquetipo de la Madre. Mem son las Aguas del amor incondicional. Después de la cuaresma llegan los días en que mueren nuestros instintos más primarios, y pasamos de expresar Emeth, (verdad) sincerarnos, descubrir quiénes somos en realidad, a Maveth, la muerte, hacia las tinieblas y la Ascensión del espíritu.
La Pascua es uno de los caminos iniciáticos que acontecen a lo largo del año y que nos lleva hacia la transmutación de los instintos más primarios, es una vía de renovación.  
La Semana Santa reúne varios arquetipos, un pueblo que espera a un mesías, pero que lo confunde con un libertador de la dominación romana. Una multitud acompaña a Jesús hacia el cadalso, (nuestras tendencias adyacentes). Se trata del trayecto hacia el Gólgota, la peregrinación del hombre en busca de su trinidad, el anuncio como un periodo denso. Es el Vía Crucis, los 12 pasos que simbolizan los doce trabajos mitológicos de Hércules y las doces estancias zodiacales, (Las Casas astrológicas), que recorre el ser humano en su peregrinación, de la vida a la muerte, la Crucifixión y la Resurrección.
La esencia de estos trabajos se siguen representando a todo lo ancho de nuestra geografía.
Las procesiones de Semana Santa representan este drama cósmico en el que Jesús lleva la Cruz a cuestas. Cuando es clavado en la Cruz, llama por primera vez a Dios como Padre, (Padre, ¿por qué me has abandonado?), simbolizando  esa entrega de sus cuerpos físico, de deseos y mental, derramando su sangre, su ADN, Aleph, Daleth, Noun, expresión del vehículo de las emociones, porque anhela una vida superior, recuperando la conexión con el espíritu. Su madre, María (Mem), que está arrodillada, en contacto con la tierra, entrega a su hijo a la Cruz, que es el símbolo de los cuatro puntos cardinales, cuatro encrucijadas en las que el cielo y la tierra se unen, y esa abnegación, (Yod-He-Vav-He), después de haber pasado por librar la Luz-Cristo a las tinieblas, (acto facilitado por Judas), pasa a ser una referencia arquetípica en el corazón de los hombres, ofreciendo la compasión y el amor incondicional que la humanidad tanto necesita.
Se trata no solo de un ritual divino, con Aries en el Este, Libra en el Oeste, el amanecer y el ocaso, Cáncer en el Sur y Capricornio en el Norte; (la cruz), sino también nuestro propio drama particular cuando el alma pide a gritos un cambio.   
Pero llegados a este punto de la evolución, la pregunta surge, ¿cuándo dejaremos de crucificar, cuándo dejaremos de recrear el Vía Crucis, ese camino de sufrimiento? Descolgar a Cristo de la Cruz y liberarlo al fin, para dejar de mortificarnos y desengancharnos de este arquetipo adscrito a nuestra memoria celular y ser capaces de vivir en plenitud, en una Luna Llena repleta de hermosas posibilidades.

Domingo de Resurrección:
Y la cortina del templo se rasgó, y la tierra tembló, y las masas rocosas y monumentos se hendieron, y cuerpos de santos salieron de sus tumbas  resucitando después de la Resurrección de Él...y el centurión y todos aquellos que custodiaba la puerta del sepulcro y el Cuerpo de Jesús dijeron: “Verdaderamente este es el hijo de Dios”.
Mateo XXVII, 51-54. Lucas XXIII, 44-48.
El análisis de la culminación de la Semana Santa nos expresa en su simbología, que la cortina que se rasga es el velo que cubre la Verdad, la que es revelada a la conciencia, liberando el alma de sus cadenas de encarnación. La tierra tiembla y las rocas se mueven; nos habla de la conmoción natural que produce la penetración del Espíritu Crístico en el hombre y que se renueva cada año a partir del apogeo de este retablo, en el plenilunio de Aries, cuando se mueven estructuras pesadas como losas. La Tierra se oscurece y tiembla y se produce la catarsis que sacude los cimientos de la organización intern. La resurrección es el resultado de esa transmutación lumínica,  nuestra divinidad interior resurge al fin.
Vivimos año tras año este extraordinario episodio. Estas enseñanzas representan, consciente o inconscientemente, uno de los capítulos más importantes de nuestro aprendizaje humano. Damos muerte a la personalidad inferior, liquidamos lo que ya no puede formar parte de la nueva personalidad naciente, lo que está caduco o decadente en nuestra vida, lo que ya no debe cohabitar con nuestra divinidad interna, para acabar aclamando el domingo, -día del Sol, la anhelada Resurrección, celebrando que nuestra conciencia sumida hasta entonces en  las tinieblas, vuelve a despertar.

El vídeo adjunto se enmarca dentro de la serie de charlas de las cuales podéis encontrar los vídeos aquí: Cómo descubrir al maestro interior
video

No hay comentarios:

Publicar un comentario