Esta antigua bendición fue creada en
el idioma náhuatl, hablado desde el siglo VII en la región central de México. Ella
trata de perdón, cariño, desapego y liberación.
Libero a mis padres del sentimiento de que
fallaron conmigo.
Libero a mis hijos de la necesidad de
traer orgullo para mí; que puedan escribir sus propios caminos según sus
corazones, que susurran todo el tiempo en sus oídos.
Libero a mi compañero de la obligación de
completarme. No me falta nada, aprendo de todos los seres todo el tiempo.
Agradezco a mis abuelos y antepasados que
se reunieron para que hoy respire la vida.
Los libero de las fallas del pasado y de
los deseos que no han cumplido, conscientes de que hicieron lo mejor que
pudieron para resolver sus situaciones dentro de la conciencia que tenían en
ese momento. Los honro, los amo y reconozco inocentes.
Me desnudo ante tus ojos, por eso ellos
saben que no escondo ni debo nada además de ser fiel a mí mismo y a mi propia
existencia, que caminando con la sabiduría del corazón, estoy consciente de que
cumplo mi proyecto de vida, libre de lealtades familiares invisibles y visibles
que puedan perturbar mi paz y felicidad, que son mis únicas responsabilidades.
Renuncio al papel de Salvador, de ser el
que une o cumple las expectativas de los demás.
Aprendiendo a través, y solamente a través
del amor, bendigo mi esencia, mi manera de expresar, incluso si alguien puede
no entenderme.
Me entiendo a mí mismo, porque solo yo
viví y probé mi historia; porque me conozco, sé quién soy, lo que siento, lo
que hago y por qué hago.
Me respeto y me apruebo.
Honro la divinidad en mí y en ti... somos
libres."
Javier Lorés Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario