Sobre la Era de Acuario
Las eras astrológicas hacen
referencia a 12 periodos de unos 2160 años que conforman un “gran año” con una
duración de casi 26.000 años (12 x 2160 = 25.920). Durante este largo ciclo, el
punto vernal (o punto Aries) recorre en movimiento retrógrado los doce signos
zodiacales dando lugar a esos periodos o eras de 2160 años, en los que predominan
unos determinados valores socio-culturales y tendencias psicológicas
colectivas, que están simbolizadas por el signo zodiacal sideral de cada
periodo. Actualmente nos encontramos en plena transición entre la Era
de Piscis a la Era de Acuario, una transición que según
todos los indicios debió iniciarse a principios del siglo XX y que tendrá un
importante punto de inflexión el año 2020 tal y como veremos más adelante.
El momento exacto de un cambio de era es tema de
controversia, pues las variables astronómicas dificultan fijar una fecha
precisa. Por otro lado los cambios de era son procesos progresivos que duran
muchos años. No obstante los signos de transición de la era de Piscis a la era
de Acuario son evidentes. Solamente tenemos que pensar que hace algo más de un
siglo nuestros antepasados todavía se alumbraban, calentaban y cocinaban con
fuego, se desplazaban a pie, en caballería o barco, escribían con tinta y
pluma, y se comunicaban con cartas que tardaban largo tiempo en llegar a su
destino. Es decir, la mayor parte de las actividades básicas eran prácticamente
iguales a cómo habían sido durante milenios. Y en un periodo vertiginosamente
breve se pasó del fuego a la electricidad, del caballo al avión, de la muñeca
de trapo al video-juego, de la carta escrita en papel a la telefonía vía
satélite e Internet. Todo ello sin olvidar el resto de avances científicos y
tecnológicos que han transformado nuestra vida y hábitos. Desde la perspectiva
astrológica estos acontecimientos adquieren relevancia si consideramos que
Acuario es un signo relacionado con los cambios bruscos y radicales, y rige
cuestiones como la electricidad, la aviación, las tecnologías de vanguardia,
los inventos impactantes, la informática e Internet. En el ámbito más
directamente humano, Acuario también se vincula con valores de libertad, la
solidaridad e igualdad, así como con la rebeldía y el espíritu contestatario
ante a los poderes conservadores.
Los cambios de era generan épocas convulsas en donde
los viejos valores se resisten a desaparecer, mientras que los nuevos
paradigmas pugnan por manifestarse y ganar terreno. En estos periodos de
transición las cualidades de una y otra era compiten y se entremezclan con sus
manifestaciones positivas y negativas. La era de Piscis que estamos dejando se
inició unos cien años antes del nacimiento de Cristo y llama la atención que
los primeros cristianos tuviesen como símbolo “el pez” y asumiesen unos valores
de compasión, sacrificio y abnegación, que corresponden claramente a cualidades
piscianas. Aunque la energía de Piscis también tiende a situaciones confusas o
engañosas donde sus valores queden diluidos o intoxicados por fantasías propias
o influencias ajenas. Mientras que Acuario es un signo altruista y fraternal
que se manifiesta con claridad y transparencia, buscando la libertad y la
igualdad entre los seres humanos. Pero sus rotundas convicciones e ideales
sociales y el creerse en posesión de “la verdad” pueden llevarle a
posicionamientos marcadamente radicales.
Se trata pues de dos tipos de energía muy diferentes
(Piscis-Agua y Acuario-Aire) que se expresan con parámetros que no son
compatibles entre sí, y en donde la lucha de ambos por prevalecer genera
agitación en el inconsciente colectivo. Piscis es un signo de Agua guiado por
su sensibilidad emocional, mientras que Acuario es un signo de Aire que se basa
en ideas y conceptos. Sabemos que el agua y el aire no pueden mezclarse así que
el encuentro entre estos dos elementos hace que, metafóricamente hablando,
estemos viviendo unos tiempos en que “el aire (Acuario) sopla con
fuerza y agita las aguas (Piscis) en que navegamos…”
Astrología mundial y ciclos planetarios
La astrología mundial es una especialidad que estudia
los ciclos planetarios y su relación con aconteceres históricos, movimientos
sociales, corrientes culturales, economía, política, artes, ciencias, modas o
cualquier otra cuestión de naturaleza colectiva. La universalidad del proceso cíclico
es inherente a la vida y está representado en las estaciones del año, las fases
de la Luna, el ciclo de una planta o en cualquier otra experiencia que sea
objeto de nuestra atención. El término de ciclo se define como “el conjunto de
una serie de fenómenos u operaciones que se repiten ordenadamente en el tiempo”
por lo que el estudio astrológico puede aplicarse al pasado (reflexión), al
presente (comprensión) o al futuro (predicción). La previsión astrológica se
basa pues en establecer correlaciones estudiando los acontecimientos en
sincronía con los ciclos planetarios.
Tras las transformaciones del pasado siglo, en estos
momentos seguimos siendo testigos y partícipes de cambios acelerados e
innovaciones que hace tan sólo unas décadas hubiesen sido consideradas ciencia
ficción. Pero la conciencia de los seres humanos no parece haber evolucionado
al mismo ritmo que los avances tecnológicos y científicos, y ello supone un
peligroso entre dichos avances y su utilización responsable. Así, hoy nos encontramos
con armas de destrucción cada vez más eficaces, modernas industrias que
contaminan sin medida, un consumismo global desmesurado potenciado por los
medios de comunicación, y otros muchos despropósitos que propician situaciones
de explotación, hambre, enfermedades y movimientos migratorios forzados.
La destrucción del equilibrio ecológico tiene
consecuencias directas en el cambio climático, un alarmante deshielo de los
polos, alteraciones en las corrientes oceánicas, desertización progresiva en
todo el planeta y un incremento general de tornados, tsunamis y otros desastres
naturales. Este es un escenario sin precedentes en la historia de la humanidad,
pues aunque siempre hubo guerras, conflictos y fenómenos atmosféricos
destructivos, la influencia del ser humano quedaba acotada a zonas concretas
del planeta y no existían factores de contaminación global ni tampoco armas
capaces de destruir todo el planeta de un día para otro. El estudio astrológico
de esta preocupante situación difícilmente puede resolver nada de lo expuesto,
pero quizás ayude a situar los momentos más propicios para ejercer nuestra
influencia a través de nuestras actuaciones y de la energía individual que
proyectemos en el inconsciente colectivo, tal y como veremos más adelante.
Para estudiar los procesos y acontecimientos
colectivos, la astrología se había apoyado durante siglos en los ciclos de
Júpiter y Saturno. Aunque actualmente estos dos planetas siguen siendo
significadores de primer orden, pero los descubrimientos de Urano (1781),
Neptuno (1846) y Plutón (1930) han contribuido a una mejor comprensión de los
procesos personales y colectivos. El astrólogo Dane Rudhyar (1895-1985)
calificaba de “fertilizantes” a los tránsitos de estos tres planetas modernos y
decía que a su paso por los signos despertaban y eran portavoces de las
cualidades asociadas al signo transitado. De forma general:
Urano se relaciona con las ideas
colectivas. El ciclo de este planeta en torno al zodíaco es de 84 años y su
tránsito se caracteriza por el rupturismo con respecto a los valores sociales
vigentes representados por el signo transitado. A la vez, apunta hacia un nuevo
modo en la expresión de dichos valores.
Neptuno se relaciona con los sentimientos
colectivos. El ciclo zodiacal de este planeta es de 165 años y su tránsito
revela los sueños, valores idealizados y anhelos inconscientes del colectivo,
simbolizados por el signo que transita. Podemos observar su expresión externa
en la seducción de las modas y en los movimientos sociales del momento.
Plutón se relaciona con los procesos
colectivos de transformación y regeneración. El ciclo zodiacal es de 248
años y su tránsito extrae de las profundidades y destruye aquellos valores
representados por el signo transitado que ya no sirven o que están corruptos,
propiciando así el surgimiento de algo nuevo.
Los tránsitos de estos tres planetas no suelen ser
tranquilos… Repasar sus efectos a su paso por cada signo en los últimos años
sería exhaustivo, pero podemos tomar como ejemplo el tránsito de Plutón por
Sagitario (entre 1995 y 2007) y su entrada en Capricornio en 2008. Sagitario es
un signo que se relaciona entre otras cosas con la religión y con el
extranjero, y el tránsito de Plutón por Sagitario mostró su peor cara con la
expansión del fundamentalismo religioso, los flujos migratorios, la
globalización de los conflictos bélicos y el creciente terrorismo
internacional. Por otro lado, Sagitario también es un signo relacionado con los
excesos de todo tipo, y en esos años el consumismo desbordado y la tendencia a
vivir por encima de las propias posibilidades se convirtió en algo muy común
que llevó a un nefasto endeudamiento de las clases trabajadoras. Excesos que
tuvieron su expresión más evidente en la crisis económica mundial del 2008 con
Plutón en Capricornio, en donde se destaparon prácticas económicas obscenas
generadas por la codicia sin límites de unos cuantos. Precisamente Capricornio
es un signo que se relaciona con las estructuras sociales, la política y la
economía, por lo que la entrada de Plutón en este signo hacía presagiar
importantes crisis en el ámbito de las finanzas y la política, tal y como se
había comentado con mucha antelación en diversos medios astrológicos.
Las correlaciones entre los tránsitos de Urano,
Neptuno y Plutón y los acontecimientos colectivos suelen ser evidentes cuando
se aplica el simbolismo astrológico correspondiente. No obstante, la astrología
mundial basa principalmente sus estudios en los ciclos combinados de
los planetas. Un ciclo combinado se inicia cuando dos planetas entran en
conjunción, es decir cuando ambos coinciden en un mismo punto del zodíaco. A
partir de aquí se desarrolla entre ambos una relación en la que, al igual que
ocurre entre las parejas humanas, hay momentos de armonía y momentos de crisis.
Las vicisitudes del ciclo combinado se deducen de los ángulos (90º, 120º, 180º,
etc.) que se van formando al alejarse y luego acercarse el uno del otro, y que
son significadores de fluidez o tensión. En este análisis se considera de forma
destacada el ciclo combinado de Júpiter-Saturno, así como los ciclos en que
interacciona Saturno con Urano, Neptuno o Plutón. También pueden incluirse en
el estudio otros ciclos más cortos en los que participa Júpiter o aquellos muy
largos en que interaccionan los planetas modernos entre sí, pero en la práctica
suele ser más operativo centrarse en los ciclos de duración media.
La duración de un ciclo combinado depende de la
velocidad individual de los planetas implicados. Así, Júpiter tarda casi 12
años en dar una vuelta entera al zodíaco, Saturno 29 años y medio, Urano 84,
Neptuno 165 y Plutón 248 años aproximadamente, pero al relacionar dos ciclos
encontramos que las energías combinadas nos proporcionarán nuevos periodos que
serán de gran interés para estudiar los acontecimientos colectivos. En la
siguiente tabla pueden verse los periodos de los ciclos combinados así
como los años de las conjunciones (última y próxima) vigentes en el momento
actual:
Ciclos astrológicos
combinados
La conjunción es el momento más intenso de un ciclo
combinado pues, como se ha dicho, señala el inicio de una relación que se
desarrollará a lo largo de los años siguientes. Hay que señalar que en los
raros momentos históricos que participan tres o más planetas lentos en un
inicio de ciclo, son de esperar cambios especialmente significativos. Esto es
lo que ocurrió entre 1988 y 1991 con la triple conjunción de
Saturno-Urano-Neptuno en Capricornio, evento que solamente tiene lugar cada 500
años y que tuvo su momento álgido en 1989 cuando Júpiter hacía oposición a
estos tres planetas desde el signo de Cáncer. Recordemos que fue precisamente
en esas fechas cuando cayó el muro de Berlín y se inició la desintegración de
la Unión Soviética, dando lugar a una nueva correlación de fuerzas en el orden
mundial y a la desaparición de la llamada guerra fría entre
los USA y la URSS. El astrólogo francés André Barbault en su obra Le
Pronostic Experimentale en Astrologie, publicada en 1973, ya se refería a
esta triple conjunción y decía al respecto:
“(...) estos dos competidores -USA y URSS-, o los
valores de capitalismo y comunismo que éstos representan, llegan a un fin de
carrera al mismo punto y en el mismo momento, como fundiéndose en una única
corriente (...) reencontrándose así Urano y Neptuno en un nuevo punto de
partida cíclico.”
Visto retrospectivamente, nadie puede dudar lo que
tenían de certeros los pronósticos que Barbault expuso con dieciséis años de
antelación, cuando nada hacía prever un acercamiento entre los dos grandes
bloques. Pero ¿en qué se basaba Barbault para sus afirmaciones? Para Barbault
el ciclo Saturno-Urano estaba relacionado con la economía capitalista, mientras
que el ciclo Saturno-Neptuno lo vinculaba con las corrientes comunistas.
Teniendo en cuenta estos principios era lógico pensar que un encuentro de
Saturno, Urano y Neptuno podían dar lugar a algo que uniese
esas dos tendencias antagónicas. Y aunque no hubo una verdadera unión entre los
Estados Unidos y la nueva Rusia, sí que hubo una distensión entre ambas
potencias a la vez que se materializó la unión de las dos alemanias. Esto
supuso un acontecimiento de gran importancia económica y política mundial, que
tuvo su escenificación simbólica con la destrucción del Muro de Berlín que
había dividido Alemania y Europa durante veintiocho largos años.
Año 2020 y Gran Mutación
Actualmente nos encontramos en vísperas de otro
momento de gran importancia protagonizado por los ciclos de Saturno-Plutón y de
Júpiter-Saturno, que tendrán lugar a principios y finales de 2020
respectivamente. A principios de ese año asistiremos a la conjunción de
Saturno-Plutón en el signo de Capricornio, que iniciarán un nuevo ciclo
combinado de 33 años. La conjunción entre estos dos planetas se asocia a épocas
de conflictos internacionales, totalitarismos y reacciones conservadoras ante
los aires de cambio, pues sus energías no son afines y plantean intereses
contrapuestos. Por un lado Saturno intenta conservar a toda costa lo
establecido y pone normas restrictivas para evitar los cambios, pero la energía
de Plutón busca transformar y regenerar en profundidad, aunque ello suponga
pasar por procesos turbulentos.
En este caso la conjunción Saturno-Plutón tendrá lugar
en el signo de Capricornio del cual Saturno es regente. Esto supone cierta
fuerza para la energía saturnina que puede tener su expresión en un
endurecimiento de los poderes políticos que limiten los derechos sociales
adquiridos. Pero el poderoso Plutón ya se encuentra transitando por Capricornio
desde 2008, socavando los valores materialistas y sacando a la luz la
podredumbre política y económica que había permanecido en la sombra, y no es
previsible que deje de hacerlo mientras se encuentre en este signo. Así que lo
que ocurra en esta conjunción dependerá de la capacidad que tengamos para
buscar alternativas que posibiliten una regeneración social y política lo menos
traumática posible. Probablemente la clave del proceso puede estar en la
trascendental conjunción de Júpiter-Saturno en Acuario que tendrá lugar a
finales de 2020 y que podría suponer un momento de inflexión en esta transición
entre eras.
El ciclo de Júpiter-Saturno está tradicionalmente
relacionado con coyunturas socio-económicas, culturales e ideológicas. La
conjunción de estos planetas se produce cada 20 años y señala el inicio de un
ciclo social marcado por los valores del signo en que se encuentran. Pero la
conjunción Júpiter-Saturno en 2020 no es “una conjunción más”. Durante 10
conjunciones consecutivas los encuentros entre Júpiter y Saturno se repiten en
un mismo elemento, para cambiar al elemento siguiente una vez transcurridos
unos 200 años. El recorrido sigue el orden natural de los cuatro elementos
Fuego-Tierra-Aire-Agua, por lo que pasan unos 800 años (200x4) antes de volver
a iniciar una secuencia en el mismo elemento. Este ciclo recibe el nombre de la
“Gran Mutación” y marca el inicio de grandes cambios sociales relacionados con
el elemento implicado, que tendrán vigencia en los 200 años siguientes.
En la actualidad estamos acabando un ciclo de 200 años
en el elemento Tierra que se inició en 1802 coincidiendo con la Revolución
industrial. Algo que generó enormes transformaciones productivas, económicas y
sociales, y asentó el sistema capitalista moderno. La última conjunción
Júpiter-Saturno de este largo ciclo en elemento Tierra, tuvo lugar en mayo del
año 2000 en el signo de Tauro. Y la próxima conjunción será el 21 de diciembre
de 2020 en el signo de Acuario, iniciando en ese momento un ciclo de 200 años
en el elemento Aire. Cabe señalar que en 1981 hubo una “conjunción aislada” en
el elemento Aire (en Libra) como anticipando algo de lo que nos puede traer el
próximo ciclo.
Gran Mutación y 2020
Los ciclos de Júpiter-Saturno afectan a la política,
la economía, la cultura y los gobiernos, pero mientras los periodos de 20 años
en un mismo elemento señalan variables de un mismo proceso, los cambios de un
elemento a otro al cabo de 200 años (como en 2020) cambian la vibración
de fondo en el ámbito psico-social colectivo de forma destacada. La
excepcionalidad de este momento está subrayada por el hecho de que la conjunción
Júpiter-Saturno tiene lugar en el signo de Acuario (su último encuentro en este
signo fue en 1405) cuando todos los indicios señalan que nos encontramos en
plena transición de la Era de Piscis a la Era de Acuario.
Planetas e inconsciente colectivo
Al estudiar los ciclos de los planetas colectivos
(Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón) desde la perspectiva de la
astrología mundial, podemos caer en el error de considerar sus energías como
algo ajeno a nosotros donde lo único que podemos hacer es ir trampeando sus
efectos. Pero estos planetas también están en nuestra carta individual, por lo
que estamos proyectando sus energías e influyendo en el devenir colectivo, nos
demos cuenta o no…
Los emplazamientos de Júpiter y Saturno en el tema
natal informan de nuestra manera y capacidad para participar en el mundo social
en base a nuestros ideales y las normas establecidas que asumimos. Mientras que
Urano, Neptuno y Plutón, en tanto que planetas significadores del “inconsciente
colectivo”, se relacionan con los procesos de transformación personal
vinculados a la evolución colectiva. En la psicología de Carl Gustav Jung
(1875-1961) el término inconsciente colectivo hace referencia
al conjunto de instintos y arquetipos que son comunes a la especie humana. Es
como un recipiente de sabiduría ancestral continuamente
alimentado por las experiencias y los pensamientos colectivos. Y como dichas
experiencias y pensamientos colectivos se nutren de nuestros pensamientos
individuales, es evidente que tenemos una responsabilidad respecto a lo que
pensamos, pues nuestros pensamientos condicionan la energía que emitimos y
están en la raíz de nuestras actitudes, palabras y acciones.
Las interesantes investigaciones del biólogo inglés
Rupert Sheldrake (1942) sobre lo que llama “resonancia mórfica” parecen
entrelazarse con el concepto junguiano de inconsciente colectivo cuando
explica:
“Lo que sugiero es que puede existir una especie de
memoria de la naturaleza, y que la memoria que tienen los acontecimientos
naturales al desarrollarse tiene que ver con el modo en que esos
acontecimientos sucedieron en el pasado. (...). Concretando, cada especie
animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen
todos los miembros de la especie en cuestión y a la que también conforman.”
Así, según Sheldrake cada especie tiene un campo
de memoria propio, constituido por las formas y actitudes de todos los
individuos que han pasado por dicha especie. La influencia de dicho campo de
memoria moldearía a todos sus individuos futuros, que resonarían con
la memoria colectiva de su especie. Las teorías de Sheldrake han dado lugar a
varios experimentos que confirman esa conexión invisible entre
seres de la misma especie a través del espacio y el tiempo. En dichos
experimentos se ha comprobado que si una especie animal aprende una habilidad
en un determinado lugar del planeta, otros animales de la misma especie tardan
mucho menos tiempo en realizar ese mismo aprendizaje en otro lugar diferente,
aunque estén a miles de kilómetros de distancia o hayan pasado muchos años.
Un ejemplo citado por Sheldrake es el caso en que un
grupo de científicos en la isla japonesa de Koshima alimentaba a una especie de
monos con boniatos sin lavar. Una hembra descubrió que lavando los boniatos en
el mar perdían la molesta arenilla pegada a la piel y sabían mejor. Al cabo de
un tiempo todos los monos de la isla aprendieron el truco. Pero lo más
sorprendente fue que este avance social llegó también rápidamente a otras
colonias de monos, a pesar de que nunca habían tenido contacto directo con los
monos de la isla de Koshima.
Otras investigaciones diferentes también apuntan en la
misma dirección y evidencian esa conexión invisible entre los seres vivos. Un
estudio relevante es el que un “grupo creador de paz” realizó en Washington
D.C. del 7 de Junio al 30 de Julio de 1993 en el que se demostró el efecto
social de la meditación trascendental con respecto a la
delincuencia. Este experimento, cuidadosamente controlado, se inició con un grupo
de 800 meditadores que aumentaron hasta 4.000 en un periodo de casi dos meses.
Y aunque la delincuencia violenta había estado aumentando de forma estable
durante los primeros cinco meses del año y usualmente se incrementa en los
meses de calor, inmediatamente después de empezar el experimento el delito
violento empezó a descender y disminuyó hasta un 23,6%, después de lo cual
volvió a aumentar otra vez. En el estudio se determinó que la posibilidad de
que este resultado pudiera atribuirse a una variación casual de los niveles de
delito, era inferior a dos partes entre mil millones.
En la carta astral individual la conexión con
esas energías no-visibles estará más acentuada cuando
determinados planetas personales (especialmente la Luna) ocupen signos o casas
de Agua, y en particular si existe una significativa Casa 12 asociada al
inconsciente individual y colectivo. Obviamente puede haber muchos otros factores
y aspectos que revelen una particular capacidad para captar las energías que
circulan a través del mundo intangible. No obstante, si nos centramos en los
planetas, los principales significadores del inconsciente colectivo seguirán
siendo Urano, Neptuno y Plutón, pues se relacionan con un determinado clima
energético que es captado y expresado inconscientemente por la mayoría
de las personas.
Las personas más sensibles a los emplazamientos o
tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón, pueden actuar de forma espontánea como
portavoces e inspiradoras de procesos colectivos, a través de manifestaciones
artísticas, modas, ideas innovadoras u otras formas de expresión. Más allá de
su aspecto superficial, la observación de lo que está de moda en
cada momento (sea una música, un partido político, un artilugio tecnológico, un
tipo de ropa o cualquier otra cosa) puede ser de gran interés para descubrir
las proyecciones colectivas inconscientes de una determinada época y
relacionarlas con los tránsitos mundiales de los planetas colectivos. Las corrientes
instintivas asociadas a estos planetas pueden tener aspectos positivos
o negativos. Por lo tanto es fundamental desarrollar nuestra capacidad de
respuesta individual en base a nuestros valores e ideales, pues si no somos
conscientes de las corrientes colectivas en curso, probablemente seremos arrastrados por
ellas y seguiremos las modas e ideologías dominantes de forma inconsciente y
poco individualizada.
Igualmente será importante reflexionar sobre la
calidad de los pensamientos que guían nuestros actos. Por ejemplo, si
realizamos actividades altruistas o humanitarias pero nos guía el odio y el
resentimiento hacia quienes generan desigualdades y sufrimiento, estaremos
añadiendo más negatividad al mundo. Como alternativa, podemos buscar nuestra
fuerza en pensamientos basados en el amor a lo que hacemos y no en el odio, la
rabia u otros sentimientos nocivos. Esto no restará eficacia a nuestra lucha y
denuncias, pero lo haremos generando una energía positiva en el mundo. Las
experiencias anteriormente mencionadas de Sheldrake o de los grupos de
meditadores, parecen avalar esta posición como la más efectiva.
Cabe pues insistir en la importancia de un análisis
profundo de nuestra carta astral, así como escuchar nuestro interior para
detectar cómo estamos participando en ese inconsciente o memoria colectiva,
pues ya hemos visto que no solamente influimos en el mundo a través de nuestras
palabras y actos, sino que también lo hacemos a través de los pensamientos y la
energía emocional que los acompaña. Está pues en nuestras manos decidir con qué
energía e intención queremos contribuir al mundo en este
trascendental cambio de era.
© José
Royo
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