Una de las más célebres leyendas del Caribe, más concretamente de Colombia, es la de la Madremonte (también llamada Madreselva, Fantasma del monte o Madre de los cerros) una figura a la que muchos describen como una señora de aspecto elegante y corpulenta, que cubre su cuerpo con una suerte de vestido elaborado con hojas y musgo y cuya cabeza está coronada por un extraño sombrero hecho de plumas y hojas de árbol, un sombrero que por otra parte le cubre completamente el rostro.
Aunque la Madremonte suele
habitar en regiones con abundante vegetación, escoge lugares alejados del ruido
y la civilización para protegerse de las visitas de los curiosos, eligiendo
principalmente lugares habitados por fieras y animales peligrosos.
Se dice que en las noches
más oscuras y también en aquellas en las que se desencadena la tormenta se
pueden escuchar los lamentos y gritos de la Madremonte.
Además de sembrar la
inquietud con sus lamentos, la Madremonte suele bañarse en las
fuentes de las que nacen los ríos, pero esto ocasiona que sus aguas se tornen
turbias e incluso puedan desbordarse causando grandes desgracias a quienes
viven en las orillas.
Aparte de los daños que
pueda causar de manera involuntaria, este espíritu tiene un afán
justiciero que le lleva a castigar a las personas que cometen actos contra sus
semejantes, tales como el robo, la mentira y difamación, la infidelidad y la
violencia, siendo a la vez un espíritu bondadoso y un ente castigador.
La Madremonte también
puede apiadarse de aquellos viajeros que toman un camino intransitable por el
bosque, haciendo que pierdan la consciencia durante unas horas y allanando el
camino antes de que el incauto viajero despierte.
Cuenta la tradición que se
puede evitar su aparición rezando una oración a San Isidro Labrador.
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