El paso de una Era a otra nos ha traído muchas sorpresas. Creo que cuando soñamos con Acuario se nos pasó por alto que antes de poder entrar de lleno a esa era soñada teníamos que pasar por el proceso de transición y ser testigos del colapso de todas las instituciones que no responden a los nuevos tiempos. Y ahí estamos. El mundo está convulsionando. Si bien la autoconciencia nos ha permitido reconocer la variedad de la vida, la diversidad infinita de la Creación, su más alta expresión, el discernimiento, nos ayudará a recorrer esta transición reconociendo lo verdadero de lo falso, lo esencial de lo no esencial, nos dará criterio propio, libertad de pensamiento y nos otorgará la libertad de poder elegir.
Nosotros, el Alma, tenemos en nuestra naturaleza interna tres
cualidades divinas: la voluntad, el amor sabiduría y la actividad inteligente. Debido a que hemos creído que somos nuestra mente, no la hemos utilizado correctamente, ni siquiera sabemos cómo callarla y su movimiento incontrolado hace que aquello que procede de nuestro verdadero ser se deforme y entonces las tres cualidades divinas sufren una inversión.La voluntad se convierte
en deseo cuando en vez de pensar qué debo hacer pienso qué deseo hacer. Este
deseo se convierte en abuso, porque mientras más se satisface un deseo, más
deseo se tiene y cuando no se satisface se convierte en enojo.
El amor se convierte en emoción
cuando hay apego y posesión, tornándose en amor personal que se mueve del odio
al amor y del amor al odio con facilidad.
La actividad inteligente
se convierte en astucia que es la actividad con fines egoístas. Cuando hay
éxito aparece el orgullo y cuando no se consigue cooperación surge el
prejuicio.
Al discernir sobre nuestra
civilización decadente descubrimos una tendencia muy marcada que atenta contra
el despertar de la conciencia aniquilando el poder de discernir que es la
herramienta más necesaria en estos tiempos de crisis y de trascendencia en
donde la vida, como mecanismo de supervivencia, nos pide que demos el paso del
yo al nosotros.
Para darnos cuenta de esta
estrategia de lo que podríamos llamar “las fuerzas involutivas”, basta con ver
los medios de comunicación que venden, todos los días, los falsos valores y se
logra, a través de la repetición y una cantidad de técnicas de manejo de la
psiquis humana, que se crea que es verdad algo tan carente de lógica como que
la felicidad se puede comprar; que uno vale por lo que tiene y no por lo que
es; que el amor es el sexo, por lo tanto, la felicidad en el amor se mide por
la cantidad e intensidad de los orgasmos; y que podemos solucionar los
conflictos humanos matándonos los unos a los otros...
Lo que llamamos democracia
y su brazo ejecutor en lo económico, el capitalismo, ha caído en la trampa de
lo que combatió como el peor de los males del comunismo, “el adoctrinamiento”
que anula el discernimiento y nos hace vulnerables de ser manejados por mentes
que responden a intereses egoístas que esclavizan al hombre convirtiéndolo en
un ser de consumo, olvidando las verdaderas necesidades del espíritu humano y
deteniendo su camino evolutivo.
La libertad de expresión
que nos otorgó el sistema, se ha utilizado sin amor y sin escrúpulos y nos ha
llevado a la esclavitud. ¡Tremenda paradoja la de nuestros días! Somos
libres de ser esclavos, luchamos por la paz, matando a otros e imponemos, “por
la fuerza”, la libertad.
Indudablemente, el
problema más grave que tenemos es la falta de discernimiento. Ahí está el punto
del meollo de la situación mundial, ahí está el impedimento mayor, lo que nos
detiene y nos hace repetir los errores del pasado una y otra vez, inhibiendo la
expansión de la conciencia, el desarrollo de la sensibilidad humana y el amor
fraternal.
La pregunta que nos
tenemos que hacer es ¿tengo discernimiento o mi opinión está formada en los
laboratorios de la propaganda que hoy se llama “marketing”? ¿Hasta qué punto se
está manejando el miedo para que los humanos aplaudan lo que en un momento de
serenidad condenarían? ¿Cuáles son los verdaderos valores humanos y cuáles son
los inventados por una maquinaria que nos convierte en consumidores
compulsivos? ¿Cuáles son las verdaderas necesidades humanas?
Es urgente pensar,
reflexionar, darnos cuenta... En el jardín de la autoconciencia tiene que
crecer su más bella flor que es “el discernimiento”, que nos hace libres en
nuestro fuero interno. Y en esa libertad, descubrir que, en lo profundo de
nosotros mismos, la existencia cobra significado y la vida recupera su
esplendor.
La conciencia del alma es
conciencia de grupo, es la conciencia del nosotros que
es capaz de reconocer e identificarse con el sistema que la contiene. Su amor
es impersonal, estable, sin egoísmos. Es el amor que Cristo demostró con su
vida y su enseñanza. Expresar ese amor es el paso inmediato que, como
humanidad, tenemos que dar para solucionar los problemas que
confrontamos.
Es nuestra oportunidad y
nuestro destino.
Con amor profundo,
Carmen Santiago G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario