Milena Llop
Seguimos sumando acontecimientos
estelares de gran magnitud: la entrada de Plutón en Acuario, un proceso
individual y colectivo de enorme trascendencia.
Plutón,
del pasado al presente, en Acuario.
La entrada de Plutón en Acuario es un
tránsito especialmente relevante, ya que la última vez que estuvo en este signo
es hace 250 años, durante el llamado “siglo de las luces”, movimiento
intelectual conocido como La Ilustración. Este célebre
periodo citado como la Edad Contemporánea, dio lugar a tres grandes
revoluciones:
La Revolución Estadounidense, (1776).
La Revolución Francesa, (1789).
La Revolución Industrial en sus
inicios, (1760 a 1830).
El efecto “llamada” prosiguió con la
Revolución Haitiana, o las Guerras de Independencia Hispanoamericanas, ya
entrado el Siglo XIX. Todas estas etapas provocaron un gran cambio político y
social.
El nuevo tránsito de Plutón en
Acuario, en primera vuelta, será del 23 de marzo al 10 de junio 2023. El 11 de
junio retrogradará a Capricornio hasta el 20 de enero de 2024. El 21 de enero
volverá a Acuario, donde pernoctará durante aproximadamente 20 años. Su
trayectoria por los 3 decanatos de este signo nos ofrecerá información inédita
para nuestra historia actual.
El estudio del movimiento de los
astros nos permite comprender la interacción de las influencias astrológicas
con los acontecimientos que vive la humanidad a través del tiempo. El análisis
profundo del sistema planetario es análogo al sistema de nuestra psique, porque
recordemos que los cuerpos celestes no son esas esferas que lucen en el
firmamento y que nos envían sus influjos mediante vapores, sino que la relación
arquetípica de la naturaleza externa está en concordancia con nuestra
naturaleza interna, y es a lo que nos referimos cuando hablamos de tránsitos
planetarios.
Nuestro arquetipo plutoniano está de
estreno y vamos a estudiar las propuestas que nos hace mientras reside en la
“estancia Acuario” de nuestra personalidad.
Plutón,
naturaleza y mitología
Rainer
Maria Rilke, exquisito poeta y novelista alemán,
(1875-1926), expresó con dos frases lapidarias y magistrales lo que describe, a
mi entender, la energía de Plutón:
“Quizás todos los
dragones de nuestra vida sólo sean princesas que esperan vernos hermosos y
valientes; quizás todo lo terrible sea en su ser más profundo algo desvalido
que desea que lo ayudemos”.
“Si mis demonios
han de dejarme, me temo que mis ángeles también levantarán el vuelo”.
Plutón es el último más alejado de los
planetas, en el límite de nuestro sistema solar, y desterrado
incomprensiblemente por los astrónomos hace unas décadas por considerarlo como
exoplaneta, pero, ¡cómo dudar de su influencia arquetípica!
La historia mitológica de Plutón es
muy interesante. En el
panteón griego, su nombre es Hades, -hijo de Kronos y
Rhéa-, para la tradición romana, adopta el nombre de Plutón. Es hermano de Júpiter y Marte, entre una larga lista de dioses y
mitos. Pero en el reparto de funciones le entregan, muy a su pesar, el Reino de
las Tinieblas para velar por las almas en tránsito o desterradas; se le da
entonces el sobrenombre de Príncipe de las Tinieblas, o Rey de los Infiernos.
Hades en la mitología griega es el
exterminador cruel y despiadado; Plutón en la mitología romana ha cambiado su
perfil y resulta mucho más constructivo.
Pero Plutón se siente solo ante la
magnitud de la oscuridad y sale de su cubil utilizando un yelmo que lo hace
invisible. En una de sus incursiones en el reino de los vivos, descubre a Kore, la
diosa de la fecundidad, y la rapta para llevarla a las catacumbas. Kore es la Luz, la primavera, el florecimiento.
Kore, en su estancia en el inframundo
cambia su nombre por el de Perséfone, que significa: la que ama la oscuridad.
Es la adaptación propia de quien sabe que ha de poner luz a las tinieblas y
mejor aliarse con ellas, de momento, que combatirlas en su terreno.
Pero este acto no queda sin
escarmiento. Deméter,
la diosa de la fertilidad, clama venganza por el rapto y lanza una maldición: habrá 7 años de penurias, 7 años de restricciones en los que la tierra
dejará de producir.
Zeus-Júpiter interviene entonces para
aplacar a Deméter, otorgando a Perséfone la posibilidad de alternar 6 meses de
coexistencia con Plutón y 6 meses emergiendo a la luz, al exterior. Deméter
levanta entonces su castigo y la tierra vuelve a ser fértil.
Así vemos que un tránsito de Plutón
siempre viene acompañado de grandes movimientos, en ocasiones de penurias, pero
también del florecimiento de nuevas oportunidades. En Plutón coexisten dos
fuerzas básicas que deben dejar de oponerse a sí mismas para unificar sus tendencias:
la oscuridad y la luz; el derrumbe y la reconstrucción.
Si analizamos a fondo este relato y su
simbolismo, vemos que, primero existe un impulso invisible debajo de la capa
superficial de la personalidad, -cuando Plutón se pone el yelmo y se mete en
nuestros abismos internos, en la infraconciencia, en el subconsciente e
inconsciente, atrayendo múltiples situaciones ocultas que se depositan en las
profundidades de la psique, y que irán cobrando protagonismo a medida que la
evolución lo requiera, o cuando haya que asumir nuevos retos, crecer, aprender,
madurar.
El rapto de Kore simboliza la
necesidad de esta parte plutoniana de la conciencia que busca desesperadamente
la luz, y Kore se presta a esa esperanza de una vida mejor, y lo hace desde esa
comprensión, se convierte en Perséfone; asume el dolor de Plutón, -no es
agradable remover solo los cimientos de las estructuras; provocar sufrimiento,
meter el dedo en la llaga para ver si se ha curado o no-.
Pero desde la superficie, todo se ve
diferente; Deméter, símbolo del poder material, del deseo de dominar los
elementos, clama venganza; es intolerable, como cuando la vida nos juega una
mala pasada y no entendemos el trasfondo de la historia. No asume que Perséfone
va a gestar, desde las profundidades de la psique, un renacimiento, va a
escarbar para sacar lo mejor de la personalidad, (en la profundidad de la
tierra encontramos el oro, las piedras preciosas), y solo expresa la rabia, la
decepción, la desesperación, hasta que la fuerza de Júpiter, (arquetipo que
atrae la felicidad, la abundancia), logra el pacto para que la alternancia
traiga de nuevo la fecundidad.
Encontramos a Plutón al acecho detrás
de los grandes cambios, profundos, existenciales, que buscan revertir
situaciones o expresiones de nuestra personalidad; detrás de los movimientos
sísmicos de la naturaleza externa e interna; detrás de las experiencias que
remueven nuestros cimientos, separaciones, patologías, roturas de contratos,
etc...
Pero Plutón es muy lento, nos da
indicios de que algo debe cambiar, nos da tiempo para aplicar nuevas
directrices, -puede estar en un signo de 15 a 30 años-, pero es implacable
cuando urge la necesidad de que estos cambios sean reales.
Plutón nos propone explorar diferentes
dimensiones del ser, diversas facetas de nuestro temperamento, entre lo
instintivo y lo trascendente, entre el equilibrio del ego inferior y el superior,
lo masculino y lo femenino. Es el arquetipo que rescata todo lo que poseemos de
valor, pero en su énfasis arremete contra todo lo que supone un obstáculo a su
deseo de renovación. Es lento en su trayecto, devastador, pero nos “obliga” a
repasar, a revisar, a reestructurar todo lo que tenemos entre manos en una
definitiva regeneración física, emocional, mental y espiritual.
El tránsito de Plutón en Acuario
promete ser apasionante y seguiremos reflexionando sobre ello en próximas
entregas.
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