Mi hijo tenía a un amigo a quien solía
invitar a casa después de la escuela cuando eran adolescentes. Llamémoslo
Scott. Me encantaba este chico. Tenía un comportamiento muy dulce; me llamaba
“Sra. Berg” incluso mucho después de haberle dicho que podía simplemente
llamarme Monica. Tenía integrado que siempre debía hablar con respeto a los
adultos. Eso me hacía sonreír. También limpiaba lo que ensuciaba, lavaba su
plato y
hasta lavaba un vaso después de usarlo. (Padres, tomen nota: Si quieren
que otros padres adoren a sus hijos y los inviten de nuevo, ¡enséñenles a lavar
su plato!).
"LA COMPASIÓN POR TODOS LOS DEMÁS COMIENZA CON NOSOTROS
MISMOS".
No le cambiaría nada, salvo un pequeño
defecto. ¿Cuál era ese defecto? Lashón hará. Quizá se preguntarán cómo un chico
tan dulce tendría la costumbre de chismear. Scott nunca chismeaba. No creo que
fuese parte de su naturaleza decir ni una cosa negativa sobre alguien más. Sin
embargo, solía hablar negativamente sobre sí mismo.
Cuando mi hijo mencionó que hizo la prueba
para entrar en el equipo de baloncesto, Scott dijo sobre sí mismo que nunca
lograría entrar en el equipo porque era demasiado torpe. Cuando le pregunté si
invitaría a alguien al baile de graduación, contestó que nadie querría ir con
él porque no sabía bailar. Y así sucesivamente. Los kabbalistas enseñan que
el lashón hará incluye hablar negativamente de uno mismo
(junto con el chisme y las palabras que decimos enojados). El problema es que
esto era encantador porque solía decir las cosas con humor. Su autocrítica
hacía reír a sus amigos, lo cual lo hacía parecer menos como habla negativa y
más… pues, graciosa.
Aunque la inclinación de Scott por destacar
sus inconvenientes era común, los que lo rodeaban solían asumirlo simplemente
como parte de su personalidad. Esta tendencia no es poco común en los
adolescentes. De hecho, la mayoría de los adultos lo ignoran porque asumen que
los chicos dejarán de hacerlo cuando crezcan. No obstante, hablar negativamente
sobre uno mismo está lejos de ser inocuo; con el tiempo, puede ser perjudicial
para la salud mental y el bienestar de un chico.
Una investigación reciente descubrió que
estar expuestos a palabras negativas, ya sean habladas o escritas, causa que
nuestro cuerpo libere hormonas que producen estrés. El impacto químico de esta
respuesta en nuestro cerebro puede resultar en ansiedad y depresión. Asimismo,
estas hormonas que producen estrés pueden interferir con el lóbulo frontal, el
área del cerebro conectada con el comportamiento racional y la toma de
decisiones.
Esto no es nada nuevo para la mayoría de
nosotros. Sabemos cuán dañino puede ser el maltrato verbal, especialmente
cuando es dirigido a niños. Quizá el resultado más sorprendente de esta
investigación es que el efecto es el mismo, ya sea que las palabras negativas
estén dirigidas hacia fuera o hacia nosotros mismos. Es decir, el lashón
hará es igual de perjudicial para tu salud emocional sin importar cómo
lo uses.
"USAR PALABRAS POSITIVAS ES CRUCIAL PARA NUESTRO CRECIMIENTO
ESPIRITUAL".
Aquellos de nosotros que nos esforzamos en la
transformación espiritual buscamos ofrecer bondad a los demás. Motivamos a
nuestros amigos y familiares, les decimos que los queremos y les damos apoyo
cuando encuentran obstáculos o desventuras en sus vidas. Por otro lado, no nos
ofrecemos a nosotros mismos ni la mitad de la bondad que damos a otros. Se
puede sentir autoindulgente, pero no lo es. Es amor propio. Dirigir positividad
hacia nosotros es vital; en efecto, la compasión por todos los demás comienza
con nosotros mismos.
El habla negativa hacia nosotros mismos se
puede volver un hábito fácilmente, y los hábitos son difíciles de dejar. Dado
que los chicos todavía están descubriendo quiénes son y cómo interactuar con el
mundo fuera de sus familias, corren el riesgo de que el habla negativa hacia sí
mismos cree patrones neuronales en el cerebro que den continuidad a este
comportamiento, lo cual impacta la manera en la que se perciben como adultos.
Tener una imagen personal positiva es difícil
para la mayoría de los chicos en algún momento de su adolescencia. Es natural
que pasen por períodos en los que esta disminuya. Al reprobar un examen, no
lograr entrar en algún equipo o vivir su primer desamor. Como padres, es
devastador ver a nuestros hijos pasar por desilusiones. Nuestro trabajo es
estar presentes en su vida, motivarlos y apoyarlos. Según la doctora en
psicología Mary K. Alvord, “los padres desempeñan un gran papel en ayudar a sus
hijos a desarrollar una herramienta de vida fundamental: la capacidad de
reconocer sus pensamientos, dar un paso atrás y ver el panorama completo, y
decidir cómo actuar con base en una perspectiva más realista”. Al ayudarlos a
trabajar sus emociones, podemos identificar mejor el habla negativa una vez que
comienza y ayudarlos a evitar que caigan en un círculo de negatividad.
Alvord dice: “La idea es que los padres no
silencien los pensamientos negativos. Investigaciones han demostrado que
intentar ‘suprimir las ideas’ puede hacer que la idea persista. Lo conveniente
más bien es que el chico enfrente el pensamiento, lo examine cuidadosamente y
lo reemplace con una perspectiva más realista y útil”. Por ejemplo, si tu chico
se lamenta de que no logrará entrar en una buena universidad porque reprobó un
examen, quizá puedas hacerle preguntas para ayudarlo a pensar con más lógica.
Conversa con él cuánto de la calificación de la asignatura depende de ese
examen o cómo le va en otras asignaturas. También puedes mencionar que las
universidades toman muchos factores en cuenta. Dirigir la atención lejos de la
autoculpabilidad irracional y cualquier tendencia a volver todo una catástrofe
ayudará a prevenir que suelten palabras negativas sobre sí mismos.
Mi herramienta favorita para ayudar a mis
hijos a desviar la atención de pensamientos negativos es preguntarles qué
consejo le darían a un amigo en la misma situación. Me gusta mencionar a algún
amigo en específico (esto sirve también para adultos). Somos mucho más
compasivos y positivos con nuestros seres queridos que con nosotros mismos.
Escucha lo que digan. Estas palabras inevitablemente serán más útiles y
positivas que las palabras que se digan a sí mismos. Hagamos que esto se vuelva
un “pensamiento sustituto” para romper el patrón de negatividad.
Mi esposo, Michael Berg, ha dicho: “El
prerrequisito para cualquier trabajo espiritual que hagamos —ya sea hacer
restricción sobre acciones negativas o hacer acciones positivas— es, primero y
principalmente, abstenernos del habla maliciosa y negativa. Porque si
ejercemos lashón hará, colocamos una coraza alrededor de
nuestra alma, entonces toda la Luz que atraigamos como resultado de nuestro
trabajo espiritual ni siquiera podrá entrar; no puede asistirnos ni apoyarnos
en nuestra corrección”. Usar palabras positivas contigo mismo al igual que con
los demás es crucial para nuestro crecimiento espiritual. Depende de nosotros
ayudar a nuestros hijos a aprender a hablarse a sí mismos a fin de que puedan
compartir esa positividad con el mundo.
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