En el capítulo de Qui Tavó
leemos bastante sobre las bendiciones y las maldiciones. Mientras que las
bendiciones fueron dadas al Monte Guerizim, al Monte Ebal se le dieron las
maldiciones. A mí me encanta esta porción y las lecciones que contiene, ¡y hay
muchas! Pero la pregunta que más me hacen los estudiantes en esta semana es:
¿Cómo me conecto con las bendiciones y no con las maldiciones?
¿CÓMO
ME CONECTO CON LAS BENDICIONES?
A menudo me gusta decir que
las bendiciones y las maldiciones son dos lados de la misma moneda. En
cualquier situación, hay oscuridad y hay Luz. Por ejemplo, todos hemos
escuchado sobre alguna persona cuya supuesta buena suerte fue ganar la lotería,
sin embargo, con más dinero suelen venir más problemas. Por otro lado, he conocido
familias en las que alguien pasó por una grave enfermedad y, no obstante, esa
situación los unió y los fortaleció más que nunca.
Como verás, no existe tal
cosa como una situación (o persona, si vamos al caso) que sea totalmente buena
o totalmente mala. En todo hay un poco de Guerizim y un poco
de Ebal. Aquel con el que escojamos conectarnos depende de nuestra conciencia.
Por esa razón la “certeza”
es un término que escucharás una y otra vez en el Centro de Kabbalah. Tener
certeza es saber que todo lo que vivimos es por un bien mayor, para nuestro
beneficio a la larga. Los regalos que nos son dados en la vida son para que los
disfrutemos y los compartamos con los demás. Los desafíos se presentan para
enseñarnos algo, fortalecernos y acercarnos a la Luz. ¿Acaso el “bien” no
estaba en los dos montes? Con la certeza, podemos llegar a la hermosa
conclusión de que la bendición más grande de todas es la capacidad de ver todo
como una bendición.
"LA
BENDICIÓN MÁS GRANDE DE TODAS ES LA CAPACIDAD DE VER TODO COMO UNA
BENDICIÓN.".
Solo estamos a dos semanas
de Rosh Hashaná y no es coincidencia que haya una energía palpable en el
universo en este momento que puede ayudarnos a ver la mano de Dios en todo. Qué
hermoso regalo se nos da en estos días.
Aprovechemos este momento
al tomar las situaciones en nuestra vida que parecen oscuras —puede que estemos
enfrentando desafíos o lidiando con situaciones de nuestro pasado (nuestra
niñez, quizá)— y ver la inspiración de una fuerza divina, un plan mayor.
Preguntemos: ¿Dónde está la Luz en esta situación? ¿Qué debo hacer? ¿Aprendí
algo de ella? ¿Me fortalecí o todavía puedo fortalecerme gracias a ella? Si
tenemos un dolor provocado por alguien, quizá la pregunta deba ser: ¿Cómo puedo
poner límites para que esto no vuelva a ocurrir? ¿Estoy, de algún modo,
haciéndole esto a alguien?
Estos son solo algunos
ejemplos, pero al hacer este tipo de preguntas durante esta semana, podemos
llegar a entender: “Sí, esta situación ha sido difícil, pero cambié y mejoré
gracias a ella”.
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