Cuando
estaba recién salida de la universidad con mi título en mano, y el
descubrimiento de que no quería ejercer una carrera para la que pasé cuatro
años preparándome, emprendí un viaje para encontrar la carrera correcta para
mí. Lo que ignoraba en aquel momento es que estaba en un viaje todavía más
importante para encontrarme a mí misma, descubrir quién era y en quién quería
convertirme.
Así que
me dediqué a buscar empleo en las áreas que más me interesaban. Siempre quise
recorrer el mundo, así que busqué empleo en la industria aerocomercial y
encontré un empleo como azafata.
"El
requisito para una revelación transformadora es elegir dar ese salto de
fe".
En la escuela
de sobrecargos aprendí muchas destrezas y lecciones de vida útiles. Sin
embargo, una de las más profundas fue cuando estábamos aprendiendo los
procedimientos de rescate y evacuación. En este día en particular, nuestra
clase fue trasladada a un avión que estaba estacionado en la pista. El
instructor principal nos demostró cómo llevar a cabo procedimientos de
evacuaciones de emergencia. Después de que nos turnáramos para abrir la puerta
de emergencia, llegamos al siguiente paso que era activar el tobogán de salida.
El instructor me pidió que tirara la cuerda que inflaba el tobogán, y así lo
hice. Me asomé por la puerta y vi que el tobogán se infló por completo hasta
llegar al piso, mientras se mantenía sujetado al avión por debajo de la salida
de emergencia.
El
siguiente paso era saltar del avión sobre el tobogán. Las instrucciones eran
simples: correr, saltar y sujetarse de las rodillas mientras estábamos en el
aire y mantener esa posición mientras nos deslizábamos hasta tierra firme.
Cuando me levanté y entré en la fila para saltar, me entró un pensamiento
aterrador. Desde donde estaba, no podía ver el tobogán. ¡¡No podía ver el
tobogán!! Todo lo que veía era personas corriendo y saltando en el aire que se
sujetaban de las rodillas mientras caían por debajo de mi campo de visión.
Todo lo
que podía ver era nubes y el cielo azul. ¡Nubes! ¡¡Estábamos aproximadamente a
la misma altura de la terraza de un edificio de dos pisos!!
La
palabra miedo no logra describir mi estado mental en ese momento. Miedo no era
la opción. Era TERROR. Fue en ese momento que me di cuenta que les tenía pánico
a las alturas y que no había ninguna manera de que yo saltara de ese avión. En
lugar de ello, estaba moviéndome firmemente hacia la parte trasera de la fila y
luego escapándome para buscar otra salida posible de ese avión que incluyera
una rampa. Me habría conformado con una escalerilla muy alta en ese entonces.
El
instructor de vuelo (que probablemente ya había pasado por esta experiencia con
otras personas como yo) se aseguró de que no hubiese ninguna otra manera de
desembarcar del avión. Todos los demás habían seguido las instrucciones
tranquilamente y salieron del avión por la salida de emergencia. Ahora solo
quedaban tres personas a bordo: el instructor de vuelo, su asistente y yo.
Mientras intentaba convencerlos para no hacer lo inevitable que, por cierto,
escaló a resistirme físicamente con firmeza, ellos simplemente ignoraron mis
peticiones, amenazas y quejas. Mientras ignoraban por completo mi berrinche, me
sujetaron cada uno con una mano sobre un hombro y la otra en el costado del
pantalón, ¡y me lanzaron del avión! ¡¡¡Me lanzaron del
avión!!!
Me habría
gustado contar que, en ese momento, tuve una charla sincera con mi Ser Superior
y reconocí que de alguna manera era para bien, y que acepté proactivamente las
circunstancias; simplemente entregarme y estar en la posición correcta para
saltar.
"LOS 22 DÍAS
DE LIBRA MARCAN EL INICIO DE UN NUEVO CICLO PARA TODA LA HUMANIDAD".
Pero,
desafortunadamente, no ocurrió de esa forma. En vez de eso, salí volando del
avión dando manotazos y patadas, gritando groserías que ni siquiera sabía que
conocía, sin ninguna pizca de gracia mientras me deslizaba hasta el final del
tobogán. Después de que finalmente aterrizara y cayera en tierra
firme (que me tomó unos 60 segundos, pero se sintió como una eternidad), el
instructor y el asistente con gracia, uno después del otro, asumieron la
posición correcta y aterrizaron seguramente sin que se les moviera un pelo.
Esto pudo
haber sido una increíble historia en la que yo soy la “víctima”. Pero la verdad
es que, en retrospectiva, agradezco mucho esa experiencia. Aprendí muchas
lecciones valiosas que todavía me son útiles hoy en día.
Entonces,
¿qué aprendí de esta experiencia? ¡Muchísimo!
Primero,
entendí que la industria aerocomercial, en cualquiera de sus presentaciones, no
era el camino laboral para mí.
También
entendí que cuando se trata de crear una revelación para pasar a mi siguiente
nivel, no puedo hacerlo sola. El miedo y la resistencia por trascender mi
limitado sistema de creencias eran demasiado grandes como para enfrentarlos por
cuenta propia.
Si no
permito que me lleven hasta el punto de la incomodidad, no estoy creciendo. No
es casualidad que se les llame “dolores del crecimiento”.
He
logrado apreciar cada vez más el hecho de que todos necesitamos a alguien en
nuestra vida que nos respalde, alguien de nuestro lado que vea nuestro
potencial y que tenga más certeza en nosotros de la que nosotros mismos tenemos
a fin de manifestar ese potencial.
No
apreciaba el apoyo en el momento que me lo ofrecieron. Me sentí más como una
víctima porque estaba muy ocupada aferrándome a permanecer igual, en lugar de
apreciar el proceso de transformación.
Fui muy
afortunada en tener el apoyo de alguien que estaba más interesado en que yo
tuviera una revelación y que le importara más mi desarrollo que mi aprobación.
El
requisito para una revelación transformadora es elegir dar ese
salto de fe, ya sea que lo aceptemos proactivamente o permitamos que nos impulsen.
En la
medida que continúo enfrentando desafíos en mi camino, también continúo
desarrollando gratitud por mi maestra espiritual, Karen Berg, cuyos ejemplo,
orientación y apoyo (e impulso a veces incómodo pero amoroso) me han enseñado
que las limitaciones no existen. Lo único que me limita es mi propia
imaginación acerca de lo que es posible lograr, tanto para mí como para el
mundo. Por eso y mucho más, estoy eternamente agradecida.
Durante
la ventana cósmica de Virgo (Elul) y Libra (Tishrei), tenemos la oportunidad de
sembrar conscientemente las semillas para un destino mejor, tanto individual
como globalmente.
Si
quieren tomarse en serio el efectuar cambios verdaderos y duraderos en sus
vidas, mi consejo es que no traten de hacerlo solos. Encuentren a alguien que
identifiquen como más espiritual que ustedes, alguien que aspiren ser de alguna
manera, que no esté interesada en su aprobación a la vez que los impulsa
amorosamente a alcanzar su siguiente nivel.
Los 22
días de Libra marcan el inicio de un nuevo ciclo para toda la humanidad. Lo que
pensamos, sentimos, decimos y hacemos durante este tiempo crucial del año se
desarrollará en el ámbito de causa y efecto personal y colectivo. Con un gran
deseo, la asistencia adecuada y una mente abierta, no hay límites para lo que
podamos lograr.
¡Así que
haz que este sea tu mejor año!
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