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11 de octubre de 2019

El ciclo de Saturno y Plutón en la historia argentina


(Charla en CONSIDERAL)
Alejandro Lodi
(Octubre 2019)

Hemos meditado acerca del ciclo mundano 
Saturno-Plutón a lo largo del siglo XX en referencia a los acontecimientos mundiales. Observemos ahora cómo respondió nuestra comunidad argentina a ese clima mundial, cómo organizamos la circulación del poder y estructuramos
nuestra potencia transformadora (recordemos que de eso se trata el ciclo Saturno-Plutón) a lo largo de los últimos 100 años. Quizás esa reflexión nos permita ampliar nuestra percepción acerca del significado simbólico de la próxima conjunción en el 2020, ser sensibles a lo que está en juego y responder a favor de intuiciones creativas, antes que reaccionar desde patrones inconscientes de conducta colectiva que nos condicionan a la repetición mecánica del pasado. El tesoro de los símbolos de la astrología y de la recurrencia de sus ciclos es hacer explícito lo previsible para, entonces, permitir la innovación. Y esto es aplicable a la vida de los individuos y de las sociedades.
Recordemos las fechas y las posiciones zodiacales en las que se produjeron las últimas tres conjunciones Saturno-Plutón. También agregamos las oposiciones:
1914 en 2º de Cáncer (oposición en 1931).
1947 en 13º de Leo (oposición en 1965).
1982 en 27º de Libra (oposición en 2001).
Y la próxima será:
2020 en 22º de Capricornio.
Estas fechas se corresponden con hitos históricos. En el contexto de 1914, se implanta en la Argentina la ley Sáenz Peña -que habilita el voto universal, secreto y obligatorio- y en las elecciones generales de 1916 se rompe la hegemonía del partido de élite y triunfa, por primera vez en la historia, la Unión Cívica Radical, el partido de “la clase media”. Hipólito Yrigoyen asume la presidencia. Sabemos que en 1930 (momento de oposición del ciclo) un golpe militar altera la continuidad institucional sostenida desde la sanción de la Constitución de 1853. La estructuración del poder, con la ampliación democrática inaugurada en 1916, se lesiona y se frustra. De hecho, muchos historiadores coinciden en reconocer ese acontecimiento como el inicio de un deterioro y decadencia de nuestra sociedad.
En 1947, Juan Domingo Perón recorre el segundo año de la presidencia obtenida en las elecciones de 1946. Gesta un movimiento político con su nombre propio como referencia: el peronismo. La democracia liberal clásica es desplazada por una democracia de masas, en la que prevalecen las corporaciones (empresaria, sindical, militar, eclesiástica…) por sobre los partidos políticos, y el liderazgo carismático por sobre el debate de ideas y la alternancia en el gobierno. Derrocado Perón en 1955, hacia el momento de la oposición del ciclo en 1965 comienza a gestarse un clima político que propicia su regreso, de la mano de una efervescencia juvenil revolucionaria que encuentra cauce en su liderazgo al mismo tiempo que lo cuestiona. Esta tensión se desarrolla en un clima de violencia extrema y su desenlace habrá de generar una de las mayores tragedia políticas en la historia de nuestro país. 
Por su parte, en 1982 ocurre un hecho inédito. Indica el fin del último gobierno militar. Desde 1930, la crisis políticas se habían resuelto invocando a las Fuerzas Armadas. Esto había generado un largo periodo de inestabilidad política y social, sostenido en un supuesto instalado en nuestra tradición nacional: “la casta militar es la reserva moral de la nación”. La vigencia de esa creencia en la conciencia colectiva se disuelve en modo irreversible con los crímenes que la represión ilegal, el terrorismo de Estado y la Guerra de Malvinas.
Pero en el contexto de la conjunción de Saturno y Plutón de 1982 habría de darse otro hecho novedoso. Por primera vez en la historia el peronismo pierde en elecciones libres. Aquí comienza un ciclo democrático diferente a los anteriores que, precisamente, atraviesa hoy un momento de agotamiento que dará paso a uno nuevo en 2020.
Pero, desde el momento de oposición en 2001, se genera en el inconsciente colectivo la convicción de que si el gobierno elegido con el voto no es capaz de arreglar la economía, entonces “el pueblo en la calle” lo saca. La reserva moral ya no son “los militares” sino “el pueblo en la calle”. El pueblo, como un significante un tanto amplio e impreciso, se reduce a suficiente cantidad de gente movilizada que manifiesta en el espacio público y hace que “el presidente elegido que nos decepcionó se vaya en helicóptero de la Casa Rosada”. Es un mismo diseño que se replica, ya sea en términos de derecha o izquierda, o de una visión más elitista u otra más populista. Ambos modos coinciden en relativizar el valor del sistema democrático. El sistema republicano democrático, de este modo, no resulta un valor absoluto. El ejercicio de los gobernantes que elegimos por elecciones libres (el valor de la democracia que hemos construido desde 1982), si bien no puede ser interrumpido por un golpe militar, si puede cesar por aclamación popular.
Esto es una evidencia de que la valoración del sistema republicano todavía no está garantizada. El aparato institucional basado en la división de poderes no es sólido. La democracia no ha sido confirmada.
Haciendo foco fino, la conjunción Saturno-Plutón en 1982 fue muy particular. No se dio en cualquier lugar de la carta, sino en un punto muy sensible: sobre el Ascendente a 25° de Libra. Es decir con la guerra de Malvinas, la caída del mito de la casta militar redentora y la apertura de la democracia, comienza en nuestro país tanto un ciclo saturnino como plutoniano. Sabemos que cada vez que un planeta cruza el Ascendente se inicia un ciclo. Saturno y Plutón, al cruzar el Ascendente en simultáneo, están iniciando un proceso institucional (Saturno) y nuevas formas de organizar las relaciones de poder (Plutón).
La próxima conjunción Saturno-Plutón en 2020 se dará en 22° de Capricornio, en la casa IV y en cuadratura al Ascendente de la carta de Argentina. Doblemente importante. Más allá de los temas asociados a la casa IV, en un ciclo representa un momento de forma. Es decir, la experiencia del poder con modos democráticos que iniciamos en 1982 está en tiempo de definir forma hacia el 2020. Aquella democracia no desarrolló solidez y confiabilidad suficientes, y se acerca a un tiempo que da la posibilidad de hacerlo.
Nos acercamos a un tiempo que ofrece un nuevo modo de estructurar la circulación del poder. Se trata de un tiempo de fundación, como lo fue 1914, 1947 y 1982. Un tiempo propicio para reformar las leyes, los acuerdos básicos, incluso la constitución nacional. Y aquí se plantea la disyuntiva. Una posible reforma de la constitución ¿reflejará el espíritu de la democracia o la voluntad de líderes autocráticos? ¿establecerá que la aclamación popular otorga legitimidad a las decisiones de figuras providenciales o proclamará el valor de la cultura democrática y republicana, con división de poderes y alternancia en el ejercicio de los mismos? Podría ser el desafío de una constitución que incluyera la visión de una democracia propia del siglo XXI, o el repliegue en formas -no necesariamente democráticas, o incluso pre-democráticas- características del siglo XX o del XIX. 
Estamos en un tiempo en el que, a nivel colectivo, debemos decidir qué tipo de democracia queremos. Esta perspectiva permite ver que el periodo de gobierno de 2015 al 2019, en verdad, fue una transición hacia un periodo mucho más determinante que será de 2019 a 2023.


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