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19 de julio de 2022

Las siete Joyas de Sabiduría


Reencarnación, la Primera Joya

La Reencarnación, la primera Joya de Sabiduría, nos enseña quiénes somos, el origen de nuestro núcleo eterno y el origen de nuestros cuerpos temporales. Nos enseña a ver detrás de las formas físicas y a reconocer la Vida fundamental que está trabajando en el trasfondo de estas, y nos enseña además a liberarnos a nosotros mismos de la forma de vida basada en la sentencia de que “uno solo vive una vida”.

Cuando reflexionamos en las tres proposiciones que se presentaron en el artículo anterior, llegamos a la primera de las siete Joyas de Sabiduría: la reencarnación o, un término más amplio y mejor, el volver a tomar cuerpo.

El término empleado generalmente es reencarnación, volver a encarnar.El movimiento de la incesante manifestación y retiro y el peregrinaje obligatorio para cada Alma a través del Ciclo de Encarnación, lleva en sí una imagen majestuosa de ese volver a la corporalidad: vida –consciencia – que siempre es, y que una y otra vez se manifiesta a sí misma en el mundo de la forma, a fin de desenvolver sus latentes e ilimitadas posibilidades para el crecimiento espiritual. Vida que se retira a los mundos internos después de cada período de experiencia, para asimilar lo aprendido y absorber la percepción interna obtenida, que será parte de la consciencia activa en la siguiente encarnación.

Este proceso se aplica al hombre, así como al universo, a un planeta o a un átomo material. Gracias a este “misterio de vida y muerte” podemos encontrar innumerables indicios directos. Toda la naturaleza es cíclica.

Desde el ritmo del día y la noche y las cambiantes estaciones, al surgimiento y caída de las civilizaciones –la vida se renueva a sí misma de incontables maneras. Percibimos períodos de crecimiento externo y declinación que a largo plazo muestra ciertos desarrollos.

Pero a pesar de estos indicios, para mucha gente quedan todavíaimportantes preguntas. ¿Qué es exactamente lo que reencarna? ¿Qué consecuencias tiene esta enseñanza para nosotros? ¿Qué lecciones prácticas y ejemplos hay de que la reencarnación como Joya de Sabiduría enriquece nuestras vidas? ¿Qué es lo que reencarna? el principio Omnipresente, la primera proposición fundamental, nunca encarna, – ello solo es. La esencia espiritual del hombre es una chispa de Ello y por lo tanto, no encarna tampoco. Esta esencia espiritual del hombre siempre permanece en su plano espiritual, pero proyecta un rayo de sí misma –una fuerza. A esta fuerza que fluye desde ella la podemos llamar alma. Es el alma la que nos hace humanos. Este es el elemento que reencarna. Este es el pensador. Nosotros diferimos de los otros reinos por nuestra habilidad para razonar. De manera que el humano en su totalidad es un ser compuesto. Esta consciencia compuesta puede dividirse en espíritu, alma y cuerpo.


El espíritu es el núcleo inmortal, la chispa divina. Este aspecto nuestro es imperecedero. Luego viene el alma. El alma es el ligamen entre espíritu y cuerpo, el cual es el vehículo de la consciencia total. El alma humana es nuestra capacidad pensante. Como tal también el alma es un compuesto. Su aspecto superior tiene una tendencia hacia lo superior, orientado a lo espiritual. El aspecto inferior está enfocado en el cuerpo y está inclinado a lo material.

El alma es esa parte del hombre que recurrentemente encarna. Es la parte del aprendizaje en el humano y la que se envuelve a sí misma en un cuerpo material una y otra vez a fin de aprender sus lecciones.

Ahora bien, no podemos considerar las siete Joyas separadas unas de las otras – ellas son elaboraciones de las tres proposiciones fundamentales. Por lo tanto, la doctrina de la reencarnación no puede comprenderse con claridad si uno no incorpora las otras Joyas, particularmente la segunda Joya: “Karma”. La reencarnación del hombre es la reencarnación de un ser individual, con un carácter que está formado por causas y efectos – la ley del karma – a través de una larga serie de vidas. En este artículo nos enfocaremos principalmente en la reencarnación.

No más miedo a la muerte

Si hay una razón de por qué la doctrina de la reencarnación ha venido a ser de gran valor en nuestras vidas, sería entonces entender que la muerte no es el final, sino una fase de reposo en el ciclo de vida y muerte. El miedo a morir – la imagen paralizante que la gente a menudo asocia con la muerte – se desvanece; la reencarnación proporciona paz mental. Nuestro cuerpo puede morir eventualmente, pero nuestro núcleo esencial es inmortal. Y el alma volverá a reasumir su desenvolvimiento con energía y vigor en la próxima encarnación. Esa paz interna y esa tranquilidad se aplican también a aquellos que amamos o a otros que están pasando por el proceso de morir. Para muchos que tienen un ser querido que está en ese proceso de morir, el verdadero conocimiento sobre la muerte hace que las cosas sean más fáciles para enfrentarla. Entonces, el proceso puede ocurrir en paz y armonía. La lucha por la vida y las fuertes emociones que usualmente acompañan a la idea de que “solo vivimos una vez” dan paso a una transición calmada de una condición a otra.

La doctrina de la reencarnación también pone el tema de la enfermedad en una perspectiva distinta. ¿Qué ocurre cuando estamos enfermos? De hecho, ese es un proceso en el cual una persona es confrontada con los resultados de un desbalance que ella ha causado en el pasado en su consciencia compuesta. La enfermedad, tan desagradable como pueda serlo, es una expresión del proceso de restauración.

Por supuesto que aquí el karma – la doctrina de causa y efecto – juega también un papel. Pero también es un hecho que nuestro sistema de salud a menudo está enfocado en la preservación de la vida externa incluso en situaciones en las que la consciencia de alguien se encuentra claramente en la fase final de la agonía. Este es el resultado directo de la visión general en nuestra sociedad que no considera la reencarnación.

El proceso natural

El proceso de morir es una fase natural del ciclo de aparición y desaparición por el que cada ser debe pasar incontables veces. La fase marca una transición de un estado de consciencia a otro. Durante el proceso de muerte, el alma se retira lentamente del cuerpo. Los aspectos superiores del alma, en particular la espiritualidad que aquella persona ha desarrollado en la vida que ahora termina, quedará embebida en el núcleo espiritual. Los aspectos inferiores, así como el cuerpo, se desintegrarán.

En un anciano el retiro del alma es un proceso natural que usualmente toma más tiempo que unos pocos días. De hecho, puede tomar varios años. Si esto ocurre en forma natural, el alma, la parte nuestra que aprende, puede asimilar óptimamente la cosecha de la vida que ha vivido y esto la prepara más efectivamente para la siguiente encarnación. Visto kármicamente, nosotros plantamos las semillas de nuestro futuro por elecciones que hoy hacemos: cada día, cada año, hasta nuestros momentos finales. Somos nosotros mismos quienes determinamos cuál será nuestro futuro, nuestra siguiente vida.

Desde el punto de vista de la reencarnación, el alma no muere. Es el cuerpo el que muere o mejor aún se desintegra, porque la vida se retira de éste. La atención médica que mantiene el cuerpo vivo de modo no natural, mediante la aplicación de la tecnología, no calza con esta imagen. Al mismo tiempo vemos que, por las mismas razones –tampoco lo hace la eutanasia. En este caso no todas las lecciones que ofrece la vida han sido aprendidas todavía y es precisamente en los últimos momentos previos a la muerte – aun cuando sea dolorosa – que se aprenden las mayores lecciones de la vida.

La visión panorámica

Durante la agonía, ocurre un importante proceso llamado “recuento”: es un mirar atrás y una especie de rendición de cuentas sobre la vida que estamos por terminar. ¿Qué clase de vida vivimos? ¿Qué aprendimos? ¿Qué lecciones podemos extraer de la vida que está ahora llegando a su fin?

De hecho, esta revisión de vida comienza varios meses o años antes de la llegada de la muerte. Las personas involucradas en el cuido de moribundos ya sea de manera privada o profesionalmente pueden ayudar a los ancianos o enfermos terminales conversando con ellos acerca de su vida y preguntándoles sobre el particular.

Después del último latido del corazón, este proceso continúa en una forma muy iluminadora. La persona que está muriendo ve entonces pasar toda su vida ante los ojos de su mente. Observa lo que experimentó y pensó desde su infancia hasta este punto de su muerte física, pero desde una perspectiva superior. El alma contempla la vida pasada con claridad excepcional, comprende las relaciones del cómo y del porqué, ve la justicia de todo lo que le ha ocurrido y en un destello ve las oportunidades de su futura encarnación. Esta visión es de suma importancia para la asimilación de las expansiones de consciencia obtenidas en esa vida que acaba.

Una segunda visión panorámica ocurre cuando los principios medios se separan de los superiores. Justo antes de reencarnar se vuelve a experimentar un vislumbre de las posibilidades que se abren ante él en esa nueva encarnación.

Vida diaria

En nuestra vida diaria los procesos de muerte y reencarnación son de mucha importancia. En cierta forma, el ritmo de vigilia y sueño es como una pequeña muerte cada día: el sueño es como una muerte incompleta y la muerte como un sueño completo. Pero además, estos procesos son idénticos. Esa es la razón de por qué se nos aconseja evaluar conscientemente cada día: el ver hacia atrás y reflexionar honestamente para nosotros mismos. ¿Qué estuvo bien, qué no estuvo tan bien y qué podemos concluir? En la mañana podemos recapitular la mini-visión de la noche anterior, de manera que podamos enfocarnos en el nuevo día. Del mismo modo que podemos extraer nuestras conclusiones espirituales de la pasada vida, también podemos extraer conclusiones de las experiencias que tuvimos durante el día, si desarrollamos este hábito de revisar lo que pasó antes de irnos a dormir. Algunas personas se preguntan cómo pueden prepararse mejor para la hora de su muerte. Pues bien, evalúese el día antes de dormir. Obsérvese, como lo haría un observador externo, sin ningún juicio emocional. Pregúntese cómo puede hacerse mejor las cosas, cómo puede vivirse más espiritualmente. Medite en el propio ideal de paz y compasión. Después de despertar por la mañana, haga una especie de prevista del día e imagine cómo se puede contribuir a la paz y la armonía en el mundo en una forma positiva. No existe una mejor forma de prepararse para la muerte.

Discapacidad

A la luz de la reencarnación, las enfermedades crónicas y las discapacidades congénitas no pueden considerarse sin karma. Estas enfermedades y limitaciones no son castigos, ni son un capricho del destino; son momentos de situaciones para el aprendizaje: ellos nos dan la oportunidad de desarrollar más compasión.

Muchos estudiantes encuentran la fuerza para aceptar toda clase de inconvenientes a la luz de la Teosofía: un hijo o nieto con una limitación, la pareja con una seria enfermedad. Una vida nunca carece de significado. La consciencia crece y la de alguien con una discapacidad quizás crece más aún. Todos llegaremos eventualmente a convertirnos en Buda. ¡Paciencia! Después de que se lea el artículo sobre evolución progresiva, llegará a ser más claro lo que queremos decir con paciencia.

Es positivo pensar que una limitación –y quién no tiene alguna o algún pariente con una-se trata de una lección en la vida. Pero esto tampoco concuerda en aquella idea de “vivimos solo una vida”. Solo podemos verlo de una manera positiva desde la perspectiva de la reencarnación. De otra manera no podemos ver el sentido de esto. O puede ser – y a veces a menudo –, que la limitación tenga una connotación negativa como resultado de interpretaciones religiosas degeneradas. “Se trata de un castigo de Dios, el castigo de Alá, o es un mal karma, debió haber hecho algo malo en una vida pasada”. Esta es la horrible idea de que “eso es por tu culpa”, idea que está en total contradicción con el conocimiento teosófico sobre reencarnación y karma. No existe ni buen ni mal karma: solo hay causa y efecto, y nuestras dificultades a menudo prueban ser más valiosas para nuestro despertar espiritual que cuando las cosas van muy suavemente. Un niño con una discapacidad congénita ha determinado por sí mismo las capacidades específicas y limitaciones de sus vehículos. No fue por un accidente que obtuvo esa discapacidad. No hay coincidencias en esto. Su cuerpo y su alma se han moldeado de acuerdo con su desarrollo y su carácter. Existe la Justicia. En esta vida él tendrá posibilidades muy específicas para restaurar el desbalance en su constitución. Él puede practicar su voluntad aun cuando el mundo a su alrededor apenas se percate.

Ayudar de manera impersonal

¿Cómo se puede ver la muerte de un niño pequeño desde la perspectiva teosófica? Especialmente en esta clase de situaciones la Teosofía tiene un gran valor. El nacimiento y el proceso de la muerte obtienen un significado totalmente distinto cuando lo vemos a la luz de la reencarnación. En especial cuando se trata de la muerte de niños y jóvenes. Entonces es obvio que en un sentido material la encarnación no fue muy exitosa: el vehículo no era suficientemente apropiado para permitir la expresión del Ego que reencarna. De hecho los niños que mueren poco después de nacer pueden ser considerados como un nacimiento fallido. Un niño así, difícilmente tiene activa su mente pensante y aún no ha aprendido ninguna de las lecciones espirituales que necesita procesar. Esa consciencia del niño que acaba de morir pronto encuentra nuevas y apropiadas posibilidades para volver a encarnar; no se necesita un largo período de descanso. Aplicando la Teosofía en la vida, nuestras percepciones y visiones se incrementan y se pueden manejar mejor estos problemas.

Si se observa compasivamente a nuestro alrededor tanto a los humanos como a todo lo que vive, la comprensión se amplía. Se ve la unidad en todo; que la hermandad es un hecho en la naturaleza. Si se toma la reencarnación como punto de partida en la vida, esto no solo ayuda a desarrollar claridad y una visión más penetrante en tiempos difíciles, sino que también capacita para ayudar realmente a otros, mientras que se ignora la propia situación. Vivir la Teosofía es establecer un ejemplo que verdaderamente puede ayudar a otras personas. No dejarse arrastrar por el sufrimiento personal, sino mostrar a otros cómo lidiar de una manera impersonal con la pérdida. ¿Cómo hacerlo? Este es un ejercicio en el Sendero: vivir para el beneficio de la totalidad, servir al ideal de la fraternidad. El Sendero de Compasión se describe de muchas formas en los escritos espirituales de las grandes religiones y filosofías. Olvidarse de uno mismo, de modo que nuestra Alma pueda crecer. Ignorar los anhelos de la personalidad inferior para enfocarse en el crecimiento de las capacidades espirituales. Evaluar nuestros días. Hacer el bien y no mirar atrás, no desear ni esperar resultados. Vivir la compasión. La ayuda impersonal es una ayuda sostenible.

La vejez a la luz de la reencarnación

Y entonces, cuando nos hemos esforzado en vivir una vida con significado, súbitamente nos llega la vejez y a menudo somos menos capaces de vivir activamente en el sentido físico. Con frecuencia también nos toma por sorpresa la rapidez con la que la vida parece pasar.

¿Cómo experimentamos esa fase de nuestra vida? Eso depende en gran medida de cómo hemos percibido el proceso en años anteriores. ¿Hemos visto al hombre como un peregrino de la eternidad que en el último estadio de esta vida específica puede ofrecer las habilidades que desarrolló en beneficio de la sociedad? ¿O lo vimos como unidad individual cuyas baterías al final se encuentran muy agotadas y que, siendo un anciano, no debe interferir más con la sociedad? Si podemos decir “sí” a la primera pregunta entonces seremos personas mayores bastante diferentes que otros que han dicho “sí” a la segunda pregunta.

Sí: somos los directores de nuestras propias vidas –tomando en cuenta que las circunstancias kármicas que originamos en anteriores vidas pueden cruzarse en nuestro camino.

Podemos aprender mucho en el hecho de envejecer a la luz de la reencarnación. Como adultos jóvenes, podemos reconocer los ciclos de nuestra vida: períodos específicos de aprendizaje, poner en práctica ideas, acumular experiencia y aplicar nuestras habilidades desarrolladas. Además, si estamos inspirados por una filosofía de vida, mediante una comprensión que crece junto con las experiencias que tenemos, entonces podremos vivir conscientemente, ser los directores conscientes de nuestra vida y prevenir así esos grandes arrepentimientos que llegan más tarde por las oportunidades perdidas.

Así pues, cuando mantenemos ese ritmo de vida, seremos capaces de inspirar a otros con nuestras experiencias. La receta para mantenernos espiritualmente “despiertos” y vitales es mantenernos pensando acerca de la vida, la sociedad y nuestro ideal.

Demencia

Pero llega el tiempo en el que el alma anhela el reposo, anhela retirarse de la vida exterior. En este estado de la vida mucha gente necesita ayuda. Los que trabajan al cuidado de estas personas, deben estar atentos a las necesidades prácticas externas, pero también a los pensamientos internos de los ancianos.

Muchos le temen a la demencia en esa edad. Pero si uno mantiene la mente abierta durante su vida y piensa más en otros que en sí mismo, la demencia no es una fase necesaria.

Sin embargo, pueden existir causas kármicas de vidas pasadas que causan la pérdida de sus capacidades mentales. Es un buen consejo pensar sobre el período final de esta encarnación antes de que el tiempo llegue. Se puede prevenir que decisiones tomadas por otros lleven a circunstancias inesperadas. Es aconsejable contemplar todo el proceso de demencia en la última etapa de la vida y formarse una idea de la manera más sabia de manejar esto. En esta forma uno puede preparar sus propias decisiones para esa fase final de su vida.

Pero sobre todo, llegar a viejo debe estimularnos – a cualquier edad que sea –, a mejorar activamente y a expandir nuestra visión de la vida. Vivir a la luz de la reencarnación es vivir dándose cuenta de que, juventud o vejez, son conceptos extremadamente relativos y sin importancia en la perspectiva de la inmortalidad de la vida misma, esto es, la inmortalidad del núcleo de nuestra consciencia. Ser capaz de vivir y trabajar por el desarrollo espiritual de toda la humanidad, es un pensamiento de una belleza sin fin si tomamos consciencia de que cada uno de nosotros es en esencia vida misma y que la vida nunca llegará a un final.

En el siguiente artículo exploraremos cómo podemos visualizar las consecuencias kármicas de vivir la Teosofía en la práctica del diario vivir.

 

 

 

 

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