Seguramente no hay punto alguno en que se vea de un modo tan manifiesto a qué absurdos extremos pueden conducir las erróneas interpretaciones de ideas y doctrinas primitivas. El Satán de la teología occidental, con todo el horror dogmático de tal ficción, es hijo de una interpretación viciosa que ha desfigurado por completo uno de los conceptos más ideales y profundamente filosóficos del pensamiento antiguo.
Las leyendas de los "Ángeles caídos" y de
las "Guerras en el cielo" son de origen puramente pagano, y proceden
de la India y de la Caldea. Dichas guerras se refieren a luchas de ajustamiento
espiritual, cósmico y astronómico, pero principalmente al misterio de la evolución
del hombre, tal como es en la actualidad.
El clero de todas las religiones dogmáticas
considera a Satán como "Enemigo de Dios", "Ángel rebelde",
"Ángel del Mal", o "Espíritu de las Tinieblas"; pero, una
vez que deja de ser considerado según el supersticioso y antifilosófico
espíritu de las Iglesias, Satán viene a convertirse en la grandiosa figura de
un Personaje que del hombre terrestre hace un Hombre divino; que le da, durante
el dilatado ciclo del Mahâkalpa, la ley del Espíritu de Vida, que le libra del
pecado de la ignorancia, y por lo tanto, de la muerte.
Satán era uno de los "Hijos de Dios" y el
más hermoso de sus arcángeles. En los Purânas, el primer "Adversario"
en forma humana es Nârada, hijo de Brahmâ, y uno de los más grandes Richis y
Yoguis, designado con el sobrenombre de "Promovedor de contiendas".
Satán es uno con el Logos. El Logos es Sabiduría,
pero, al mismo tiempo, como adversario de la ignorancia, es Satán y Lucifer.
Satán es el verdadero creador y bienhechor, el Padre espiritual de la
humanidad, el Heraldo de la Luz, el brillante Lucifer que abrió los ojos al
autómata "creado" por Jehovah, y confirió al linaje humano la
inmortalidad espiritual.
Impulsado por la ley del Karma y de la evolución
eterna, el Ángel se encarnó como hombre en la tierra conservando todo su saber
y conocimiento divinos. La Sabiduría divina, cayendo como un rayo (cadebat ut
fulgur), avivó la inteligencia de aquellos que luchaban contra los demonios de
la ignorancia y de la superstición.
Satán puede considerarse alegóricamente como el
Bien y el Sacrificio y como Dios de la Sabiduría. No sin razón, pues, se le ha
calificado de "Adversario", porque es, como acaba de decirse, el Dios
de la Sabiduría, y especialmente de la Sabiduría secreta, naturalmente opuesta
a toda ilusión mundana y efímera, incluyendo en ellas las religiones dogmáticas
y eclesiásticas.
Por otra parte, Satán ha existido siempre como
fuerza antagónica, tal como la requieren el equilibrio y la armonía de todas
las cosas de la Naturaleza, de igual modo que es necesaria la sombra para hacer
más brillante la luz, y la noche para que resalte el esplendor del día.
Dios y Satán: los dos "Supremos", son una
sola y misma entidad vista desde dos aspectos diversos. La Iglesia, pues, al
maldecir a Satán, maldice la reflexión cósmica de Dios; anatematiza a Dios
hecho manifiesto en la Materia y en el mundo objetivo; execra a Dios o la
Sabiduría siempre incomprensible, que se revela como Luz y Sombra, Bien y Mal
en la Naturaleza.
Si "Dios" es absoluto, infinito y la Raíz
universal de todo cuanto hay en el universo, ¿de dónde viene el Mal sino de la
matriz misma de lo Absoluto? Así, tenemos que aceptar la emanación del Bien y
del Mal, del Agathodaemon y del Kakodaemon como ramos del mismo tronco del Árbol
del Ser; o de lo contrario, hemos de resignarnos al absurdo de creer en dos
Absolutos.
Pero, bien considerado, no hay realmente Mal en sí;
el Mal no es sino una fuerza ciega antagónica en la Naturaleza; es reacción,
oposición y contraste; mal para unos, bien para otros; no hay regeneración ni
reconstrucción sin destrucción. Si desapareciera el Mal en la tierra, con él
desaparecería el Bien.
Una vez explicada la significación de la alegoría
de Satán y su hueste, resulta que rehusaron crear al hombre físico sólo para
ser los salvadores directos y los creadores del Hombre divino. En lugar de ser
un mero instrumento ciego, impelido y guiado por la Ley insondable, el Ángel
"rebelde" reclamó y exigió su derecho de voluntad y juicio
independiente, su derecho de libre acción y responsabilidad, puesto que el
hombre y el ángel son iguales ante la ley kármica.
Hasta que la Sabiduría descendió de lo alto para
animar a la tercera Raza y llamarla a la verdadera vida consciente, la
humanidad estaba condenada a la muerte moral. Se ha denominado a Satán "Ángel
de las Tinieblas", y esto no deja de ser justo en el sentido de que la
Obscuridad es Luz absoluta, cosa que la teología parece haber olvidado.
Satán es, por fin, nuestra naturaleza humana y el
hombre mismo, razón por la cual se ha dicho que siempre está cerca del hombre e
inextricablemente entretejido con él; sólo es cuestión de que este Poder se
halle latente o activo en nosotros. ¡Cuán otra sería la suerte del mundo si la
gente tuviera más horror a la tenebrosa ignorancia y al frío egoísmo que al
ridículo Satán de la teología!
H. P. Blavatsky
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