Únicamente la verdad es eterna e inmutable y el supremo bien. Pero la verdad no existe ni puede existir en la tierra. Cabe en lo posible que Dios conceda a unos pocos hombres la facultad de entender rectamente la verdad además de la de comprender las cosas divinas; pero nada hay verdadero en este mundo, porque todo contiene materia y está revestido de forma corpórea sujeta a mudanzas, alteraciones y corrupción. El hombre no es la verdad,
porque únicamente es verdadero lo que de sí misino toma la esencia y permanece inmutable.
¿Cómo
puede ser verdadero lo que varía y cambia radicalmente? Por lo tanto, la verdad
es únicamente lo inmaterial, lo que no está encerrado en corpórea envoltura, lo
que no tiene color ni forma ni está sujeto a mudanza ni alteración, en una
palabra: lo ETERNO. Todo cuanto perece es ilusorio. En la tierra no hay más que
disolución y generación. Toda generación procede de disolución. Las cosas de la
tierra son apariencias y remedos de la verdad, como lo pintado respecto de lo
vivo. La muerte es para muchas personas un mal, puesto que la temen
profundamente. Esto es ignorancia. La muerte es la disgregación del cuerpo,
pero el ser que mora en él no muere… El cuerpo material pierde su forma. Los sentidos
que lo animaban se restituyen a su origen y recobran sus funciones; pero van desprendiéndose
gradualmente las pasiones y deseos y el espíritu asciende a los cielos para convertirse
en ARMONÍA. En la primera zona desecha la facultad de crecer y menguar; en la segunda,
la malignidad y los fraudes de la pereza; en la tercera, los desengaños y la concupiscencia;
en la cuarta, la ambición insaciable; en la quinta, la arrogancia, la osadía y
la temeridad; en la sexta, la codicia; y en la séptima, la mendacidad.
Purificado así el espíritu por influencia de las armonías celestes, vuelve de
nuevo a su primitivo estado fortalecido por el mérito y la fuerza que adquirió
por sí mismo y que legítimamente le pertenecen.
Entonces
empieza a convivir con los que eternamente loan al PADRE. Desde aquel punto mora
entre las Potestades y alcanza, por lo tanto, la suprema bienaventuranza del conocimiento.
Se ha convertido en Dios… No; las cosas de la tierra no son la verdad.

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