José Luis Stevens
Una de las mayores ventajas y desafíos de la humanidad es nuestra capacidad de expectativa, de esperar. Nuestra capacidad de esperar nos permite reunir datos y planear eventos de modo de poder sobrevivir. Por ejemplo, usamos nuestros poderes de observación para reunir datos sobre cambios en el clima. Cuando percibimos una caída repentina y dramática en la temperatura, vientos que vienen del
norte, nubarrones formándose en el cielo, y los animales comportándose de maneras reveladoras, esperamos una tormenta fuerte, tal vez peligrosa, llegando, de la que debiéramos buscar refugio. Vamos adentro, cerramos ventanas y puertas y demás. Si estamos en el mar, tomamos precauciones similares, ya sea acelerando hacia puerto seguro o arriando las velas, cerrando las escotillas, y apuntando nuestra proa hacia la tormenta para enfrentar a las olas entrando. Si se presentan las señales de una crisis económica, tomamos precauciones vendiendo inversiones vulnerables y tomando otras para bajar nuestros riesgos de perderlo todo.A
lo largo de milenios hemos aprendido a trabajar con las expectativas para
manejar finanzas, para formular estrategias para nuestro avance, juntar
recursos, construir defensas, acopiar comida, y tal vez conservarnos aptos para
movernos rápido y enfrentar la adversidad. Las expectativas se han vuelto una
de las herramientas más poderosas en nuestra caja de herramientas para
sobrevivir y prosperar en un mundo en constante cambio. Sin embargo, la
expectativa tiene un costo y a veces el precio es alto, incluso desastroso. Una
persona o una compañía se prepara para un desastre, pero otra persona percibe
tal vez por intuición que el desastre no se manifestará, y en cambio, esperando
un resultado mejor, encuentra enormes oportunidades.
La
expectativa nos puede hacer demasiado cautelosos o conducirnos a conductas
predictivas que pueden nublar nuestra visión o respuesta creativa al desafío.
El huracán se aproxima y millones de personas corren atestando las rutas para
escapar, y tal vez son inteligentes al hacerlo. Alguna gente toma el riesgo y
se queda en casa y tal vez pierde la vida o tal vez el huracán cambia su curso
y ataca en otro lugar, justo donde la gente estaba escapando de resultados
desastrosos.
Cuando
hemos sido traumatizados tempranamente en la vida, por el abandono, la
violencia, el abuso sexual, o el hambre, la pobreza y cosas así, puede dejarnos
cicatrices de por vida al consolidar expectativas de que estas cosas siempre
nos van a suceder. De este modo desarrollamos siete pautas de miedo mortales,
de auto destructividad, codicia, auto desprecio, arrogancia, martirio,
impaciencia, y terquedad. Culturas enteras pueden desarrollar expectativas en
respuesta a la pobreza, la guerra, la invasión, la colonización, y muchas otras
dificultades. Todo esto crea enorme sufrimiento en el mundo y crea una
interminable cadena de eventos similares que resultan de las expectativas
negativas.
¿Por
qué? Porque la mayoría de nosotros sabe que las expectativas generan más de lo
mismo. La ciencia nos ha demostrado que nuestras creencias, y las expectativas
basadas en esas creencias, realmente impactan en la realidad física de maneras
que repiten nuestras expectativas. Podemos ver esto claramente en el efecto
placebo. Por supuesto, el lado positivo de esto es que, cuando esperamos
resultados positivos de una píldora o medicamento, a menudo los recibimos, y es
lo mismo con todos los aspectos de la vida. Si esperamos que a nuestros
estudiantes les vaya bien, así será. Si esperamos que a nuestros estudiantes
les vaya mal porque sostenemos algunos prejuicios, ellos obtendrán los
resultados más bajos.
Las
expectativas suelen centrarse alrededor de nuestros miedos. Como especie, hemos
sido condicionados por el miedo durante cientos o miles de años, debido a que
es endémico en nuestras culturas, religiones, creencias y modos de pensar, y
rara vez alguien nota cuán generalizado está el miedo y cómo es totalmente
aceptado y esperado. Podría decirse en verdad que vivimos con miedo de un día
al siguiente, de un momento a otro. Entonces, ¿estamos debidamente temerosos
porque el mundo es un lugar totalmente temible y suceden cosas horribles si no
estamos super vigilantes? ¿O es que las cosas horribles y temibles nos suceden
porque tenemos tanto miedo?
Exploremos
esto por un momento. El hecho de creer que somos objetos separados uno de otro
y de nuestro medio ambiente conduce muy naturalmente a tener pensamientos de
miedo. Aprendemos que cualquier cosa que no podemos controlar o manejar podría
dañarnos. Entonces, intentamos sin éxito controlar todo. La bala que podría
herir a nuestros hijos. No los perdemos de vista. Podríamos estar justo bajo el
árbol que recibe un rayo. Mejor lo talamos, o simplemente nunca salimos afuera.
No sabemos que está pensando esa otra persona que parece diferente de
nosotros. Mantenerla lejos. Así es como
vivimos. Simplemente dedica una mañana o una tarde a ver si puedes contar el
número de pensamientos basados en el miedo que tienes. Esos miedos suelen tomar
la forma de “¿Qué pasa si…?” Probablemente te horrorizarás de cuán a menudo
contemplas resultados negativos.
Siempre
ha habido individuos y pequeños grupos en todo el mundo que no tienen miedo de
nada. Si preguntamos a esa gente, encontraremos que ellos no se sienten
separados de sus entornos o de los animales o de otra gente. Se sienten seguros
por donde quiera que van. Nunca están donde llega la bala, donde choca el auto,
donde cae la avalancha, o donde golpea el tsunami. No se identifican con sus
cuerpos o sus mentes. Solo se identifican con la percepción conciente universal
e infinita. Son uno con todas las cosas. ¿De quién tendrían que tener miedo?
¿De qué tendrían que tener miedo? Todo
es el Espíritu. Ellos dirían que está en nuestra naturaleza ser de esta manera.
Tal vez solían tener miedo y luego encontraron una manera de no tenerlo. Dirían
que es muy cómodo y efectivo vivir así. No hay estrés. No piensan mucho, más
bien encuentran que simplemente saben lo que necesitan saber. Esta gente
todavía usa el poder de la expectativa cuando es necesario, pero muy frugalmente.
Mayormente están en el momento presente.
Tienen
personalidades, trabajos a los que asisten, un idioma que hablan, amigos,
cónyuges, hijos que criar, y demás, tal como otra gente. De hecho, parecen muy
normales pero satisfechos y relajados. Son amorosos y bondadosos. Algunos son
de altos logros en el mundo. Sin embargo no se ven a sí mismos como seres
separados. Son uno con la humanidad, uno con el mundo. Para ellos no hay cosas
ni objetos separados. Dicen que algún día todos descubrirán esta manera de ser
y el mundo se transformará dramáticamente en el proceso, sin esfuerzo de muchas
maneras, porque es la manera natural de ser. Lo que no es natural es tener
miedo. Eso no significa ser descuidado ni tomar riesgos tontos. La vida como humano requiere discernimiento,
pero no miedo. Tenemos demasiados pensamientos de miedo, 99% de los cuales no
suceden.
La
humanidad está posada en el borde de una era. El viejo paradigma de tener miedo
todo el tiempo de todo está terminado. Los humanos en masa están hartos y
cansados de eso, pero no saben que hay otra manera de ser, o saben que hay otra
manera, pero no saben cómo llegar a ella. Todo este conocimiento está
disponible ahora. Hay más abridores de caminos que nunca antes. La vieja manera
nos ha llevado tan lejos como pudo. Si continuamos en el camino del miedo, es
insostenible, y estamos perdidos. Pero no es ese nuestro destino. Nunca
realmente lo fue. Ha sido un experimento doloroso pero educativo y sabemos
ahora a dónde nos lleva. Hay algunos que todavía se aferran a él. Están los
inexpertos que no conocen algo mejor. Eso no es culpa suya, pero así van. No pueden
hacer su camino, tal como el niño de ocho años no tiene permitido conducir un
coche.
Muchas
personas han estado esperando que el abordaje basado en el miedo de los más
jóvenes fracase, que se autodestruya, y eso está sucediendo como un choquee de
trenes en cámara lenta. Pero tal vez eso no es suficiente. La resistencia
armada o violenta, la rebelión, o la revolución, usualmente solo hacen que el
otro lado ataque y se fortalezca. De modo que ese tampoco es el camino.
Entonces eso deja el camino del despertar. Millones han de decidir que ya no
están dispuestos a tener miedo y actúen de acuerdo a eso, sin miedo,
cooperativamente, de una manera determinada. Debe haber consecuencias políticas
y económicas para quienes amenazan a otros. Eso cambiará rápidamente las
mareas. Luego puede empezar la construcción, pero no la reconstrucción de lo
viejo. La infraestructura del mundo no ha funcionado durante largo tiempo. Hora
de caminos completamente nuevos sin miedo. ¿Cómo se verá eso, cómo se sentiría?
Podemos hacerlo y lo haremos.
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Traducción: M. Cristina Cáffaro

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