Alejandro Lodi
(Diciembre 2019)
El impacto colectivo de una obra artística se
corresponde con el clima de época. Y ese clima de época con las claves del
cielo.
En “Guasón” vemos a un ser atravesado por un
trauma. Una herida ligada a su padre y a su madre. Un padre que lo desconoce y
desprecia. Una madre que sufre y lo retiene. Su crisis se desata cuando
descubre el engaño de su madre (o la evidencia de su desvarío).
Gracias a los símbolos astrológicos, sabemos
que padre, autoridad, modelos, ley y orden social están contenidos en el
símbolo de Saturno, y que madre, afecto, contención, necesidad y mundo
emocional son significados atribuibles a la Luna. La experiencia con nuestro
padre configura nuestro vínculo con la autoridad, nuestra relación con las
leyes y las instituciones de la sociedad, del mismo modo que la vivencia de
nuestra madre moldea nuestra estructura emocional, la capacidad de hacer
contacto con los demás, y de dar y recibir afecto.
También sabemos que Urano simboliza el
registro de lo impredecible, de lo creativo y libre que, por lo tanto, desborda
cualquier marco de contención, condicionamiento al pasado o subordinación a las
necesidades de seguridad más primarias.
Entre Saturno y Luna hay una alianza que está
en polaridad con Urano. La vida es un equilibrio (un caduceo) entre seguridad
emocional y libertad, entre reproducción de modelos y creatividad, entre ley y
cambio. Sin embargo, aprendemos a desarrollar ese vínculo a partir de una
polarización, es decir, desde una distorsión: la de vivir la seguridad
emocional como opuesta a la libertad, la reproducción de modelos como
antagónica a la creatividad, la ley como enemiga del cambio. La polarización es
el encanto de la exclusión, es decir, la pérdida de amor.
Todos tenemos una herida. Todos sufrimos la
falta de reconocimiento del padre y la desilusión de la madre. Todos somos el
Guasón. Todos resonamos con su vulnerabilidad emocional y su conflicto para adaptarse
al orden del mundo. Con la oscuridad de la madre y con la tiranía del padre. Y
con los extremos de la polarización: sometidos o desafiantes, obedientes o
rebeldes, pro-sistema o anti-sistema.
En el pico de su crisis psíquica, cuando su
sentido de realidad colapsa y sus fronteras morales se quiebran, el Guasón se
convierte en el referente social contra el orden establecido. Su propuesta es
sólo la destrucción del orden establecido. El encanto de la anarquía. La
alegría nerviosa de oponerse a todo lo conocido. La descarga violenta contra lo
que nos indigna. Todas nuestra heridas con el padre y con la madre se
concentran en las heridas con un sistema social injusto y cruel, y todo nuestro
anhelo de redención se proyecta en la figura que se animó (o fue animado) a
hacer público su sufrimiento y su demanda. El contagio irrefrenable de la
empatía con un ser en pleno quiebre psicológico. Un humano roto, un mundo roto.
Las historias personales y las redes del inconsciente colectivo.
El éxito mundial de la película “Guasón” es
sincrónico al tiempo de Saturno en conjunción a Plutón en Capricornio. Un
tiempo caracterizado por una corriente anti-sistema de alcance mundial. Una
necesidad psíquica de confrontar al status quo, sin sentir compromiso con
ofrecer algo a cambio. La excitación del colapso, de ver cómo se derrumba un
orden que se imaginaba inconmovible. La liberación súbita de una pulsión vital
reprimida, retenida o incluso desconocida. De profundidad irracional,
inconsciente y primitiva, esa descarga de vitalidad supera toda contención
ideológica y todo refugio cultural: Hong Kong, Santiago, Bagdad, Cochabamba,
París, Teherán… Cómo sublimar esa pulsión en una regeneración creativa del
orden y del poder, o cómo ceder a la fascinación más destructiva y a las
mecanicidades más regresivas de la conducta social de los humanos. Un desafío
para la conciencia planetaria.
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