Cada día de nuestra vida recibimos oportunidades de desviarnos solo un
poco. Pero si cada día, cuando surgen los desafíos, tenemos cuidado de no
desviarnos, y atravesamos con éxito las pruebas que se nos presentan, estaremos
conectados con el Camino de la Vida.
Dice en la porción Lej Lejá que Avraham viaja desde la tierra donde nació, pero el Creador no le dice hacia dónde va. Sabemos, en retrospectiva, que el Creador lo estaba enviando a lo que en aquel entonces era conocido como la tierra de Canaán, hoy en día conocida
como Israel. Era el lugar a donde Avraham necesitaba ir para poder ascender a su siguiente nivel. Y los kabbalistas nos relatan la historia detrás de la que conocemos; Avraham va a una realidad de trabajo espiritual que está más allá de la naturaleza.Mientras se prepara
para su viaje, el Creador dice: Lej lejá […] el haárets asher
areca, “Vete […] a la tierra que Yo te mostraré”. El Creador, como dijimos
antes, no le dice a Avraham a dónde debe ir, solo le dice que empiece con el
viaje. Los kabbalistas enseñan que a medida que Avraham caminaba, llegaba a
diferentes tierras; uno es un lugar llamado Aram Najaráyim, donde dice que
él ve que las personas están comiendo y bebiendo de forma desorganizada y sin
orden. Avraham no sabe si es allí donde tendrá que descansar y ora al Creador y
le pide que no fuera ese el lugar donde debía permanecer.
Avraham continúa
caminando y llega a la tierra de Canaán, donde dice en el Midrash que vio a las
personas que sembraban cuando era debido, y recogían la cosecha en el tiempo
correcto; el trabajo en el campo era organizado. Él oró al Creador para que
fuera ese el lugar donde pudiera asentarse, y sabemos que por supuesto fue allí
donde permaneció.
Por tanto, ¿qué fue lo
que Avraham vio que hizo que orara para no permanecer con el primer grupo de
personas pero sí con el segundo? La respuesta tiene que ver con una lección muy
importante proveniente de las dos oraciones de Avraham.
El primer grupo, las
personas que vivían en Aram Najaráyim, tenían un despertar espiritual y
cierto nivel de entendimiento, pero no eran organizados. No eran serios o
meticulosos respecto a su trabajo espiritual. Sin embargo, cuando Avraham llegó
a la tierra de Canaán y vio a los cananeos hacer todo de manera organizada,
supo que eso también significaba que su trabajo espiritual también era
organizado, preciso y serio. Esto nos muestra que con relación al trabajo y las
conexiones espirituales, hay dos tipos de personas. Todos entendemos que para
conectarnos con la Luz del Creador y manifestar las bendiciones que queremos en
nuestra vida, tenemos que transformarnos y llevar a cabo nuestro trabajo
espiritual. ¿Pero cuán serios y precisos somos al respecto?
Los kabbalistas enseñan
que cada individuo tiene delante de sí 32.000 caminos posibles, de los cuales
ninguno conduce a una conexión con la Luz del Creador. Además de esos 32.000
caminos, hay otro llamado Óraj Jayim, el Camino de la Vida. Por lo
tanto, muchos de nosotros cuando vemos nuestro trabajo espiritual debemos ver
que la interrogante no es “¿Nos estamos transformando, estamos haciendo el
trabajo espiritual o nos estamos conectando?”, sino más bien “¿Cuán exactos y
serios somos con respecto a nuestro trabajo espiritual?”. Creo que algunos de
nosotros entendemos que el camino espiritual es uno general y relativamente
ambiguo; al compararnos con la persona que éramos hace años atrás, o con otras
personas que conocemos, podemos ver que por lo general nos encontramos en el
camino correcto con transformación y conexión, pero es ambiguo.
No obstante, la verdad
es que no es así. Existen 32.000 caminos similares frente a todos y cada uno de
nosotros. Son muy similares y parecen ser los correctos, lo que los kabbalistas
llaman Óraj Jayim, el Camino de la Vida, pero no lo son. El número
32.000 no es una coincidencia. Si tomas este número y lo divides entre los años
de vida de una persona, y luego lo divides entre los días, el resultado sería
aproximadamente dos caminos por día (32.000 dividido entre aproximadamente
ochenta años).
Por ende, la enseñanza
aquí es que cada día de nuestra vida recibimos la oportunidad, o la apertura,
dos veces al día para desviarnos solo un poco. Así que, si cada día, cuando
surgen los desafíos y las pruebas, tenemos cuidado de no desviarnos, y
atravesamos 32.000 pruebas en nuestra vida, tanto en este mundo como en el
siguiente, entonces estamos conectados con el Camino de la Vida. Pero si no
asumimos nuestro trabajo espiritual en esta forma precisa, entonces podemos
desviarnos hasta encontrarnos en un camino muy cercano al real, pero no es el
camino real… solo parece serlo. Rav Áshlag decía a menudo: “Este es el dolor
más grande en la vida, ver a tantas personas que comenzaron su viaje espiritual
desviarse”. Él decía que de mil personas que comenzaban su viaje espiritual,
solo uno —ni siquiera el uno por ciento— completaba el viaje. ¿Por qué?
Hay personas que
comienzan su camino de transformación y conexión, y en cierto punto y por
cualquier razón, lo dejan por completo. Sin embargo, es peor cuando pensamos
que estamos en el camino pero no somos precisos acerca de este. Porque ser
espiritual y estar conectado es una noción vaga, y tomamos nuestras pruebas en
la vida y la seriedad con las que asumimos nuestro trabajo espiritual de forma
muy vaga. Por tanto, nos apresuramos a tomar uno de esos 32.000 caminos. Cada
día, tenemos aproximadamente dos decisiones, dos oportunidades de desviarnos un
poco. En nuestra mente, si no somos cuidadosos y si no vemos nuestro trabajo
espiritual con suficiente seriedad, entonces nos encontramos en la cercanía del
camino correcto, pero no estamos en él.
Imagina, por ejemplo,
que estás caminando por una cuerda floja. Sabes que no puedes inclinarte ni un
poco a la derecha ni un poco a la izquierda porque te caerías; mientras que si
caminas por un sendero pavimentado y amplio, puedes irte a la derecha o a la
izquierda y seguir en el mismo camino general. El camino espiritual se parece
más a la cuerda floja.
Hay otras 32.000
posibilidades que nos permitirán decirnos a nosotros mismos que estamos en el
mismo camino general, pero el trabajo espiritual es exacto. Por ello, cuando
Avraham pasó por Aram Najaráyim y vio que las personas estaban conscientes de
su conexión pero no eran serias o precisas con respecto a ella, y no eran
exactas en su trabajo y en su transformación, pidió al Creador no tener que
vivir entre aquellas personas, porque se desviaría al ser influenciado por
ellas. Pero cuando llegó a Canaán y vio que los cananeos hacían todo con
seriedad, propósito y precisión, pidió estar con ellos, porque ese es el Camino
de la Vida.
Necesitamos llevar a
cabo nuestro trabajo espiritual con seriedad y precisión, y entender que no
podemos solo estar en el camino general; tenemos que estar en el camino exacto.
Tenemos que asegurarnos consistentemente de no caer en esas dos pruebas al día,
porque podemos desviarnos y acercarnos al camino, pero no al que nos conduce
hacia una conexión con la Luz del Creador. Lo que le causaba el dolor más
grande a Rav Áshlag era ver que de mil personas que comenzaban el viaje
espiritual, solo una lo completaba. No es fácil mantener esta seriedad y
precisión con respecto a nuestra transformación y trabajo espiritual, pero es
lo que se necesita para que podamos completar el viaje y recorrer
consistentemente el Camino de la Vida. Este es un poderoso despertar que
recibimos por parte de Avraham en Shabat Lej Lejá.
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