Para los que hacen el juramento hipocrático
Moisés ben Maimón, más conocido
como Maimónides , fue
un judío sefardí considerado uno de los mayores estudiosos de
la Torá en época
medieval, ejerció de médico,
filósofo,
astrónomo y rabino en Marruecos y Egipto.
Dios Todopoderoso, Tú has creado el cuerpo humano con infinita sabiduría. Tú has combinado en él diez mil veces, diez mil órganos, que actúan sin cesar y armoniosamente para preservar el todo en su belleza: el cuerpo que es envoltura del alma inmortal. Trabajan continuamente en perfecto orden, acuerdo y dependencia.
Sin embargo, cuando la fragilidad de la materia o las pasiones
desbocadas del alma trastornan ese orden o quiebran esa armonía, entonces unas
fuerzas chocan con otras y el cuerpo se desintegra en el polvo original del
cual proviene. Tú envías al hombre la enfermedad como benéfico mensajero que
anuncia el peligro que se acerca y le urges a que lo evite.
Tú has bendecido la tierra, las montañas y las aguas con sustancias
curativas, que permiten a tus criaturas aliviar sus sufrimientos y curar sus
enfermedades. Tú has dotado al hombre de sabiduría para aliviar el dolor de su
hermano, para diagnosticar sus enfermedades, para extraer las sustancias
curativas, para descubrir sus efectos y para prepararlas y aplicarlas como
mejor convenga en cada enfermedad.
En Tu eterna Providencia, Tú me has elegido para velar sobre la vida y
la salud de Tus criaturas. Estoy ahora preparado para dedicarme a los deberes
de mi profesión. Apóyame, Dios Todopoderoso, en este gran trabajo para que haga
bien a los hombres, pues sin Tu ayuda nada de lo que haga tendrá éxito.
Inspírame un gran amor a mi arte y a Tus criaturas. No permitas que la
sed de ganancias o que la ambición de renombre y admiración echen a perder mi
trabajo, pues son enemigas de la verdad y del amor a la humanidad y pueden
desviarme del noble deber de atender al bienestar de Tus criaturas.
Da vigor a mi cuerpo y a mi espíritu, a fin de que estén siempre
dispuestos a ayudar con buen ánimo al pobre y al rico, al malo y al bueno, al
enemigo igual que al amigo. Haz que en el que sufre yo vea siempre a un ser
humano.
Ilumina mi mente para que reconozca lo que se presenta a mis ojos y para
que sepa discernir lo que está ausente y escondido. Que no deje de ver lo que
es visible, pero no permitas que me arrogue el poder de inventar lo que no
existe; pues los límites del arte de preservar la vida y la salud de Tus
criaturas son tenues e indefinidos.
No permitas que me distraiga: que ningún pensamiento extraño desvíe mi
atención cuando esté a la cabecera del enfermo o perturbe mi mente en su
silenciosa deliberación, pues son grandes y complicadas las reflexiones que se
necesitan para no dañar a Tus criaturas.
Concédeme que mis pacientes tengan confianza en mí y en mi arte y sigan
mis prescripciones y mi consejo. Aleja de su lado a los charlatanes y a la
multitud de los parientes oficiosos y sabelotodos, gente cruel que con
arrogancia echa a perder los mejores propósitos de nuestro arte y a menudo
lleva a la muerte a Tus criaturas.
Que los que son más sabios quieran ayudarme y me instruyan. Haz que de
corazón les agradezca su guía, porque es muy extenso nuestro arte.
Que sean los insensatos y locos quienes me censuren. Que el amor de la
profesión me fortalezca frente a ellos. Que yo permanezca firme y que no me
importe ni su edad, su reputación, o su honor, porque si me rindiera a sus
críticas podría dañar a tus criaturas.
Llena mi alma de delicadeza y serenidad si algún colega de más años,
orgulloso de su mayor experiencia, quiere desplazarme, me desprecia o se niega
a enseñarme. Que eso no me haga un resentido, porque saben cosas que yo ignoro.
Que no me apene su arrogancia. Porque, aunque son ancianos, la edad avanzada no
es dueña de las pasiones. Yo espero alcanzar la vejez en esta tierra y vivir en
Tu presencia, Señor Todopoderoso.
Haz que sea modesto en todo excepto en el deseo de conocer el arte de mi
profesión. No permitas que me engañe el pensamiento de que ya sé bastante. Por
el contrario, concédeme la fuerza, la alegría y la ambición de saber más cada
día. Pues el arte es inacabable, y la mente del hombre siempre puede crecer.
En Tu eterna Providencia, Tú me has elegido para velar sobre la vida y
la salud de Tus criaturas. Estoy ahora preparado para dedicarme a los deberes
de mi profesión. Ayúdame, Dios Todopoderoso, en este gran trabajo para que haga
bien a los hombres, pues sin Tu auxilio nada de lo que haga tendrá éxito.
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