El papel del sistema nervioso autónomo (que significa
"automático") consiste en regular de forma automática nuestra
fisiología, enviando varias señales químicas y eléctricas a diferentes partes
del cuerpo. Todas estas vastas funciones biológicas que crean equilibrio
interno y homeostasis tienen lugar sin que seamos conscientes de ellas.
Debido a que estas acciones biológicas no están
reguladas por nuestra mente consciente, tiene sentido pensar que es nuestra
mente subconsciente (la mente que actúa bajo la mente consciente) quien se
encarga de ello. Multitud de funciones relacionadas con la salud — como la
secreción hormonal, los niveles de azúcar en la sangre, la temperatura
corporal, la digestión, la función inmunológica, etc. — se encuentran bajo el
control del sistema nervioso autónomo.
Pero, vayamos un paso más allá. El sistema
nervioso autónomo se divide en dos secciones diseñadas para proteger el
cuerpo: el sistema nervioso simpático y el parasimpático.
El incidente desencadenante
Cuando surge una circunstancia potencialmente
peligrosa o dañina en el mundo exterior, el sistema nervioso simpático nos
ayuda a lidiar con la amenaza (que percibimos y / o interpretamos a través de
nuestros sentidos), movilizando enormes cantidades de energía para correr,
luchar u ocultarnos de esa amenaza o peligro inminente.
Podemos imaginar el sistema nervioso simpático como un
pedal diseñado para la aceleración. Este tipo de movilización de energía
hace que el cuerpo salga de su equilibrio habitual para poder lidiar con la
amenaza. Todos los organismos emplean esta técnica de supervivencia a
corto plazo pero, como ahora sabemos, permanecer en este estado alterado pone al
cuerpo bajo estrés y coacción, y con el tiempo puede provocar
enfermedades. Si vivimos en estado de alarma constante y movilizamos toda
nuestra energía y recursos de cara al mundo exterior, tiene sentido que el
interior de nuestro cuerpo se vea comprometido.
La respuesta
Si el sistema nervioso simpático es el
acelerador, imagina el sistema parasimpático como el freno. Cuando nos
sentimos seguros en nuestro entorno, la respuesta parasimpática nos ayuda a
disminuir la velocidad y relajarnos, de manera que podamos usar nuestra energía
interna para metabolizar, asimilar, digerir, excretar, reproducir, etc. En
otras palabras, el sistema nervioso parasimpático realiza funciones metabólicas
que permiten el crecimiento y la reparación del interior del cuerpo. Mientras
que la respuesta simpática se enfrenta a grandes amenazas externas como
depredadores, incendios, traumatismos o tormentas, la respuesta parasimpática
se ocupa de microbios, virus, mohos, células cancerosas mutantes y otros
factores del interior del cuerpo. Uno de los principales “líderes” de ese
departamento es el sistema inmune.
Tropas terrestres
Por un momento, imagina un ejército que se
dispersa. Si se dispersa la mayor parte de un ejército en guerra, por
ejemplo, desplazándose hacia el frente occidental, el frente oriental se vuelve
vulnerable porque la estrategia inicial de defensa ha disminuido. Lo mismo
ocurre con el entorno interno de nuestro cuerpo.
Si todos los recursos del cuerpo se utilizan para
resolver una emergencia del exterior, tiene sentido que nuestro interior no
disponga de energía suficiente para producir glóbulos blancos (que son el
ejército interno ideado para combatir infecciones y otras enfermedades), o para
permitirles funcionar correctamente.
Con el tiempo, debido a que el cuerpo está en continuo
estado de emergencia, el sistema inmunitario, el sistema digestivo y el
cardiovascular funcionan bajo mínimos, porque la energía requerida para
mantener su eficacia óptima se está dispersando a otras partes del
cuerpo. En otras palabras, el cuerpo está ahorrando energía, lo que hace
que la respuesta de las células inmunes sea menor. Esta redistribución de
energía también altera el flujo sanguíneo al cerebro y al corazón de la
persona.
A medida que el flujo sanguíneo disminuye, la energía
abandona al corazón y al cerebro para atender el centro suprarrenal. Ahora
la persona está en estado continuo de alerta máxima, y más en contacto con su
naturaleza animal que con su naturaleza divina.
Fuerzas especiales de élite
El sistema interno de protección del cuerpo, el
sistema inmunitario, tiene glóbulos blancos específicos llamados células T, o
células T auxiliares. Estas células son las fuerzas especiales de élite
del sistema inmunitario, y cada célula T está armada con receptores. Las
células T tienen forma de esfera y sus receptores parecen pequeñas trompetas
que se proyectan hacia afuera.
Cuando se detecta un enemigo extraño, ya sea
bacterias, virus, moho, células cancerosas, etc., las células T atacan a los
invasores. Lo hacen usando sus receptores para conectarse con la bacteria
o el virus y liberar inmunoglobulinas (anticuerpos), que debilitan y
descomponen la entidad extraña. Tu cuerpo hace esto todo el
tiempo; de hecho, lo está haciendo mientras lees estas líneas -atacando incluso
a las células cancerosas.
La batalla interior
Todo esto significa que, cuanto más fuerte sea
nuestro sistema inmunológico y más energía tenga, más se activarán esas células
T para atacar virus o agentes extraños, antes de que el virus o la
bacteria pueda usar sus receptores para atacar a la célula T. Por
consiguiente, dentro de tu cuerpo se libran mini batallas en todo
momento.
Cuando las células T están sanas y funcionan
correctamente, liberan proteínas (los componentes básicos de la vida) llamadas
inmunoglobulinas, que son proteínas con forma de “Y”. Su función es
bloquear el ataque de cualquier bacteria, virus, etc. Con la excepción de
los glóbulos rojos, todas las células producen proteínas.
Para que una célula produzca una proteína, un gen debe
ser señalizado y regulado desde el exterior de la célula. Una
vez que la célula recibe la señal correcta, produce una proteína
saludable. En el caso de las células T, si el cuerpo vuelve al equilibrio
químico, las células comienzan a producir inmunoglobulinas saludables. Así
es como ganan los buenos.
El cuerpo está aprovechando todos sus recursos hasta
que esa proteína se activa por una señal de alarma desde fuera de la
célula (que activa el sistema simpático, por ejemplo, para crear
miedo). Entonces, básicamente, el cuerpo tiene que robarle a Peter para
poder pagar a Paul. Del mismo modo, si toda la energía se dirige a
afrontar alguna amenaza o peligro del mundo exterior, no habrá suficiente
energía en nuestro mundo interior para proyectos de reconstrucción a largo plazo. Si
un huracán se aproxima a nuestro hogar, no es momento de remodelar el
baño. El cuerpo funciona de la misma manera.
Como tenemos que reservar todos nuestros recursos para
combatir la amenaza externa, los receptores de las células T dejan de producir
inmunoglobulinas, y esto hace que seamos vulnerables a agentes
extraños. Así funciona el estrés y es como hace que las
personas enfermen.
Si de este modo empieza la guerra, permanece atento a
la Parte II, cuando intervengan
las fuerzas de paz y los diplomáticos.
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Traducción: Rosa García
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
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