Alejandro Lodi
(Mayo 2020)
Transcripción
de la tercera y última parte de la conferencia “Cambios de paradigmas en
astrología y perspectivas para el 2020” dictada en la Fundación Columbia,
en Buenos Aires, el 9 de noviembre de 2019, como parte del ciclo “Círculos de
reflexión y diálogo” coordinados por Ana María Llamazares y Flavia Valgiusti.
Gracias Ana María por la invitación.
Parte III: Saturno, Plutón y una astrología de
procesos colectivos
Como una forma
de provocar una meditación sobre su significado, estas son las fechas de los
últimos encuentros de Saturno y Plutón en el cielo: 1786, 1820, 1852, 1883,
1914, 1947, 1982 y 2020.
Arranco con
1786. Podríamos seguir para atrás, pero no quiero proponer una clase de
historia. Es evidente que 1786 está en el contexto que generó la Revolución
Francesa y la Primera Revolución Industrial. El desarrollo humano de las ideas
y de las máquinas generó una crisis que implicó una alteración en cómo se
organizaba el poder político y económico. Aunque se originara en Francia y en
Inglaterra, sus consecuencias tuvieron un alcance mundial. El sistema político
y el modo de producción mundiales iniciaron un quiebre: el fin del encanto de
las monarquías y del método artesanal de producir, para dar paso a experiencias
como la república democrática y la producción industrial. Por supuesto, en el
futuro, ante cada crisis que se presente, surgirá la tentación de volver atrás.
La reacción regresiva es, en general, lo que hacemos a escala individual ante
situaciones de cambio que nos desconciertan. Del mismo modo, en lo colectivo
también intentamos, ante lo nuevo, recurrir al envase conocido y, por lo tanto,
viejo, inadecuado para contener lo innovador. Y esto también está ocurriendo
hoy, con la crisis Saturno-Plutón de 2020.
La historia
cuenta que en cada una de estas fechas es posible registrar una crisis mundial
que cuestionó cómo circula el poder entre los humanos. Si vemos las más
próximas, las del siglo XX, quizás apreciemos mucho más todavía su
contundencia.
La conjunción
Saturno-Plutón de 1914 es sincrónica con la Primera Guerra Mundial y, tres años
después, Revolución Rusa. Pero además refiere a un hecho histórico trascendente
ocurrido en China. Creo que esta es una de las cuestiones que ya no pueden ser
soslayadas y que esta crisis del 2020 exige: la consideración del mundo chino.
En general, en occidente no tenemos la menor idea de lo que pasa en China, ni
de lo que pasó. En historia china “estamos todos aplazados”. Para nosotros es
“chino básico”… (Risas). Decimos “chino básico” para referir a algo
incomprensible. Sin embargo, esta mañana un diario publicó que en la actualidad
en el mundo se habla tanto chino mandarín como inglés, mientras que el español
está en cómodo tercer lugar.
Ana María
Llamazares: En realidad, el chino mandarín es el idioma más hablado…
Alejandro Lodi:
Seguramente. China es “media humanidad”. Es decir, no tenemos incorporado que
China sea “la mitad del mundo”. Y, en 1912, en el contexto de la conjunción de
Saturno y Plutón de 1914 ocurría algo trascendente: caía el Imperio Chino, que
supo mantenerse durante siglos.
¿A qué me
refiero cuando digo que no tenemos en cuenta a los chinos? Por ejemplo
¿alguien presente en la sala podría contarnos el desarrollo de la
psicología china? ¿o mencionar tres o cuatro autores de la psicología china? ¿o
no hay psicólogos en China? ¿quizás los chinos son tontos que no saben indagar
en la psiquis humana? ¿no tienen contacto con el alma humana? ¿carecen de
tradición espiritual?
Por supuesto
que China cuenta con una extensa y rica tradición espiritual. Sin embargo, los
occidentales tomamos cómo obvia la existencia del conocimiento psicológico,
pero no tenemos idea acerca de cómo perciben los diseños psíquicos los chinos.
En un punto, ni nos interesa. Quizás en esta conjunción Saturno y Plutón,
gracias a que se pelean Trump con Xi Jinping y todo el planeta sufre las consecuencias,
comience a interesarnos.
¿Cómo se ve el
mundo desde la humanidad china? Me interesaría esta imagen. Los chinos son “la
otra media humanidad”. Los chinos no son una derivación exótica de la
humanidad. Son la mitad de la humanidad. Representan un universo desconocido
para nosotros. Y seguramente tengan una mirada muy profunda y novedosa para
ofrecernos respecto a qué es el yo, qué es el destino, qué es la comunidad,
etc.
Entonces,
alrededor de 1914 ocurrían estos tres hechos a nivel mundial y no había
comunidad humana que pudiera decir que les resultaran ajenos: Primera Guerra
Mundial (1914-1918), la Revolución Rusa (1917) y la caída del Imperio Chino
(1912). No había posibilidad de que una comunidad decidiera por su propia
voluntad -o por su propio narcisismo- no participar de ese proceso global. Al
mismo tiempo, no había posibilidad de que los individuos particulares
decidieran que esos asuntos no los afectaran. No había posibilidad de que
creyéramos que era un problema de los europeos, de los rusos o de los chinos, y
que siendo nosotros americanos podíamos mantenernos neutrales, alejados del
problema, y retirarnos a las estancias o, como en la época de la epidemia de
fiebre amarilla, a las casonas de Belgrano… Si cada uno de nosotros hace una introspección,
nuestro destino individual seguro que tiene una clave que se relaciona con la
Primera Guerra Mundial, o con el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1947.
Desde mi autobiografía, yo estoy aquí hablando con ustedes porque mi abuelo
vino de Italia luego de combatir en la Primera Guerra, regresar a su pueblo y
comprobar que no había qué comer, que la familia había aumentado, tenía un
nuevo hermano y estaban pasando hambre. Mi abuelo vino a la Argentina en ese
contexto. Mi existencia está vinculada a la Guerra de 1914, a cómo fue vivida
por la comunidad italiana y a la respuesta específica de mi abuelo a esas
circunstancias… Y lo mismo podríamos decir cada uno de nosotros respecto a la
situación colectiva en 1947 y en 1982. ¿Podríamos decir que nuestras vidas
personales fueron indiferentes, por ejemplo, al retorno de la democracia de
1982 en Argentina? Es seguro que hubo una alteración en nuestras vidas, aunque
uno crea que fue indiferente a ese suceso. Lo que pasa en nuestra comunidad
afecta nuestra vida individual. ¿Qué quiero decir con esto? Si somos
investigadores en astrología, creo que comienza a hacerse evidente la necesidad
de sostener que nuestra vida individual, la vida de la comunidad, la
vida de la humanidad y la vida del planeta no están disociadas. Tenemos que
percibir la brutalidad de disociarlas. Quizás empecemos a sentir que poner
tanta atención exclusiva en “mi” carta natal es una disociación, una respuesta
tosca a las claves de nuestro destino.
Ana María
Llamazares: ¡Qué desafío para los astrólogos..!
Alejandro Lodi:
Es algo que los astrólogos debemos empezar a investigar… Creo que los
astrólogos coincidirán conmigo en que cada vez hay más gente formada en
astrología y, al mismo tiempo, hay cada vez menos investigación. Me gustaría
escuchar qué opinan ustedes. Hay cada vez más libros de astrología, pero no
encuentro muchas obras que reflejen una investigación. La última de
importancia que recuerdo es Cosmos y Psique de Richard Tarnas,
en la que justamente explora la trama arquetípica de la astrología cómo destino
individual y destino colectivo.
En los 70 y 80
hubo una avalancha de libros de astrología psicológica: Liz Greene, Howard
Sasportas, Stephen Arroyo, etc. Todos los años aparecía un libro nuevo, una
investigación interesante. Pero todos los que nos formamos con
aquella oleada repetimos lo que leímos y aprendimos en aquellos
años. Repetimos y no investigamos. Quiero decir, esto que acabamos de compartir
tendría que ser corriente: para saber qué pasará en el 2020 con la conjunción
de Saturno y Plutón, antes que hacer grandes profecías y predicciones, cómo si
fuera la primera vez que pasó en la historia de la humanidad, el primer paso es
valernos de un principio elemental del método científico: observar qué pasó en
las anteriores conjunciones, con qué sucesos fue sincrónico y tratar de
percibir patrones que se replican, para luego habilitar la percepción de con
qué pueden vincularse esos patrones en el presente.
Ana María
Llamazares: ¿Podemos habilitar preguntas?
Alejandro Lodi:
Claro.
Participante:
Esto que proponés de no ver solo la carta individual ¿no conlleva un golpe al
narcisismo?
Alejandro Lodi:
Si, claro. Diría que es un sopapo a la conciencia cristalizada en el ego para
que se despierte… (Risas). Nada nuevo. El proceso que
llamamos espiritual implica desarrollar conciencia a partir de
darme cuenta de lo que no soy.
Ana María
Llamazares: Cada salto de conciencia estuvo precedido siempre por un
descentramiento, una caída de la ilusión de ser el centro. La revolución
copernicana y dejar de considerar a la Tierra como centro, después Darwin y
dejar de ser la especie humana, y finalmente Freud dejar de ser la conciencia.
Probablemente ahora estemos en las puertas de darle una vuelta de tuerca más a
esta ilusión de separatividad.
Alejandro Lodi:
Yo creo que sí, que esa es la oportunidad de esta crisis. También creo que,
cómo en todo momento de crisis, quizás la primera respuesta sea una reacción y,
por lo tanto, se corra un riesgo regresivo. Por ejemplo, lo que ocurre con los
nacionalismos. Yo creo que el nacionalismo es una proyección un tanto lunar, un
sentimiento de pertenencia comunitaria regresivo. Ante la crisis del sistema
democrático, liberal y capitalista que parecía imperar en el mundo, aparece un
recrudecimiento del nacionalismo. No aparece una experiencia superadora, cómo
se presentaba el comunismo en 1917 y poco después el fascismo. Frente a la
crisis de un sistema, surgían otros que se presentaban a sí mismos como nuevos
órdenes superadores. Pero la crisis de hoy no ofrece esa alternativa. No hay un
orden superador y esto puede provocar regresiones. Tomando a Marx, la historia
primero se vive como tragedia y luego se repite como farsa. Creo que el actual
reverdecimiento de nacionalismos viene en un envase un tanto grotesco… No voy a
dar ningún nombre propio, por supuesto… (Risas). Es algo que supera
las categorías de izquierda o derecha. Este fin de semana leía sobre la
situación en la antigua Alemania oriental. Desconocía lo que está ocurriendo en
la ex-Alemania comunista. Existe un clima de nostalgia de la vida que tenían
antes de la caída del muro…
Participante:
También ocurre en Bielorrusia…
Alejandro Lodi:
Seguramente. No es una nostalgia del comunismo, sino más bien un
desencanto con lo que se encontraron “del otro lado del muro”. Había
tanta expectativa con la forma de vida occidental, que la realidad produjo un
desencanto Aquella vida planificada y gris cubría todas sus necesidades, pero
esta vida libre y colorida no asegura nada, genera incertidumbre y carencia. Lo
sorprendente es que, electoralmente, este desencanto se traduce en el
crecimiento de la derecha. En la antigua Alemania comunista, ante la decepción
con la democracia y el capitalismo, es el partido de derecha (filo nazi y
antisistema) el que más creció. Y la paradoja es que el partido de izquierda no
es opción ante el desencanto porque, aunque que reivindica valores de la
Alemania comunista, desde la caída del muro está en el sistema y forma parte
del desencanto.
(Fin)
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