Está comprobado científicamente que la comida modifica
nuestras emociones y, por tanto, puede influir en nuestro comportamiento, ya
que los seres humanos somos, física y químicamente, emocionales.
De ahí la conocida frase ERES LO QUE COMES.
En el hipotálamo (glándula que se encuentra en el
centro de la cabeza) se producen un gran número de neurotransmisores que dan
lugar a sensaciones tales como odio, amor, dolor, placer… Estos
neurotransmisores son los encargados de transmitir el impulso nervioso de una
neurona a otra y su producción oscila durante el día. La obtención de los
neurotransmisores se produce uniendo unas sustancias llamadas péptidos (que son
pequeñas cadenas de aminoácidos), que pasan a la sangre a través de la glándula
pituitaria, produciendo las diferentes emociones que sentimos, al llegar a las
diferentes células de nuestro cuerpo; por tanto, el hipotálamo es la fábrica de
nuestras sensaciones.
Existen más de 90 neurotransmisores conocidos, pero,
entre los neurotransmisores más influyentes en nuestras emociones, está la
noradrenalina, que aumenta la alerta y la atención, la dopamina, que influye en
la memoria y la creatividad, y la serotonina que nos confiere un estado de sedación,
placer, somnolencia, buen humor y tranquilidad, regula el apetito…
La comida modifica nuestras emociones y puede influir
en nuestro comportamiento.
Otro neurotransmisor es la oxitocina, que se produce
en la glándula pituitaria, que se libera al abrazarnos y acariciarnos. Esta
sustancia tiene efectos muy beneficiosos para la salud, ya que baja la tensión
arterial, las pulsaciones del corazón y elimina el estrés. También se segrega
cuando tocamos a los animales, de ahí el papel terapéutico que tienen éstos con
las personas con problemas de soledad. Por tanto, la oxitocina aumenta la
confianza y reduce el miedo social.
La producción de estos neurotransmisores,
específicamente la serotonina, está bajo el control de la luz solar. Dicha
sustancia, al amanecer, se encuentra elevada y paulatinamente va descendiendo a
lo largo del día hasta que alrededor de las cuatro de la tarde, disminuyen sus
niveles significativamente, lo que produce una sensación de tristeza, ansiedad
e irritabilidad, e impulsa el deseo de comer galletas, dulces o chocolate en
horas de la tarde. Luego permanece muy baja hasta que anochece; y cuando llega
la oscuridad comienza de nuevo su ascenso, alcanzando sus máximos niveles en la
madrugada.
Si dos jugadores de ajedrez, del mismo nivel, se echan
una partida después de comer y uno de ellos come verduras y frutas y el otro
pasta, ¿quién ganará la partida?
El que ha comido verduras y fruta, es decir comió
liviano, y esto no le produce somnolencia después de ser ingeridas y permiten
que el cerebro funcione a pleno rendimiento, mientras que las comidas ricas en
carbohidratos (pastas, arroces, legumbres…) provocan todo lo contrario, ya que
los carbohidratos permiten producir serotonina, dando lugar a una sensación de
felicidad y la consecuente somnolencia. Con la serotonina alta, nos sentimos
muy bien, pero con la serotonina baja estamos tristes y depresivos. Por eso,
para conciliar el sueño con facilidad los especialistas recomiendan cenar
pastas, legumbres, y leches.
Los hidratos de carbono producen relajación (papas,
pasta, arroz, miel, plátanos, frutos secos, palomitas…). Al comer
carbohidratos, la insulina se dispara (también con las proteínas, aunque en
menor proporción), desviando de la sangre casi todos los aminoácidos hacia los
músculos, menos el triptófano, que ejerce un efecto calmante, que pasa al
interior del cerebro, aumentando los niveles de serotonina.
Según ha demostrado el neuroendocrinólogo Richard Wurtman
(por cierto, esposo de Judith Wurtman), que también trabaja en el MIT, el
triptófano es la materia prima que usa el cerebro para producir serotonina, el
neurotransmisor del bienestar, que además reduce el dolor y el apetito y ayuda
a conciliar el sueño. Sin embargo, como advierte Wurtman, hay que tener en
cuenta que, si en el plato se mezclan carbohidratos con proteínas, el efecto
calmante de los primeros se anula.
De ahí, el conocido consejo popular de tomar un
vaso de leche con galletas, para dormir bien. Es preferible la leche vegetal.
Como asegura, Carmen Barriga, catedrática de
Fisiología de la Universidad de Extremadura, especialista en Crononutrición
(disciplina que se encarga de analizar cómo influyen los alimentos a nuestros
ritmos biológicos, en especial al ritmo sueño/vigilia), el triptófano de los
cereales de las galletas, también se encarga de sintetizar la hormona
melatonina, sustancia implicada en la inducción al sueño.
La serotonina disminuye al atardecer, ya que a partir
de ella se sintetiza la melatonina en la glándula pineal, por la noche. La
melatonina disminuye al amanecer, que es cuando se inhibe su síntesis,
aumentando así la serotonina (que ya no es transformada a melatonina).
Además de las galletas, plátanos, cerezas, cereales,
tomates, lechugas, frutos secos, frutos rojos… pueden ayudar a dormir bien y
obtener un sueño más reparador. Todos estos productos, son muy
aconsejables, para la cena de las personas mayores en las que los niveles de
melatonina son prácticamente inexistentes.
Por el contrario, debe evitarse en las últimas horas
del día frutas ricas en vitamina C, como la naranja o el kiwi, bebidas como el
té o el café. Estos productos son recomendable consumirlos durante la
mañana.
En otras palabras, los carbohidratos aumentan los
niveles de triptófano y, por tanto, la capacidad del organismo de producir
serotonina, y puede ayudarle al cuerpo a sentirse mejor, ya que regula el
estado de ánimo, la agresividad y el sueño. Bajos niveles de triptófano (y
serotonina) producen trastornos de tipo nervioso, tales como depresión,
insomnio, ansiedad, irritabilidad, migrañas…
“El consumo moderado de alcohol también daña el
cerebro”
Y no olvidemos que el alcohol mata cada año a 3,3
millones de personas, en el mundo, una cifra superior a las muertes por SIDA,
tuberculosis y violencia juntas, según Naciones Unidas. Una de cada veinte
personas fallecidas en el mundo muere por alguna de las más de 200 enfermedades
vinculadas al alcohol, según un informe de la Organización Mundial de la Salud
(OMS).
Los deportistas los días de competición suelen comer a
base de pasta, ya que aunque los hidratos de carbono producen somnolencia, son
de digestión lenta y le van aportando azúcares lentamente durante toda la
tarde, con lo cual mantiene un nivel de azúcar en sangre suficientemente alto,
para realizar acciones que requieren un gran consumo energético.
Cuando ingerimos azúcar la serotonina aumenta. Para
controlar la adicción al dulce, por bajos niveles de serotonina, lo mejor es
comer alimentos cargados de triptófano, como carbohidratos de bajo índice
glucémico, como vegetales, semillas, y frutas.
La depresión se puede paliar consumiendo verdura y
fruta fresca. Por el contrario, los derivados del trigo (pan, pastas…)
favorecen la depresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario