Cada persona es un mundo. Al compartir nuestra Luz con
tan sólo una persona, nos volvemos servidores de toda la humanidad.
La porción de Emor de esta semana contiene los
preceptos relacionados con las cualidades y responsabilidades del Sumo
Sacerdote (Cohén HaGadol). Pero ¿en qué modo se relacionan estas labores
sacerdotales con nosotros? ¿Debemos simplemente ignorar esta sección de la
Biblia? Todo lo contrario, los kabbalistas enseñan que cada pasaje de la Biblia
contiene sabiduría y energía que podemos usar en nuestra vida en cada
generación. No hay ninguna palabra superflua en toda la Biblia, ni siquiera una
letra. Afortunadamente, el Zóhar esclarece bastante las lecciones ocultas en
Emor.
Quizá recuerdes que hace unas semanas examinábamos una
porción que exponía los detalles del Templo Sagrado: cómo fue construido y qué
se realizaba allí. La lección era que a pesar de que ya no existe ningún Templo
Sagrado hoy en día, depende de cada uno de nosotros crear el Templo Sagrado en
nuestro interior haciendo todo inspirados por el amor. En el mismo sentido,
podemos comenzar a entender la lección de esta semana. Todos y cada uno de
nosotros tenemos el poder de convertirnos en Sumos Sacerdotes para el mundo. La
suma de preceptos para el Cohén HaGadol era cumplir un
propósito particular: servir a toda la humanidad.
En nuestro tiempo, este trabajo depende de nosotros.
Suena un poco arrogante, ¿verdad? Sin embargo, cuando entendemos el principio
espiritual de la unidad —todos y todo está interconectado— entonces podemos
comenzar a ver que lo que les hacemos a los demás, en esencia, nos lo hacemos a
nosotros y al mundo. En efecto, en lugar de designar a un “elegido” en nuestro
tiempo, depende de cada uno de nosotros elegir servir. Compartir con una sola
persona es compartir con todas.
Hablamos mucho sobre “compartir” en nuestras clases
del Centro de Kabbalah. La palabra “compartir” suena muy básica, pero hacerlo
tiene connotaciones profundas. Esto se debe a que compartir está
intrínsecamente vinculado con el anhelo de nuestra alma. Todos tenemos muchos
deseos durante el día. En un momento dado, podríamos pensar: Quiero mi
bolígrafo. Quiero mi silla. Quiero una nueva computadora. Quiero atención.
Quiero placer. Quiero tener a mi alma gemela. Cuando lo piensas, ¡la
lista de deseos diarios es infinita! Sin embargo, el alma es diferente.
El alma sólo tiene un deseo, firme e inmutable:
compartir.
Por esa razón se siente tan agradable compartir. No
tiene sentido lógico que al dar algo me deba sentir mejor que cuando recibo
pero, de algún modo, eso es exactamente lo que ocurre. Esta es una poderosa
semana para estar conscientes de esta paradoja espiritual. La mejor manera de
recordarlo es, por supuesto, ponerlo en práctica. Cuando queremos recibir,
cuando queremos satisfacer nuestro ego y cuando otros deseos nos consumen;
detengámonos por un momento y encontremos una manera de dar. Da misericordia.
Da amor. Da bondad. Sonríe. Demos de nuestra Luz y permitamos que ilumine la
oscuridad de los demás a la vez que disipamos la nuestra.
La belleza de lo que podemos aprender de los Sumos
Sacerdotes es que fueron elegidos para perseguir el deseo de su alma. Esta
semana somos llamados a tomar la decisión por nosotros mismos.
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