Por José L. Stevens
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Cuando viajamos por un país extranjero y nos encontramos con alguien que no habla nuestro idioma, generalmente nos identificamos diciendo: "Soy Maryanne ó Jack" y nos señalamos mientras lo decimos. Entonces la otra persona hace lo mismo en su idioma. Cuando la mayoría de las personas se contemplan a sí mismas, piensan en sí mismas como una persona con un cuerpo y una historia que va con ese cuerpo. De hecho, la mayoría de las personas
creen que su consciencia emana de su cerebro. Creen que su consciencia es un producto de sus cinco sentidos que comunican información a su cerebro que interpreta y da sentido a la información. Pero, ¿y si todo esto no fuera cierto en absoluto? ¿Qué pasa si tu percepción conciente o tu consciencia vino primero y luego todo lo demás fue un producto de ello?Usemos un ejemplo escandaloso para explorar esto. ¿Qué
pasaría si todos en la Tierra desaparecieran de repente y un grupo de
extraterrestres buscara un lugar para vivir y llegara a nuestro planeta y
descubriera todo lo que habíamos dejado atrás? ¿Y si descubrieran nuestros
autos y pensaran de alguna manera que eran para ser conducidos en reversa?
Entonces, comenzaron una civilización entera conduciendo todos los autos en
reversa y, por supuesto, fue incómodo y torpe, pero lo hicieron funcionar y
esto continuó durante miles de años. Y luego, un día, uno de ellos decidió
intentar conducir al revés, y el alienígena rió y rió y se dio cuenta de que
esta era la forma correcta de conducir estas máquinas. Pero cuando ese
alienígena intentó decírselo a todos los demás, nadie escuchó y, en vez de
ello, dijeron que el tipo estaba loco.
Esto es algo parecido a lo que hemos hecho con la
consciencia y nuestros cerebros y cuerpos. Lo entendimos todo al revés y hemos
estado andando a tientas durante mucho tiempo de una manera extremadamente
torpe. Nos hemos identificado con nuestros cuerpos y pensamos que la
consciencia era un producto de nuestros cuerpos. Esto nos hizo tener un enfoque
extremadamente estrecho y siempre temerosos de que algo le suceda a nuestros
cuerpos y termine nuestra consciencia. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si nuestra
consciencia creó no sólo nuestros cuerpos sino todo aquello de lo que somos
conscientes? ¡Eso sería enorme!
En lugar de estar espiando desde dos pequeños ojos pegajosos a un mundo
alienígena amenazante, seríamos todos enormes y, el pequeño cuerpo que nos
acompaña, sería como un pequeño compañero, similar a un perro que quizás nos
gusta, alimentamos y cuidamos pero es sólo parte de un paisaje más grande. ¿Qué
pasa si todo lo que hemos percibido era en realidad parte de nosotros? Las
estrellas, el viento, los árboles, las montañas lejanas, el vasto mar que se
extiende hacia el otro lado, los animales y las personas que conocíamos, ¿todos
partes nuestras? ¡Qué extraña idea! Todo sería el hogar y no juzgaríamos
absolutamente nada, porque todos aceptarían esto también. Y nos daríamos cuenta
de que también éramos parte de su consciencia y, por lo tanto, parte de ellos.
"¿Pero cómo funcionaría todo esto?", podrías
exclamar. Bueno, sería un paradigma completamente diferente y llevaría un
tiempo acostumbrarse, pero ¿no funcionaría mucho mejor de lo que tenemos ahora?
Nadie tendría miedo el uno del otro y todos asumirían la responsabilidad de
todo en su consciencia porque se darían cuenta de que todo era parte de sí
mismos. ¿Habría una necesidad de competencia, de enemigos, de codicia, de
impaciencia, de victimización, de culpar, de vergüenza, de culpa, de
resistencia, etc.? No lo sé, pero probablemente no. Es un pensamiento extraño y
maravilloso. Continuemos un poco más con esto.
¿Qué pasa si la percepción consciente, no siendo
dependiente de tener un cuerpo, y no siendo producto de ser una persona,
continúa para siempre? ¿Qué pasaría si la consciencia nunca terminara y no
estuviera restringida por las limitaciones de los cinco sentidos? ¿Cómo
cambiaría eso nuestra consciencia y la percepción de quiénes somos? ¿Cómo se
sentiría eso y cómo impactaría eso nuestra relación con todo, personas,
animales, plantas, minerales, elementos, etc.? ¿Seguiríamos necesitando dinero?
¿Cómo sería nuestra salud? ¿Cómo nos sentiríamos el uno con el otro? ¿Sería
esto una catástrofe o lo mejor que jamás nos hubiera pasado? Tendríamos estos
cuerpos por un tiempo, parecido a tener una mascota, pero no nos restringirían
en absoluto porque cada uno seríamos mucho más. Piénsalo. ¿Son estos los
delirios de un loco o estas reflexiones son el resultado de despertar a lo que
realmente es así? ¿Habrán otros tenido también estos pensamientos?
¡Indudablemente! Y han vivido y muerto por miles a lo largo de la historia y
han sido considerados un poco excéntricos o divertidos y las culturas han
seguido haciendo las cosas como antes, ignorándolos o deshaciéndose de ellos
según necesitaran.
¿Qué pasaría si este fuera el momento en que esta comprensión se convertiría en
el paradigma principal defendido por una minoría de almas más jóvenes y el
antiguo fuera finalmente enterrado?
Dicho esto, echemos un vistazo más de cerca a esta
relación que tenemos con nuestros cuerpos. Los tibetanos dicen que nuestra
percepción o consciencia fundamental está estrechamente vinculada a la
inteligencia suprema del universo. Nuestros cuerpos son un vehículo local para
la consciencia o la percepción consciente universal y, por lo tanto, en lugar
de ser ignorados o pasados por alto como abogan muchas tradiciones
espirituales, están intrínsecamente involucrados con nuestra consciencia. Si
bien la consciencia no depende del cuerpo, sí utiliza el cuerpo como su
vehículo local mientras estamos ocupados siendo humanos. El cuerpo depende
completamente de nuestra percepción y consciencia, de lo contrario, muere de
inmediato. Ya sea que a la religión le guste o no, el cuerpo participa en la
percepción divina y la inteligencia suprema. La carne está impregnada de ella y
corresponde o responde con sus propias contribuciones. ¿Cuáles son estas
contribuciones?
Bueno, pensemos de esta manera. Las estimaciones
sugieren que el cuerpo está formado por tres billones de células y estas
células están formadas por miles de millones de átomos y moléculas. Todas estas
unidades son voluntarias. No tienen que ser parte de nosotros, pero eligen
serlo porque quieren serlo. Para ellos es una gran aventura y un privilegio conformar
nuestros vehículos, ofrecerse como voluntarios para realizar muchas tareas
complejas para nosotros y, a cambio, obtienen un enorme valor en el proceso,
incluso si es sólo por unos segundos. Cada una de las células de nuestros
cuerpos son como discípulos que siguen a un gurú, es decir, a nosotros. En
lugar de ser abusadas y aprovechadas, como lo hacen algunos gurús con sus
discípulos, deberían ser amadas, apreciadas y elevadas por la experiencia. El
guru sirve a los discípulos de esta manera. ¿Estamos sirviendo a nuestros
átomos y células de esta manera? En su mayor parte, ciertamente no. En cambio,
destrozamos nuestros cuerpos y les mostramos poco o ningún respeto.
Nuestros átomos y células necesitan nuestra percepción
y consciencia como pago por lo que hacen, porque es por ello que lo están
haciendo. Necesitan que ocupemos nuestros cuerpos, que seamos conscientes de
ellos y de sus requerimientos, y que los honremos, que no los ignoremos ni los
consideremos irrelevantes o, lo que es peor, que creamos que están en el medio
del camino a nuestro propósito superior. Son parte de nuestro propósito más
elevado y buscan elevarse al ser parte de nosotros. A cambio, nos instan
colectivamente a movernos en ciertas direcciones creativas. Ellos, después de
todo, están infundidos con la inteligencia suprema del universo. Saben lo que
necesitamos, cuál es nuestro propósito, a dónde vamos, qué es lo mejor para
nosotros. Forman la parte mayor de nuestra intuición. Ignoramos esto bajo
nuestro propio riesgo y, el hecho de que los hemos visto como obstáculos, es la
razón por la cual la religión nos ha fallado tan miserablemente.
El mayor regalo que podemos dar a nuestros cuerpos es
impregnar los tejidos, los órganos y los huesos con la mayor consciencia y
percepción posible, apreciarlos y amarlos incondicionalmente. Ten en cuenta que
esto no significa gratificar algunas necesidades del ego para aumentar los
músculos o adelgazar. De lo que estamos hablando aquí es de ocupar nuestros
cuerpos completamente, no rechazando su apariencia natural.
Nunca daremos el salto gigante de consciencia que se
nos pide en estos tiempos que demos sino comprendemos esto y actuamos en
consecuencia. ¡Es un nuevo paradigma de tiempo! El tiempo de bendecir al
cuerpo.
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Traducción: Marcela Borean
Difusión: El Manantial del Caduceo
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