¿Qué esconden las mascarillas?, ¿llevar o no llevar?,
¿es este el dilema?
Los 3 Tenores
La vuelta de Saturno a Capricornio desde el 1 de julio
2020 ha vuelto a alinear a los 3 tenores del panteón celestial: Júpiter,
Saturno y Plutón. Ese acontecimiento único del cual hablamos en nuestro
artículo Conjunción
Júpiter-Plutón, una conjunción planetaria de altos vuelos, y que
puede ser el responsable de lo que estamos viviendo a nivel mundial, -una pandemia
sin precedentes-, vuelve a darse en prácticamente las mismas condiciones
astrológicas: Júpiter es el poder, el deseo de expansión; Saturno es la ley que
se aplica cuando se han alterado las normas, y Plutón la necesaria
regeneración, todo en Capricornio, signo encargado de la construcción de la
sociedad.
La retrogradación
Los 3 planetas mencionados están en retrogradación, es
decir que ralentizan su órbita, con la impresión de ir hacia atrás. La retrogradación planetaria es
un acontecimiento que se da con todos los planetas, menos con el Sol y el
satélite de la Tierra, la Luna. Por regla general cuando un planeta se pone
retrógrado todo va más despacio; tenemos claros ejemplos con Mercurio, que pone
en jaque las comunicaciones y genera confusión, o con Venus que vuelve a
encender pasiones o desencantos. En el caso de Júpiter, Saturno y Plutón, es
muy posible que su retrogradación produzca una moviola, la vuelta atrás de una
situación de confinamiento. De hecho, en España, alguna región ha vuelto a la
fase 2 justo cuando Saturno volvía a Capricornio y se ha impuesto en
Cataluña llevar mascarilla en toda circunstancia. Esperemos y deseemos que
no vayamos más atrás para evitar de nuevo el colapso de las urgencias y la
saturación del personal sanitario.
Las mascarillas en el teatro de la vida.
A todo ello, ¿cuál es nuestro rol en esta función?
¿Somos realmente obedientes cuando nos limitamos a cumplir las órdenes de un
gobierno que nos dirige?; y cuando nos rebelamos, ¿somos conscientes de ser
co-partícipes de todo lo que está ocurriendo? Son preguntas que me hago
incesantemente tratando de encontrar una salida, una comprensión más profunda y
coherente. Nos han restringido el contacto físico, los abrazos, las
demostraciones de afecto en público; nos han impuesto un distanciamiento
corporal que se ha convertido en un distanciamiento emocional en muchos casos;
y llevamos mascarillas que nos alejan de la sonrisa de la
gente y que nos inducen al incógnito: las personas no nos reconocemos por la
calle, tampoco nos oímos demasiado bien, el semblante está oculto y la nitidez
se oculta tras una máscara. Todo en pos de una protección para que no nos
contagiemos de un virus invisible.
Todo absolutamente lícito y recomendable vista la
virulencia de este bicho, pero también hay quien te dice que si no será peor el
remedio que la enfermedad cuando no se habla de prevención anímica ni
emocional.
Y a todo ello, para no perder mi talante realista
positivista, busco la manera de optimizar todo lo que me produce impacto,
insurrección, desazón, para no conformarme con la imposición, sino aprovechar
cada lección para entender las cosas desde otra visión.
¿Y si lo que en realidad nos propone esta “corona” es que
nos metamos muy adentro de nosotros mismos, obligándonos a mirar a nuestros
ojos internos para valorar mucho más quienes somos, y que además aprendamos a
hablar con la mirada, con la profundidad de las luminarias del corazón?
¿Y si en realidad podemos ser mucho más empáticos o
comprensivos con la gente que lleva velo por convicción y a la que hemos negado
o criticado su creencia sin más?
¿Y si después de llevar el velo, la mascarilla,
cuando nos abramos de nuevo al mundo sin temor, con la cara lavada, sin
maquillajes, sin artilugios, sin disimulos, seremos tal vez capaces de
ver, de mostrar nuestra autenticidad, nuestra belleza, nuestra verdad?
Tal vez entonces sepamos respirar la vida como se
merece, tal vez nos demos cuenta de que si seguimos envenenando el aire
las mascarillas se convertirán en la tumba de nuestro
oxígeno.
Tal vez entonces nos miremos los unos a los otros con
un renovado amor… después de habernos escondido demasiado tiempo, porque habrá
llegado el momento de redescubrirnos de verdad.
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