El próximo día 8 de diciembre tenemos la última Luna llena del año.
La polaridad Sagitario/Géminis corresponde al eje de
pensamiento y se relaciona con la fuerza o principio de expansión de
conciencia.
Nos encontramos, pues, con una confrontación entre el conocimiento concreto/ racional y la visión superior que estaría llena de significado; un choque entre el pensamiento colectivo y el pensamiento individual, entre lo cercano y lo lejano, entre lo cotidiano y «lo especial»...
Ya de primeras, nos encontramos con un plenilunio dinámico en el que las luminarias forman un triángulo de ambivalencia con Saturno en Acuario (sextil al Sol y trígono a la Luna).
De hecho, es Saturno, por ser el planeta del vértice azul, el
que estabilizará la situación, especialmente porque la Luna, con esa conjunción
exacta con Marte, se presenta muy energética: la reflexión para llevar a la
práctica la filosofía sagitariana está garantizada.
Por otro lado, la cualidad de los planetas situados en signos
de Aire y Tierra, nos ayudarán a manifestar las ideas e intuiciones en búsqueda
de la verdad personal.
Este plenilunio nos presenta un buen momento para 1/ comprobar
la vigencia de nuestras visiones, ideas e ideales y 2/ poder llevar a cabo lo
que nos propongamos desde la fe y la confianza en el futuro: Mercurio, Urano y
Plutón y el Nodo Norte, todos ellos en signos de tierra nos ayudarán a esa
concreción.
Revisa en tu carta la casa dónde se ubicará este plenilunio
(grado 16 de Sagitario y Géminis) para saber en qué área de tu vida tendrá más
efecto.
Hércules y las aves del
lago Estinfalo
En su libro Los trabajos de Hércules, Alice Bailey nos cuenta
que, en el noveno cometido, ya bajo el signo de Sagitario, nuestro héroe tenía
que ir hasta el pantano de Estinfale y ahuyentar a la multitud de aves de
rapiña, grandes y feroces, que estaban haciendo estragos en la zona.
Nada más llegar al fétido pantano, tres de los pájaros,
seguramente los más grandes y feroces, se percataron de él y fueron a atacarle,
aunque Hércules pudo ahuyentarlos golpeando fuertemente a uno de ellos con un
garrote.
Ya sin sentirse amenazado, Hércules observaba la vasta
bandada, mientras pensaba en las opciones que tenía para acabar con ella y
liberar el lugar de su constante amenaza.
Probó inutilmente con flechas (los pocos pájaros que mató
fueron una pequeñísima fracción de los que había) y descartó poner trampas en
la ciénaga porque era imposible atravesarla.
Sumido en sus reflexiones, sin saber muy bien cómo salir
triunfante de su cometido, recordó entonces un consejo que el Maestro le dio
antes de partir, y que no era otro sino éste: «La llama que brilla más allá de
la mente revela la dirección segura».
Y, entonces, se le ocurrió la solución: el sonido agudo y
estridente que generaban sus enormes platillos, sonido que ni él mismo podía
soportar.
Tapándose previamente sus oídos con almohadillas, a la hora
del crepúsculo se acercó a la ciénaga y, de forma brusca, empezó a golpear los
platillos una y otra vez hasta que el último pájaro huyó de tal estridencia.
Y así fue como Hércules, regresó triunfante de su noveno
trabajo, dejando el pantano vacío y fuera de peligro: la bandada, aturdida y
perturbada, había desertado para no volver jamás.
El pintor renacentista alemán Albrecht Dürer lo representó así:
Veamos ahora su
significado del mito.
Las aves rapiñas ocultas en la maleza del pantano simbolizan
al conjunto de todos aquellos hábitos y vicios mentales que nos asolan,
impiendo identificar el verdadero trabajo a llevar a cabo en nuestras vidas.
Como las aves ocultas, y siguiendo la máxima «la energía sigue
al pensamiento», no somos conscientes de la fuerza y del impacto que generan
nuestros pensamientos y palabras en nuestras vidas y también en todo los que
nos rodea.
Y todos esos pensamientos y palabras, repetidas desde el
origen del hombre y a través del tiempo, han dado lugar a los llamados
constructos mentales y/o emocionales, denominados como egregores en lenguaje
esotérico, que no dejan de ser las manifestaciones de un efecto creado,
justamente, por el pensamiento colectivo.
Tan solo podemos liberarnos, enfocando nuestras vidas desde un
plano superior, siguiendo el el consejo del Maestro para este trabajo («la
llama que brilla más allá de la mente revela la dirección segura»).
Nos elevamos de la misma forma que nos muestra el símbolo de
Sagitario, apuntando a metas indefinidas, como cuando con nuestra personalidad
aspiramos sin más unirnos a nuestra naturaleza divina, apuntando hacia una
senda de Luz que conduce a lo eterno.
Esa aspiración es lo que simbolizan los platillos que hace
resonar Hércules, en la que uno representa la personalidad; y el otro, nuestro
Yo Superior. La cuerda de cuero que une a ambos simboliza el antakarana.
Sagitario es conocido como el signo del silencio. La práctica
de la atención en nuestra vida cotidiana evita la carencia de empatía, la incapacidad
de escucha, las actitudes y reacciones automáticas o nuestros comportamientos
gregarios.
A través del trabajo de Hércules en Sagitario comprendemos que
para acceder al compromiso con nuestra parte más sabia el buscador ha de
restringir la palabra y controlar el pensamiento.
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