Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen
las dificultades que pasaron ellos, la sociedad se vuelve más cómoda
Ser autosuficientes para ser mejores adultos
En los últimos años parece que los niños han perdido esas ganas de jugar subiendo a los árboles y raspándose las rodillas. Cada vez se ven menos niños en los parques haciéndolo y es que en muchas ocasiones los padres prefieren tener hijos cómodos que hijos que experimenten la vida misma.
Vivimos en la famosa “generación de cristal” en la que
parece que todo podría ser un ataque a lo establecido. Sin duda cuestionar es
parte del crecimiento de los jóvenes, pero parece que en esta ocasión es solo
una excusa para sus caprichos.
Viajar, comer, pensar, disfrutar, experimentar la vida misma
en todas y cada una de sus aristas es lo que vuelve a un individuo rico en experiencias
y sin duda en la creación de un criterio amplio que le permita tomar decisiones
de la mejor manera: tienen que aprender a ser autosuficientes.
Un niño mimado podría convertirse en un adulto débil…¿No lo
crees?
Mimar a un niño es quitarle oportunidades a un
adulto
Un niño mimado puede ser reconocido por su falta de voluntad
para ajustarse a las demandas ordinarias de vivir en una familia.
Es probable que el niño mimado sea irritable y antipático con los demás. Parece
cómodo ignorando los deseos de sus padres. “Quiere lo que quiere cuando
quiere”. Por esa razón, puede parecer impulsivo. Es probable que el niño mimado
crezca y se convierta en un adulto mimado.
El problema de ser un “adulto mimado” va mucho más allá del
hecho de que un individuo así, que exige gran parte del tiempo, puede parecer
desagradable, incluso detestable, para las personas que lo rodean.
Una persona malcriada es infeliz. Se siente frustrado,
incluso engañado, si no se le permite satisfacer sus deseos de inmediato.
A esa persona le preocupan los pensamientos de lo que no tiene. Y sin
disciplina, esa persona puede fracasar en el trabajo y en situaciones sociales.
Fomentando el valor de la responsabilidad
Algo que les he contado es que la gratitud y responsabilidad
cambiaron mi vida –y la de mi generación- Es fácil identificar cuando una
persona ha trabajado a lo largo de su vida y conoce estos valores porque se
abre puertas así mismo.
El valor de la responsabilidad es muy relevante, a saber, la
noción de que nuestras acciones tienen consecuencias y los niños deben ser
responsables de sus acciones, tanto buenas como malas. (Irónicamente, muchos
padres que aprendieron la lección de la responsabilidad temprano en sus vidas y
que contribuyeron a su éxito no parecen querer enseñar a sus hijos la misma
lección vital)
Enseñando el valor de la gratitud
Agradecer es una de las reglas más básicas de la cortesía,
pero también indica que una persona podría saber valorar alguna acción. Si no
queremos adultos mimados, tenemos que hacer que esas personas valoren el
trabajo de los otros.
Los padres pueden comunicar estos valores a través de
discusiones, momentos de aprendizaje y experiencias de vida. Pero la realidad
es que las acciones hablan mucho más que las palabras y los padres deben vivir
esos valores si quieren que sus hijos los adopten.
Como guías, próximos padres y personas debemos de
reflexionar cómo queremos que sea el mundo en unos años: liderado por una
generación de “cristal” que se queja de todo sin hacer cambios o liderado por
mujeres y hombres con criterio y convicciones.
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