La mirada de la
Madre Divina sostiene la Creación. Ella,
que se expresa como la Naturaleza, nos da todo lo necesario para vivir en este
planeta: la tierra, el agua, el aire, el fuego, el éter. Nos da el alimento, el
magnetismo y la energía necesaria para conducirnos en este mundo. Y todo lo
sostiene con su mirada.
De la misma
manera, la mirada de una madre terrestre sostiene y protege a sus hijos cuando
es capaz de mirarlos más allá de sus personalidades y ve sus almas. Su mirada
es una puerta que permite que sus hijos se conecten con su fuente y reciban, de
la parte más interna de su ser, la luz necesaria para conducir sus vidas.
Siempre he pensado
que los ojos son un misterio tan grande, son las ventanas del alma por donde
logramos una comunión muy profunda con nuestros semejantes. Dice el Maestro
Omraam que la mirada es el lenguaje de Dios, que Dios y los Ángeles hablan a
través de la mirada:
“Llegará un día en el que los humanos se
mirarán como Dios los mira. Y no tendrán malos pensamientos entre ellos, y cada
cual expresará libremente su amor a través de sus ojos, de su sonrisa. En el
Cielo nadie tiene tiempo de detenerse para hablaros, los ángeles recorren el
espacio a una velocidad vertiginosa, superior a la de la luz, pero al pasar os
envían una mirada, de la que os acordaréis durante toda la eternidad y mediante
la cual sois curados, iluminados, salvados. Nada en el mundo puede comparársele
a una mirada así. Es el verdadero lenguaje del Cielo.” (OMA. El Libro de la
Magia Divina , Pág. 155)
Día a día nos
enfrentamos con la opción de ver lo agradable o ver lo desagradable. Si
supiéramos que viendo lo agradable lo atraemos y viendo lo desagradable también
lo atraemos, tendríamos mucho cuidado en donde ponemos la mirada.
Cada cosa que se
mira entra en nuestro mundo porque los ojos además de ser emisivos son
receptivos No comprendo por qué nuestra civilización ha hecho un viraje tan
dramático hacia lo grotesco y lo feo. De repente lo roto y manchado se puso de
moda junto con una cantidad de elementos degradantes. No hay duda que es un
síntoma de que algo se torció en la mente colectiva de la humanidad. Estamos
imitando y sacando a la luz las zonas más oscuras y las criaturas más tenebrosas
del mundo invisible; y habrá consecuencias. Les hemos abierto la puerta a los
demonios y luego tratamos de cazarlos. Le damos entrada en nuestro mundo y
cuando vemos las consecuencias los queremos matar.
¡Cuántos
asesinatos vistos por nuestros niños en la televisión y en los juegos
electrónicos! ¿Alguien se habrá preguntado qué pasará en sus mentes inocentes,
qué cosa estarán grabando en el subconsciente? Es probable que a muchos de
ustedes yo les parezca repetitiva al señalar los males de nuestro mundo pero la
edad me ha dado ese derecho. Si conociendo las cifras que expresan la situación
del mundo no nos damos cuenta que nuestra civilización ha tenido un revés y
está a punto de fracasar, entonces, ¿qué nos pasa?
Si nos
acostumbramos a mirar las cosas bellas de la vida cuando veamos lo que no es
digno para el ser humano, lo reconoceremos. Cuando nos sensibilizamos y vemos
en cada cosa la Presencia de Dios, cuando a través de la expresión externa, no
importa la que sea, podemos ver el alma, iniciamos un proceso que nos va
sensibilizando y nos ayuda a distinguir lo que es realmente humano de lo que no
lo es.
Cultivando el arte
de ver lo positivo podemos descubrir aquello negativo que nos rodea y que nos
ata a conductas y actitudes que no responden al género humano Miremos el mundo
que queremos con los ojos de la Madre y hagamos que la realidad interna de
nuestra alma pueda expresarse y tener cabida en el mundo.
Todos los días
decídete a ver lo positivo. Sigue el lema de los antiguos Kobdas “Extraer de
todas las cosas lo más hermoso que hay en ellas”. Busca lo bueno de aquel que
te hiere y míralo. Todos los seres humanos tienen algo bueno y todos, un alma
gloriosa. Mantén tu mirada allí, sostenla por los que no pueden sostenerla para
que te conviertas en los ojos de la Madre. Si sientes que te faltan las
fuerzas, recurre a la oración:
“Madre Divina, permíteme ver la vida con tus
ojos, mira a través de los míos y revélame la gloria del alma humana y su
destino de luz. No me dejes caer en la tentación de creer que las cosas no
tienen remedio. Señora Amada y Bella, somos tus hijos, vivimos en ti, danos tu
amor para que veamos la gloria oculta y podamos expresarla.”
Los Maestros nos
dicen que los ojos del Cristo son los ojos de la Madre, los ojos del Amor. En
este mundo virtual de la aparente materia, como diría un físico cuántico, todo
es cuestión de cómo y desde donde ves las cosas.
Lleva en tu
corazón la consigna de Jesús, “Ámense los unos a los otros como Mi Padre os
ama” y mira y descubre en tu hermano, su gloriosa alma. Yo me inclino ante la tuya y reconozco Su
mirada en tus ojos.
Con amor
fraternal, siempre desde el alma,
Carmen Santiago
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