Las heridas emocionales de la infancia influyen y condicionan como serán nuestras relaciones personales cuando somos adultos, marcan nuestro carácter y nuestra calidad de vida.
Estas heridas se producen en la infancia a raíz de
alguna experiencia negativa o situación traumática vivida con nuestros padres.
Son situaciones que hemos vivido como abandono, rechazo,
humillación, traición e injusticia, nos generan mucho dolor y nos dejarán
huella.
Debemos tener en cuenta que el impacto y las consecuencias serán mayores, ya que a edades tempranas no disponemos todavía de las habilidades y recursos necesarios para hacerles frente.
Son marcas o «lesiones psicológicas y/o afectivas»
que no han sido bien curadas y cada vez que vivimos situaciones que nos
provocan emociones similares a las provocadas por la herida, volvemos a ella.
Los efectos de estas heridas se evidencian de
diferentes maneras, por ejemplo: ansiedad, vulnerabilidad hacia determinados
problemas, rasgos de personalidad, fracaso en las relaciones afectivas etc.
Las heridas afectan a todas las áreas de nuestra
vida, por lo que tenemos que desaprender la forma en la que nos hemos ido
protegiendo del exterior y reaccionando frente a ello y aprender a responder de
otra forma que nos permita estar bien y en sintonía con nosotros mismos.
Las heridas emocionales son como unas gafas a
través de las cuales vemos nuestra vida, hasta que las sanamos.
¿Qué son las máscaras de las heridas emocionales?
Con el fin de protegernos del dolor que nos generan
las heridas, vamos construyendo una máscara o tipo de personalidad, que lejos
de protegernos, aumentan nuestro dolor, eclipsando nuestra verdadera
personalidad y alejándonos de nuestro ser.
Cuando nos enfrentamos a situaciones que nos
generan inseguridad, miedo, tristeza etc, actuamos a través de nuestra máscara
de forma inconsciente y automática.
Se activan nuestros miedos más profundos saliendo a
la superficie y reabriendo la herida.
Cada herida tiene una máscara asociada.
Tipos de heridas emocionales
Podemos decir que prácticamente todos (por no decir
todos), tenemos heridas emocionales en mayor o menor grado y que han sido
transmitidas por nuestros padres (ellos también tienen sus propias vivencias y
heridas que no han sanado).
Es muy habitual identificarse con más de una
herida. Además es común que algunas vengan juntas, como la del rechazo y el
abandono.
Cada herida tiene su propia particularidad, por los
sentimientos que provocan, las situaciones en las que se activan y, las
creencias que despierta.
En la imagen que contiene la tabla podemos ver las
máscaras y los miedos asociados a cada una de las heridas emocionales.
Para ampliar este tema podés leer el libro "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo" de Lise Bourbeau.
AMA EL CAMINO
Nadie puede presionar a Dios porque él no tiene
obligación para con nadie. Él se complace a Sí Mismo donde hay un corazón puro
que emite amor, devoción y armonía propia. Es asombrosa la manera en que estos
bienaventurados seres se ganan los favores del Señor. El Señor no se complace
tanto en las capacidades del discípulo como se complace en el amor, la devoción
y la armonía. El anhelo por el Señor
desarrolla un inmenso amor hacia Dios, por el cual
Él se siente atraído a través de la Ley del Magnetismo. El verdadero discípulo
se da cuenta de la Presencia dentro de sí y en su entorno y por lo tanto, vive,
se mueve y regocija su ser en Él. Grandes videntes como Narada, Hanuman, las
Gopis, hallaron el camino hacia el Señor a través de este inmenso amor. El amor
del Señor parece envolverlo de la mejor manera. Es mejor que el ser humano
aprenda que Dios es Amor por encima de ninguna otra cosa.
Sri K Parvathi Kumar
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