Trigueirinho
Al venir al mundo material el hombre trae consigo, oculta, la
llave de su origen cósmico. La historia de esta humanidad fue, y es, dolorosa
porque esa llave interna quedó en el olvido, aunque siempre haya sido posible
reencontrarla.
La fe, irrestricta e incondicional, en la existencia de una Inteligencia Suprema por encima de todas las cosas es uno de los medios para
descubrir dicha llave, pues abre el camino que conduce a la percepción de la inmortalidad. Esa fe es portadora de energías sutiles que introducen a la persona en una vida regida por leyes superiores a las materiales.El karma se va transformando de a poco con el cambio de
actitud del hombre. Sin embargo, lo que se puede llamar real transformación del
karma se basa en esa fe, y es llevada a cabo por jerarquías que inspiran a la
vida externa para cumplir designios cósmicos. Cuando esta transformación
ocurre, el ser se libera relativamente de vínculos compulsivos físicos,
emocionales y mentales, y puede encarnar con propósitos muy definidos, como por
ejemplo, el de servir al plan evolutivo.
A medida que el ser humano crece en conciencia, su comprensión
acerca de la ley del karma va cambiando. Deja de verla como mero instrumento
para compensar errores cometidos en el pasado y reconoce que es un medio
infalible y de extrema utilidad para realizar la meta superior de la vida.
Comienza a descubrir esta meta cuando profundiza el desapego. Empieza a notar
que la ley del karma está presente en diversos niveles de existencia y que
actúa de diferentes formas; desde entonces coopera con ella de manera
inteligente, sin resistirse a la transformación que propone la voluntad mayor.
Ya no es sólo actor en el propio destino, sino colaborador efectivo de la
evolución, un verdadero creador.
Basados en la fe, nuestra constitución material y psíquica
puede cambiar por completo y reencontrar gradualmente la llave que abre los
portales de nuestra realidad inmortal, donde ya no existen el ayer ni el
mañana, tan sólo existe el eterno presente, sin karma. La fe es un faro que
domina todo el trayecto por las tortuosas veredas de los mundos materiales,
conduciéndonos siempre a leyes superiores a la del karma.
Un considerable número de almas se empeñaron en clarificar el
karma durante varias encarnaciones y, en el momento actual, sus personalidades
podrían estar regidas por leyes superiores; a pesar de eso, permanecen bajo la
ley del karma debido a la inercia o a la falta de osadía para asumir
un nuevo estado.
En general, se trata de seres que han madurado por la
experiencia y que no se dejan llevar por la maldad que caracteriza a la mayoría
(polarización), pero algunas conductas tradicionalmente aceptadas y
consideradas como positivas que ellos adoptan, impiden que se sumerjan en lo
desconocido. Para esos seres, las responsabilidades personales tienen tanto
valor que relegan a segundo plano las obras de cuño espiritual y de alcance
universal.
Aquellos que demoran en abandonar lo que ya no les corresponde,
a veces son impulsados a salir del letargo a través de la pérdida compulsiva de
bienes o de la ruptura inarmónica de ciertos lazos afectivos. Para la
personalidad, estas privaciones pueden resultar un sufrimiento, pero para el yo
interno, que tiene a la vista desenvolvimientos más profundos y libres, es una
oportunidad esperada por mucho tiempo.
Los impulsos enviados desde lo Alto para esas separaciones
nunca llegan prematuramente; aguardan que la personalidad tenga fuerzas
suficientes para asumir la etapa que se abrirá, con el mínimo de posibilidades
de retroceder. Cuando los seres superan el limbo de las vivencias repetidas,
donde todo parece ya conocido, experimentan la plenitud que sólo la ausencia de
vínculos personales puede proporcionar.
Disolver los lazos que atan la conciencia al ego, con sus
hábitos y vicios, ir más allá de lo que es posible para la mayoría, renunciar a
las propias ideas, opiniones y gustos, y despojarse de todo lo superfluo
adquirido a lo largo de la vida, exige una voluntad férrea. Pero sólo así se
consigue llegar a las leyes mayores, bajo las cuales el karma no existe.
En el Nuevo Testamento se dice que los llamados para seguir al
Maestro eran exhortados a no perder tiempo mirando para atrás y a anunciar el
reino de Dios. Los que son capaces de ejercer la voluntad al punto de hacer
esto, experimentan una indescriptible levedad, y las tramas del karma ya no les
impiden anunciar ese reino mediante obras de tenor trascendente.
Pasado el momento del acto de desapego, se puede reencontrar
de manera inconcebiblemente más elevada y esencial lo que se dejó. Estamos
unidos a una Conciencia que lo abarca todo. Entre los factores que nos impiden
percibir esa unión real de todas las partes de un Todo está la costumbre de la
convivencia en sentido común y los recuerdos de hechos del pasado. Todo esto
puede continuar presentándose después del acto de desapego, en caso de no haber
rechazado con decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario