Este Shabat se conoce tradicionalmente como Shabat Najamú, el Shabat del
Consuelo, en el que Dios dice que seremos consolados.
¿Esto significa que ahora estamos consolados? El Zóhar dice que recibiremos consuelo al comienzo de la lectura en Vaetjanán donde la Biblia dice que Moshé le rogó a Dios para que le permitiera llevar a los israelitas a la Tierra Prometida.
“¿Qué podemos aprender de esta testarudez de Moshé?”
¿Cuál era la intención de Moshé aquí? Él ya sabía que no
podría entrar en la Tierra de Israel; Dios se lo dijo. Moshé no se consoló en
absoluto por el hecho de que Dios le instruyó que designara a Yehoshúa para
llevarlos. Moshé quería llevar a los israelitas. No paró de pedirlo, aun
después de que Dios rehusara permitirle llevar a los israelitas a la Tierra
Prometida.
¿Qué podemos aprender de esta testarudez de Moshé, que se negó
a aceptar un “no” como respuesta? ¿De qué se trata esto y qué relación tiene
con najamú, o “consuelo”? El Zóhar dice que cuando Moshé rehusó
aceptar esta respuesta, incluso cuando se trataba de la palabra de Dios, nos
está enseñando una gran lección acerca de la resignación. La mayoría de
nosotros, al menos en un momento u otro de nuestra vida, nos hemos resignado a
una condición que creemos que no se puede modificar, que no se puede cambiar.
Este ha sido nuestro mayor problema. Tenemos que entender que todo caos físico
y natural puede cambiarse y restaurarse, ser devuelto a la perfección. La
realidad física está sujeta a cambio a través del poder de la mente sobre la
materia.
El Zóhar explica que cuando Moshé dijo: “Quiero entrar a la
tierra de Israel”, no se estaba resignando ante la ilusión física; ese es el
consuelo. Esto significa que incluso si el Templo fue destruido, no había razón
por la cual no podía ser restaurado. Cualquier cosa de índole física puede ser
modificada, cambiada y restaurada. Sin embargo, se necesita tiempo para aceptar
la mejora. El mundo no está preparado para aceptar que la realidad física puede
ser modificada.
La materia física no desaparece; el poder de la Fuerza de Luz
de Dios siempre está presente. Esto está sustentado cuando Dios le dice a
Moshé: “Cuando me llames, Yo responderé”. Pero, si eso es así, ¿cómo es posible
que en los últimos miles de años hemos tenido muchas situaciones en las que no
hemos visto respuesta? La evidencia parece señalar al hecho de que Dios nunca
nos responde. De vez en cuando presenciamos un milagro, pero son escasos y
aislados.
“Cuando llamamos a la Fuerza de Luz de Dios, esta responde de
inmediato”.
El Zóhar dice que sin importar qué suceda, cuando llamamos a
la Fuerza de Luz de Dios, esta responde de inmediato. No obstante, al igual que
a las enfermedades u otras formas de caos les toma muchos años manifestarse,
sucede de igual manera cuando invocamos a la Luz para revertir una situación
que parece irreversible; toma tiempo. Pero no tenemos paciencia cuando se trata
de la respuesta de Dios. Cuando oramos a Dios, Dios responderá, pero no lo
vemos porque lo esperamos ahora. Somos la generación instantánea. Esto ha
estado sucediendo por 3400 años. Llamamos a Dios y esperamos que las cosas
cambien de inmediato, y si no sucede, creemos que nunca cambiarán.
El Zóhar dice que no, que esto ya ha sucedido en la Realidad
del Árbol de la Vida; es en nuestro mundo donde tenemos que trabajarlo, tenemos
que ganárnoslo. Este es nuestro esfuerzo. Cuando le pedimos a Dios un milagro,
debemos preguntarnos: ¿nos lo ganamos? ¿Usamos la metodología requerida para
incluir a la Fuerza de Dios en la situación? No sucederá sin algún esfuerzo de
nuestra parte. El Zóhar dice que el simple hecho de que lo hayamos pedido
significa que ya ha sucedido, pero tenemos que hacer el esfuerzo para
manifestarlo en nuestro mundo a fin de que no haya un aspecto de Pan de la
Vergüenza. Es por eso que el Zóhar es tan poderoso; nos enseña la estructura de
este universo, al igual que cómo entender el tipo de esfuerzo que tenemos que
ejercer para cambiar las cosas. Moshé no se rindió, aun cuando fue Dios quien
dijo “no”, porque él sabía que la decisión estuvo basada en el plano de la
realidad física.
Este libro de Deuteronomio se relaciona con nuestro nivel de
Maljut, donde aspiramos tener la recompensa del Universo Perfecto de Zeir
Anpín, la Realidad del Árbol de la vida. Y si esto parece imposible, si tenemos
alguna duda, nos estamos rindiendo ante la ilusión física.
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