Centro Holística Hayden

Escuela de Autoconocimiento personal y espiritual

Master Reiki Usui - Master Reiki Karuna - Master Reiki Egipcio Seichim - Terapeuta Holística - Facilitadora espiritual - Numeróloga Evolutiva Humanista.

A través de estas herramientas te encuentras con tu verdadero Ser...aqui estamos....esperando darte la mano.........

16 de abril de 2018

El lado oscuro de la patria


Alejandro Lodi
(Abril 2018)

A los argentinos la astrología nos habilita a creer que vivimos un tiempo crucial. Como en 1930, como en 1982.
En 1982 Plutón cruza el Ascendente en Libra de la carta de Argentina por primera vez en la historia. El dios de las profundidades infernales gana superficie. La potencia destructiva y regeneradora, la sombra de la comunidad -lo negado, lo temido, lo reprimido, lo proyectado, lo bloqueado- se hace visible y cobra protagonismo. La expresión del poder, un modo de significarlo y de reproducirlo en las relaciones sociales, inicia un ciclo de experiencia. Todos nuestros complejos -y nuestras patologías- vinculares hacen elocuente síntoma o dramático brote. Los traumas “con el otro” (ya sea interno o externo) ya no pueden ocultarse.
Hoy, en 2018, esa misma cualidad de Plutón -ese mismo símbolo, ese mismo dios- opera sobre los asuntos de casa IV (por primera vez en la historia) y sobre la Luna y el Sol (como entre 1978 y 1980). La memoria, el pasado, el sentimiento de patria, el sentido de pertenencia territorial, el pueblo, las mujeres, las madres y la maternidad, lo doméstico, las costumbres cotidianas, los hábitos de la comunidad, la vida familiar, la identidad nacional, la imagen que la comunidad tiene de sí misma, los gobernantes… Y además, si consideramos “casa” como “fase”, el ciclo de Plutón llega a su fase IV: define su forma aquel poder inaugurado en 1982. La democracia determina su carácter, su capacidad para contener la pulsión de la sociedad y organizar la circulación de la potencia vital en nuestras relaciones interpersonales.
Plutón en tránsito muestra la oscuridad. Aplicado a Luna y a casa IV, el lado oscuro de la Luna. En mundana, el lado oscuro de la patria.
La imagen que tenemos de nosotros mismos proyecta una sombra. Es la cara oculta de nuestro rostro  visible. El lado oscuro de nuestra máscara luminosa. La sombra es un contenido incómodo que no vemos porque nos cuestiona, un rasgo desagradable que rechazamos porque nos recuerda que no somos lo que creemos ser. La sombra de una comunidad es la expresión de sus miserias, de sus injusticias acumuladas, de supuestos imaginarios inconscientes que intoxican la conducta social. La sombra sólo es reconocida como reflejo: proyectada en culpables (internos o externos) y descargada en rituales de sacrificio (tragedias, guerras, persecuciones) con sus correspondientes chivos expiatorios.
En parte existentes desde siempre, en parte generados (o, al menos, agudizados) a partir del ciclo histórico iniciado en 1982, estas pueden ser algunas de las elocuentes manifestaciones de nuestra sombra:
La exclusión social creciente de las últimas tres décadas. Los alarmantes índices de pobreza e indigencia, ya no circunstanciales sino persistentes y sostenidas en el tiempo, sin que ninguna opción política en el gobierno (de derecha o de izquierda, elitista o populista) supiera revertir.
La corrupción establecida como norma. La imposibilidad de hacer política sin participar de una red clandestina de favores y compromisos en beneficio de particulares, o de hacer negocios con el Estado o de administrar fondos públicos sin practicar desvíos a personas privadas o a corporaciones (sean partidarias, empresarias, periodísticas, culturales, deportivas, etc.).
La trama oculta de los servicios de inteligencia que siguen operando, aparentemente, al margen del control de los poderes del Estado.
La postergación de las comunidades originarias. El progresivo deterioro de sus condiciones de vida y la condena a su marginalidad.
El clientelismo político, el uso de los sectores más necesitados de la sociedad con fines electorales y de acumulación de poder personal.
La instalación y consolidación del narcotráfico. La red de complicidad política, judicial y policial. Los delitos y crímenes asociados al negocio del tráfico de sustancias. El asesinato de las madres de víctimas del consumo que se animan a denunciar a los proveedores.
Los hábitos de consumo de drogas y alcohol instalados como cultura, con la consecuente tolerancia y promoción, sin registro -ni atención debida- de las consecuencias.
La violencia de género. La exclusión y subestimación de las mujeres. El abuso de menores. La trata sexual.
El maltrato doméstico. La agresión y la prepotencia como modo de relación en el hogar, en las escuelas, en el espacio público, en los espectáculos deportivos, en las manifestaciones políticas.
Dolor oculto. Muertes no registradas (o justificación de la muerte). Perversión sexual naturalizada. Tráfico de personas. Corrupción estructural. Desatención de los más vulnerables. Redes mafiosas al margen o dentro del Estado. ¿Cuántos contundentes silencios conviven entre nosotros? ¿Cuánto vano griterío nos distrae de la compasión más urgente? Quizás le damos excesiva importancia y consumimos valiosa energía en insuperables tonterías, en adherir o rebelarnos a increíbles relatos narcisistas, creyendo además que por eso somos mejores, épicos, memorables. Orgullosos niños con pañales (sucios) que juegan a ser superhéroes.
En este contexto, tres anuncios recientes adquieren especial significado:
El debate sobre la despenalización del aborto. Una sombra de nuestra sociedad (Plutón) que atraviesa posiciones ideológicas, ya sean políticas o religiosas, y que involucra en forma específica a las mujeres y a la maternidad (Luna). Un sinceramiento colectivo que elude aprovechamientos demagógicos, que expone nuestros límites éticos ante el respeto a la vida y pone a prueba nuestra sensibilidad compasiva ante la cantidad de mujeres (¿miles?) que, año tras año, mueren o se arriesgan a morir en la angustia de embarazos no deseados. Frente a la pulsión de la vida y la muerte se impone la dimensión de lo sagrado; se aquietan las certezas arrogantes y sentenciosas, brotan los silencios de la conmovedora incertidumbre, se impone el encuentro con la íntima zozobra de la condición humana.
La identificación de los restos mortales de soldados argentinos sepultados como NN en Malvinas. Consecuencia de la guerra de 1982 (inicio del ciclo de Plutón), la situación -hasta ahora casi ignorada- de quienes murieron y permanecían en 88 tumbas sin nombre es asumida en forma oficial. Una forma de darle entidad (fase IV) a la muerte y a la tragedia, de conocer la verdad y de reparar la herida abierta de familiares y, en especial, madres. La contundencia de un hecho absoluto que expone (e impone) lo humano y supera valoraciones ideológicas y relatos nacionalistas. Una oportunidad de meditar y desarrollar conciencia acerca del costo del chauvinismo, de las complejidades del sentimiento de patria, y del valor de la vida y de la muerte.
La urbanización de villas de emergencia y el proyecto de otorgar propiedad legal a sus habitantes. La propiedad de la tierra (casa IV) y el reconocimiento de sus habitantes como ciudadanos, con la dignidad de los derechos y obligaciones que esa condición supone. Un sentido de pertenencia validado por las instituciones del Estado. La posibilidad de que gran parte de la población (más de 3 millones de personas) acceda a servicios esenciales y que sus condiciones de vida superen la miseria. Un desafío de integración e inclusión capaz de quebrar los estigmas de la indiferencia y de la exclusión, de liberarse del resentimiento de ser marginados y utilizados por lo más oscuro del poder político.
Cada uno de estos posibles significados del actual tránsito de Plutón simboliza una prueba de sanación y un riesgo de patológica regresión. Pueden representar la ocasión de disolver un circuito repetitivo que nos cristaliza en el dolor. O pueden malograrse capturados por la excitación de mantenernos polarizados en posiciones fijas que necesitan que el futuro reproduzca el pasado. Si somos nuestra memoria, la creatividad del porvenir nos atemoriza. Transformar el sufrimiento conocido en potencialidades desconocidas requiere el coraje de percibir por nosotros mismos, de resignar el encanto de sentirnos protegidos por lo que otros creyeron, pensaron y actuaron en otro tiempo. Honrar la memoria no es repetir el pasado, sino ser fiel al futuro.
Tiempos de Plutón en tránsito al Sol y a la Luna. La sombra interroga a la luz. Reconocer lo sombrío anuncia la inevitable y urgente transformación de aquello que estamos convencidos que somos y de los hábitos que lo reproducen en lo cotidiano. Un trago amargo bajo promesa de dones. Como todo lo que cura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario