Michael Berg
Hay un versículo en la porción de Kedoshim con tres palabras que
conocemos muy bien: Veahavta Lereaja Camoja, “ama a tu prójimo como
a ti mismo”. Rav Akivá, maestro de Rav Shimón bar Yojái, dijo que llegar a este
estado de amar a los demás como a nosotros mismos es el propósito de todas las
enseñanzas espirituales y todo nuestro trabajo espiritual.
Rav Áshlag escribe algo sobre esto en La sabiduría de la verdad,
algo que yo he compartido y enseñado muchas veces; sin embargo, he obtenido una
comprensión
completamente nueva de Veahavta Lereaja Camoja y
lo que significa a nivel práctico. La verdad es que la mayoría de nosotros cree
que sabe lo que significa, pero dudo que alguno de nosotros esté cerca de
vivirlo. El problema con eso es que, tal como enseñan los kabbalistas, nada de
lo que hacemos es un aspecto de verdadero trabajo espiritual salvo Veahavta
Lereaja Camoja. Rav Áshlag explica que debemos entender que todas las demás
acciones, herramientas, mandamientos y enseñanzas sólo tienen un propósito:
llevarnos a todos individualmente, y al mundo colectivamente, a un estado en el
que amemos a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Los estudios en la
Torá son comentarios, explicaciones y entendimientos de esta sola enseñanza, y
estos tienen la posibilidad de llevarnos al estado de estas tres palabras o no.
No obstante, antes de siquiera poder entender por qué esto es verdad,
tenemos que comprender lo que en realidad significan esas tres palabras, porque
considero que la mayoría de nosotros las malinterpreta. Creemos que llegar al
nivel más alto de cuidar y amar a los demás como a nosotros mismos significa
ocuparnos de todo lo que necesitamos y luego ocuparnos también de las
necesidades de alguien más. Pero eso no es lo que dice este versículo; no nos
dice: “Ama también a tu prójimo”. Dice que lo ames como a ti mismo. Eso
significa que compartamos y cuidemos a los demás en todo aspecto del mismo modo
en el que lo hacemos por nosotros. Significa cuidar siempre a quienes nos
rodean y satisfacer sus necesidades y deseos antes de satisfacer los nuestros.
Por ejemplo, si vamos a comer cereal en la mañana, antes de llevar la
cucharilla a la boca, primero debemos ver si hay alguien más en el mundo que no
tiene cereal e ir a asegurarnos de que todos tengan. Sólo entonces podemos ir a
casa a comer nuestro cereal.
Pienso que es importante que nos demos cuenta de cuánto nos hemos
engañado nosotros mismos con respecto a vivir esta enseñanza, cuando llegamos a
ver que la innumerable cantidad de libros que hemos leído, las clases que hemos
escuchado, las acciones que hemos realizado y las conexiones que hemos hecho
fueron inútiles si no nos estaban llevando a Veahavta Lereaja
Camoja. Y nos engañamos a nosotros mismos al decir: “Sólo debo ser una
persona más generosa y altruista”, porque cuando decimos eso, sólo son dos
palabras: cuidar o amar al prójimo. Pero en realidad son tres palabras: amar y
cuidar al prójimo como a nosotros mismos.
Hay un concepto que Rav Áshlag comparte que demuestra esto. Habla de lo
que significa que una persona cuide de un servidor que le presta sus servicios.
Por ejemplo, dice que si hay dos almohadas en la casa, el patrón debe
asegurarse de que su servidor tenga una almohada antes de tener una para sí
mismo. Dice que el patrón se asegura de que su servidor tenga comida antes de
comerse la suya. Pero, más importante aún, dice que si sólo hay una almohada o
un filete, el patrón debe absolutamente asegurarse de que el servidor lo tenga
antes que él.
Rav Áshlag continúa explicando que vivir esta enseñanza no significa
compartir o ser una persona espiritual. Quiere que nos demos cuenta de que
cuando dice que amemos al prójimo como a nosotros mismos significa que, en
primer lugar, tenemos que asegurarnos siempre de que las necesidades de la otra
persona sean atendidas antes que las nuestras y, en segundo lugar, si sólo hay
modo de satisfacer las necesidades de uno de los dos, tenemos que atender
primero a la otra persona incluso si eso significa quedarnos sin nada.
Considero que esto está muy lejos de donde nos encontramos la mayoría de
nosotros ahora, ya que todas nuestras acciones de naturaleza espiritual o
generosa y nuestras conexiones en realidad sólo tienen un único propósito:
llevarnos a ese estado. Así pues, debemos preguntarnos cuántas veces, el año
pasado o incluso en toda nuestra vida, realizamos una acción en la que había
algo que necesitamos, alguien más lo necesitaba como nosotros y decidimos
dárselo primero a esa persona.
No somos personas generosas sólo porque vivimos las primeras dos
palabras, no se trata de también preocuparnos por los demás, sino de
preocuparnos por los demás tanto como lo hacemos por nosotros mismos. Sí, al
vivir esas primeras dos palabras seremos buenas personas espirituales que
agradan a los demás porque damos cuando queremos, cuando podemos o cuando es
cómodo para nosotros. Pero no estamos viviendo Veahavta Lereaja
Camoja. Motivarnos a darle primero a alguien que necesita lo que nosotros
necesitamos tiene que volverse un aspecto constante de nuestra vida. Cuando
verdaderamente entendemos esto, vemos que es una de esas enseñanzas que puede
en realidad cambiar no sólo nuestra perspectiva, sino también cómo vivimos cada
día.
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