En una región apartada de Borneo, unos biólogos encontraron una fruta exótica, desconocida en el mundo occidental. Los nativos la llamaban “bamira” y la utilizaban a diario en sus comidas.
Tres científicos de una universidad europea viajaron hasta esa zona
apartada para conocer a esa extraña fruta en su entorno natural. Uno la estudió
en un microscopio, otro tomó notas sobre las características visibles de la
planta y el tercero analizó la dieta de los pobladores del lugar.
La hija de uno de los científicos, que había acompañado a su padre en
este viaje, tomó en su manos una bamira, tocó su cáscara, la acercó a su nariz
para oler su fragancia, la abrió con una navaja y se la comió lentamente para
finalmente exclamar: “¡Esta es la famosa bamira!”.
En ese momento, la niña supo más de la bamira que los miembros más
eruditos de la expedición.
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