Michael Berg
En la porción de Sheminí está
escrito que después de la construcción física del Tabernáculo, Moshé hizo su
trabajo dentro de éste por siete días, luego, al octavo día llamó a Aharón y le
dijo que había sido elegido para realizar los sacrificios.
En una hermosa sección del Zóhar
está escrita una cosa maravillosa. En el tiempo del Becerro de Oro, cuando
Moshé fue a la cima del Monte Sinaí para recibir la Luz de la
Torá, Aharón se
quedó abajo con los israelitas. Sabemos que ellos tuvieron miedo de que Moshé
no regresara y le dijeron a Aharón que querían hacer el Becerro de Oro. Aharón
pensó que si les decía que no, lo asesinarían, por eso les dijo que fueran a
reunir oro con la esperanza de retrasarlos. Pensó que les tomaría tanto tiempo
que, para el momento en el que regresaran, Moshé estaría de regreso. Sin
embargo, como ya sabemos, eso no ocurrió. Cuando regresaron con el oro, Aharón
les pidió el oro y les dijo que él comenzaría el proceso, con la esperanza,
otra vez, de retrasarlos un poco más para que Moshé tuviese suficiente tiempo
para descender. Pero también sabemos que eso no pasó.
En el Zóhar, cuando se dice que
Aharón tomó el oro en sus manos, Rav Shimón bar Yojái comienza a llorar; cada
vez que Rav Shimón llora en el Zóhar se trata de un momento poderoso. Él habla
de Aharón, dice que Aharón era un alma elevada y que cuando sus manos tocaron
el oro ellas le infundieron Luz al oro. Por lo tanto, el Becerro de Oro no se
habría manifestado si Aharón no hubiese sostenido el oro con sus manos. Por ejemplo,
si les hubiese dicho que pusieran el oro en el piso, no habría recibido Luz ni
se habría convertido en el Becerro de Oro. Pero como Aharón tuvo el oro en sus
manos, Rav Shimón dice en llanto que Aharón les permitió a los israelitas
realizar el Becerro de Oro y que, cuando éste fue terminado, desapareció la Luz
de Inmortalidad para ellos. El Zóhar nos dice que a partir de ese momento, sin
importar hacia donde mirara, Aharón veía un Becerro de Oro; nunca pudo
olvidarlo y siempre intentó purificarse y elevarse desde ese suceso.
Llegó el octavo día y Moshé se
dirigió a su hermano Aharón y le dijo que ahora era su trabajo continuar el
proceso de llevar a toda la humanidad y al mundo hacia una conexión directa con
la Luz del Creador. No obstante, Aharón observa el Tabernáculo y el altar, y
sólo ve el Becerro de Oro. Él dice: “No puedo hacerlo sabiendo lo que he
hecho”. Pero Moshé le dice a Aharón que no sólo puede hacerlo, sino que el
hecho de haber caído, el hecho de haber tomado el oro en sus manos y, de algún
modo, haber facilitado la creación del Becerro de Oro, es en realidad la razón
por la que es el indicado para el trabajo; ya que Aharón estaba en pedazos y la
Luz del Creador reposa sobre lo más bajo. El Arí también nos revela que esta es
la razón por la que Aharón fue elegido. De no haber estado en pedazos, no
habría podido hacer este trabajo. Esta es una hermosa historia, pero tiene un
nivel más profundo.
Hay un concepto que dice que la
Luz del Creador protege a quienes se elevan a partir de los errores y las
caídas. Pero si ese es el caso, ¿por qué el Creador permitió que Aharón tomara
el oro y cayera? Los kabbalistas nos dicen que Aharón necesitaba tomar el oro
porque tenía que estar en pedazos. La única manera en la que podía llegar a ese
estado era cometiendo ese error. Por lo tanto, este error no fue realmente una
caída; fue lo que lo preparó para ser el Sumo Sacerdote. Fue lo que lo preparó
para traer la gran Luz de alegría a este mundo. Moshé le dijo: “Este ha sido un
proceso perfecto para ti, Aharón. Esa caída te preparó para este trabajo”.
Por eso, cuando preguntamos por
qué el Creador no evitó que Aharón cayera, debemos saber que esa caída, haber
tomado el oro en sus manos y, de algún modo, haber facilitado la creación del
Becerro de Oro, fue lo que Aharón necesitaba para estar en pedazos y, en
consecuencia, convertirse en un canal para la gran Luz del Tabernáculo, para la
gran Luz de alegría que es revelada en Shabat Sheminí.
Gracias a esto aprendemos una
maravillosa lección: nuestros errores, las veces que caemos, son parte de
nuestro proceso de elevación. Uno de los grandes errores que cometemos es
pensar que hemos cometido errores. Si tenemos certeza en la Luz del Creador,
ella estará involucrada en cada aspecto y en cada momento de nuestra vida,
incluso en los errores que cometemos. ¿Cuántas veces pensamos en retrospectiva:
“Si no hubiese cometido ese error, quizá determinada situación no habría ocurrido”?
Cuando lo hacemos perdemos certeza. Por ende, de Aharón aprendemos que no
debemos pensar que somos tan inteligentes como para haber cometido esos errores
nosotros solos; cometimos esos errores con la ayuda de la Luz del Creador. Y
dichos errores son perfectos para nosotros y nuestro proceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario