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1 de mayo de 2020

El supuesto de la vida como lucha


Alejandro Lodi
(Abril 2020)

Transcripción de la primera parte de la conferencia “Cambios de paradigmas en astrología y perspectivas para el 2020” dictada en la Fundación Columbia, en Buenos Aires, el 9 de noviembre de 2019, como parte del ciclo “Círculos de reflexión y diálogo” coordinados por Ana María Llamazares y Flavia Valgiusti. Gracias Ana María por la invitación.

Parte I: El supuesto de la vida como lucha
Mi intención aquí es presentar algunas provocaciones (en el mejor sentido de la palabra), estímulos que nos permitan meditar acerca de “lo que hacemos cuando hacemos astrología” y de cómo esto puede estar mutando, cómo esto puede estar cambiando en este momento. Cómo comenzamos a descubrir que aquello que aprendimos que era la astrología, quizás, también es otra cosa.

Lo que me parece importante, como cada vez que alguna palabra empieza a usarse mucho, es ponernos de acuerdo sobre qué entendemos o cómo vamos a significar la palabra «paradigma». Cuento con el perjuicio de no ser académico, con lo cual voy a  cometer muchos fallidos en el intento de definir la palabra paradigma; pero vamos a verlo como el beneficio de intentarlo desde una experiencia vivencial, antes que académica.
Un «paradigma» sería un conjunto de creencias, de ideas, de valores, de supuestos básicos subyacentes a la conciencia que compartimos, de manera inconsciente, no sólo con ciertos individuos, sino con toda la humanidad en determinado momento de la historia. Cada tiempo histórico presupone una percepción de la realidad que, aunque esté sostenida en ideas, en realidad está sostenida en supuestos inconscientes que, en cierto momento, entran en crisis. En esas crisis los humanos ya no podemos seguir creyendo en lo que estábamos creyendo o se hacen evidentes, brotan a la superficie, los supuestos que hasta ese momento eran subyacentes a la conciencia colectiva. El más clásico ejemplo es cuando la humanidad descubre -y tiene que hacerse responsable- de que no es cierto que el Sol gira alrededor de la Tierra, sino que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Eso implicó una crisis de paradigmas que exigió reformular todo: la ciencia, los dogmas religiosos, las instituciones políticas, el concepto de individuo, etc.
 Si tenemos una percepción y una valoración demasiado amplia y generosa de los paradigmas, vamos a ver que hay una crisis de paradigmas “cada cinco minutos”; y, si nos ponemos exigentes, vamos a decir que nunca hubo tal crisis y que los paradigmas nunca cambiaron. Se trata de una zona de meditación un tanto subjetiva. Pero, quizás aquí nos sirva valernos de la astrología: los ciclos astrológicos marcan tiempos que perfectamente pueden estar en sincronicidad con cambios de paradigmas globales o que, al menos, ocurren en cierta área específica de la experiencia humana.
Hoy también vamos a hablar de la crisis que supone la conjunción de Saturno y Plutón en el próximo año 2020. Es un fenómeno que ocurre cada treinta y pico de años y que tiene que ver con algo especifico. Cuando dos planetas hacen conjunción convocan a una experiencia que tiene que ver con lo que simbolizan. En este caso tiene que ver con estructura y pulsión, con sistema y poder. La conjunción de Saturno y Plutón tiene mucho que ver con una reestructuración, una nueva forma de estructurar el poder en la humanidad, no sólo en la escala individual.
Esto se vincula con una crisis política de la humanidad. «Política» es otro concepto muy amplio sobre el que vale la pena acordar significado. Aquí vamos a decir que refiere al arreglo de los diferentes intereses entre los seres humanos, en relaciones de poder que definen estructuras vinculares que se traducen en leyes, normas, hábitos y costumbres.
Pero, antes de concentrarnos en el clima de la actual conjunción Saturno-Plutón, quiero compartir algunos de estos supuestos básicos subyacentes, de estas creencias que no somos conscientes que tenemos, y que me parece interesante poner en la superficie para meditar sobre ellos, no para resolverlos, porque no son problemas para resolver.
El primero que les voy a presentar creo que viene desde la época de las cavernas y que se perpetuará por tres millones de años más o menos… (Risas). Es un supuesto muy convincente, una creencia arraigada, una forma de organizar la percepción que tenemos naturalizada. Es el paradigma que dice: la vida es lucha. Por cierto, no digo esto para que lo anoten y repliquen sin meditarlo. Es un supuesto que merece y necesita una meditación compartida.
Nuestro sistema de creencias configura un mundo externo y un mundo interno. Si yo creo que la vida es lucha, entonces se configura un mundo externo y un mundo interno que, acordes a ese supuesto, están en conflicto, en fricción, en batalla.
Quizás lo primero que tengamos que revisar (y acaso la humanidad lo esté haciendo desde la época de las cavernas y prosiga por tres millones de años) es la idea de que esta entidad consciente que percibe y se comunica (y que llamamos “yo”) está separada del medio externo. La separatividad entre este individuo “aquí adentro” y el mundo externo “allá afuera” es, en verdad, ilusoria. Esto todavía es esotérico. Aunque esta percepción haya llegado a la ciencia y haya comenzado a cuestionar la separatividad, aun estamos convencidos que “yo no tengo nada que ver de lo que pasa afuera”… Esta es la ventaja de no ser académico y poder decir cosas medio brutales… (Risas). Ese es un supuesto perceptivo básico: la separatividad.

El desarrollo de conciencia inevitablemente lleva a un momento donde este supuesto va a ser cuestionado, dónde me daré cuenta que “lo que ocurre afuera” está en correspondencia con “lo que ocurre adentro”. Esto no es algo nuevo (o no debería serlo) para los astrólogos. Y usé la palabra «correspondencia», que remite a un principio hermético que tiene más de cuatro mil años de antigüedad. Ya hace cuatro mil años, en algún lugar del planeta un grupo de humanos percibió el principio en el que se basa la astrología: el orden del cielo está en relación con el orden de la tierra. El principio de correspondencia dice que “como es arriba, es abajo”. Más provocativamente hoy podríamos decir que lo que veo afuera (y creo objetivo) se corresponde con una organización interna (que creo subjetiva). Si se modifica la organización interna se modifica el significado del suceso externo. El hecho sigue siendo el mismo pero cambia su significado. En los mismos hechos emerge otra realidad.
Un ejemplo clásico es lo que nos pasa con las películas. Vemos una película a los 20 años y creemos ver “una película”, pero volvemos a verla a los 50 años y vemos “otra película”. En aquél momento nos conmovió y ahora nos resulta un bodrio, o viceversa. Claramente, la película es la misma y, a su vez, claramente ya no es la misma. En lo fáctico, la película no se modificó, entonces ¿que cambió?: la sensibilidad perceptiva y la capacidad para organizar significados. Una alteración de la organización interna genera (o, mejor, se corresponde con) otra organización externa en el mismo hecho.
Pero no quiero soslayar el supuesto que quería proponerles observar: la vida es lucha. No digo que sea falso ni verdadero, sino que, siendo astrólogas y astrólogos, sabemos que si defino que “la vida es lucha” habrá otro supuesto opuesto y complementario. La vida es lucha sugiere una percepción ariana de la realidad, de modo que el supuesto perceptivo complementario revelaría una percepción libriana: la vida es cooperación. Esto es polaridad. Si afirmo que la vida es lucha, y me consta la polaridad, entonces también diría que la vida es cooperación
Decir esto no cuesta nada. De hecho, lo acabo de decir yo, sin la menor perturbación. Sin embargo, en lo cotidiano, parece imposible de vivenciar. Nuestro hábito es convencernos de que “yo soy del bando de los que dicen que la vida es lucha, y estoy opuesto a los que dicen que la vida es cooperación”. Más aún, voy a creer que los que dicen que la vida es cooperación son “la pesadilla de la humanidad” y que por culpa de ellos no podemos finalmente derrotar la ignorancia. En el encanto del supuesto de que la vida es lucha, solo cabe derrotar posiciones.
Por supuesto, bajo el condicionamiento perceptivo de que la vida es lucha, la percepción de que la vida es cooperación todavía resulta un supuesto hippie. Y es probable que a los 15 minutos de vivir en una comunidad hippie se ponga en evidencia que la vida es lucha… (Risas). Dentro de una cultura condicionada por el paradigma de que la vida es lucha, la percepción de que la vida es cooperación se presenta todavía como una ilusión, como una aspiración ideal. Y meditar sobre paradigmas perceptivos no es un tema de idealismos. No se trata de rechazar un paradigma para idealizar otro. Luchar por un ideal de cooperación entre los seres humanos reproduce el paradigma de que la vida es lucha.
La vida es lucha es un supuesto perceptivo muy capcioso. Hasta podría dar una sensación de firme certeza. Pero, cuando descubrimos que, de un modo inconsciente, hemos comprado ese supuesto y que la creencia de que la vida es lucha ha condicionado nuestro registro de la realidad, el desarrollo de nuestra conciencia y la construcción de nuestro mundo, entonces acaso sobrevenga un momento de náusea.
Yo creo que la adhesión a un sistema de creencias es una adicción, y que la terapéutica es la misma que con las adicciones: hasta que no se llega a la experiencia límite que nos hace decir “dejo de tomar esta creencia, dejo de consumir esta visión de la realidad, no porque esté bien o mal, sino porque genera sufrimiento en mi vida”, hasta que no se llega al umbral de sufrimiento, no se altera un habito adictivo de creencias o de ideas.
 Muchas veces la humanidad creyó haber llegado a la experiencia limite, al extremo de pesadilla respecto a sostener que la vida es lucha. Luego de grandes crisis mundiales, por ejemplo, se generaron movimientos hacia la cooperación. El ritual colectivo de llevar al extremo el imaginario de que la vida es lucha habilitó el surgimiento de las Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos del Hombre, la puesta en valor el reconocimiento institucional de los Derechos Humanos… Sin embargo, cómo en la comunidad hippie, “a los 15 minutos” volvió a recrudecer el excitante creencia de que la vida es lucha.
Si vemos esto como un problema a resolver, si juzgamos que este supuesto está mal y pretendemos corregirlo o, peor aun, lo condenamos, entonces quedaremos atrapados en una pesadilla. Como ocurre en el viaje de la conciencia, la clave no es modificar, mejorar o lograr, sino sostener una percepción inédita que nos hace entrar en contradicción con aquella a la que estamos habituados. Confiar en la experiencia incómoda de un doble vínculo: permanecer en un diseño de repetición y, al mismo tiempo, sostener la conciencia del sufrimiento que genera. Si sostenemos la intensidad de esa situación contradictoria -sin querer mejorar, solucionar o corregir-, entonces podrá ocurrir algo distinto. Sostener la tensión de esas dos posiciones en conflicto, mantener ambas “en pantalla” sin excluir a ninguna de ellas, es lo que permite que emerja lo creativo, lo innovador. Por cierto, es un buen deseo la pretensión de solucionar aquello que vemos como un problema; pero, en realidad, tal deseo nos hará tropezar con fallidos. Como ocurre con las adicciones, los supuestos inconscientes de nuestras creencias no representan problemas que hay que solucionar, sino encantamientos que deben agotarse en las experiencias de nuestra vida. 


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