Por Natalia Carcavallo
El astrólogo Alejandro Lodi hace foco en el don de la herida. Explica la necesidad de atravesar el sufrimiento para llegar a una instancia de sanación. Qué es la resiliencia y de dónde surge.
La herida es el lugar
por dónde entra la luz. Rumi
En estos meses en los que todos nos hemos contactado con el dolor de las heridas profundas que aún no terminan de cicatrizar y con algunas otras inesperadas, producto de este tiempo inédito, urge intentar encontrar un sentido que inicie un movimiento de sanación, de comprensión, de aceptación y de nueva fuerza.
Sin embargo, cuando uno
intenta encontrar el sentido, lo que hace es escapar de él con las artimañas de
la mente y así se bloquea toda posibilidad de despliegue de una nueva vida, de
una vida trascendente. “Necesitamos resistir a la necesidad de encontrarle una
explicación al dolor. Hay que honrar el momento de duelo y atrevernos a
sumergirnos en él. Es fundamental no sumarnos además la exigencia darle un
sentido. En el momento del trauma, de aquello que vivimos de forma inesperada e
injusta, es legítimo sentirnos atravesados por el dolor. Pero este tiempo es
sólo una fase inevitable de un proceso que va a continuar. La
experiencia de ser quebrado por el dolor da paso a otra cosa". Así lo
afirma Alejandro Lodi uno de
los más reconocidos astrólogos de Argentina y autor de Quirón, el don
de la herida, el símbolo de la resiliencia en Astrología.
“Hay un abuso del
concepto de resiliencia, una mala interpretación. La resiliencia no es un
talento voluntario, no parte de las ganas o de la fuerza que uno tenga para
recuperarse de un dolor y hacer algo creativo o superador con él. Es un
don del alma que, en algún momento, y por algún lado, brota. Este proceso
no responde a los tiempos del Yo ni de la voluntad personal, sino a los tiempos
de algo que nos trasciende. Es un proceso orgánico del alma que hace
que, del trauma, surja una dirección, un sentido, un nuevo talento. Lo que
aparece en nosotros no cicatriza la herida, pero nos abre una posibilidad de
nuevas direcciones, nos reenfoca, quizás, hacia 'un nuevo hacia dónde' que
jamás hubiésemos sido capaces de imaginar. Tal vez, nos convoca un amordazado
anhelo del alma . En algún momento se hace evidente, en la conciencia, la
dirección que ha tomado la vida partir del hecho que hubiésemos preferido
evitar vivir. El dolor, al fin, nos obliga a contactarnos con algo más sagrado
en nosotros mismos, algo trascendente".
Lodi es provocativo en
un buen sentido. Leerlo provoca cosas. Desafía, abre posibilidades y despliega
significados como la misma astrología, lenguaje en el que se especializa.
Su último libro es un
estudio profundo sobre Quirón, ese símbolo, esa potencia y esa energía que
todos portamos y que nos permite recordar que en la desgracia, hay una gracia.
Que ese inmenso sufrimiento que nos acompaña como una llaga incurable,
despierta, en nuestra intimidad, fuerzas de resiliencia desconocidas. Este
libro puede ser leído por astrólogos y estudiantes de otros lenguajes sagrados,
por supuesto. Sin embargo, también contiene una información vasta y reveladora
para quienes sientan el llamado de profundizar en estas experiencia de
transformación, entiendan o no el lenguaje astrológico.
“Quirón, puede convertirse en un portal de
sabiduría y transformación interior de riqueza inconmensurable, afirma Lodi.
El dolor individual y
colectivo al que nos enfrenta la Pandemia
“Este tiempo de
pandemia, además de un cachetazo al ego, es un punto de partida. Necesitábamos
partir de este movimiento para desarrollar el gran viaje de la conciencia",
explica el autor.
"Somos convocados
a esa experiencia de dolor individual y colectivo, a través de un
propósito misterioso, pero que tiene que ver con nosotros. Nuestra vida está
movilizada y estimulada por propósitos que exceden nuestra comprensión
racional, sin embargo, en algún momento, cierto sentido aparece a partir de una
comprensión sensible: comprensión que acepte no entender. En este tiempo somos
llamados a reconectar con nuestra humildad y he aquí, el inicio necesario de un
despliegue mayor. Esta experiencia quironiana instala una nueva normalidad.
No se trata de pasar el mal momento para volver a la vida tal como era antes.
Todo lo acontecido exige despedirnos de aquella vida. Todos estamos obligados a
hacer el duelo para poder tomar una nueva dirección” explica Lodi
La resiliencia no es un
talento voluntario, no parte de las ganas o de la fuerza que uno tenga para
recuperarse de un dolor y hacer algo creativo o superador con él.
“Todavía estamos en el
momento crítico del trauma en dónde las reacciones regresivas pueden tener
vigencia. Aún pueden prevalecer reacciones y explicaciones simplificadas.
¿Cuáles? Encontrar rápidamente un culpable y un argumento que nos convenza que
esto no tendría que haber ocurrido. Si nos cristalizamos aquí, se anula toda
posibilidad de evolución”, resume. Esto que Alejandro Lodi describe para lo
colectivo, también es de aplicación en nuestra vida individual.
“Sostener de forma
caprichosa que esto no debería estar sucediendo o que es culpa de alguien más, bloquea
la posibilidad de que se revelen las señales para encontrar un nuevo hacia
dónde. Cuando uno tiene una explicación muy certera de por qué sucedieron
las cosas no puede surgir nada nuevo”.
En cuanto a cómo va a
concluir el proceso, Lodi detalla: "Para salir de la rueda de repetición,
de la regresión y estar al alcance de la respuesta creativa, es necesario
desistir del encanto de echar culpas o indignarnos con quien parece el
responsable, el malvado de turno”.
Así como el relato de
la famosa serie Dark, se organiza bajo la afirmación: “La pregunta
no es dónde está Mikkel, si no cuándo está“, Alejandro Lodi sostiene: “No es un
por qué ni un para qué si no un hacia dónde”.
Necesitamos pone el
foco no en lo que nos pasa, si no el cómo estamos viviendo lo que nos pasa. El
trauma pone una dirección. Orienta la conciencia hacia un rumbo no imaginado.
Quirón: el sanador
herido
“La cualidad del
símbolo de Quirón alude a un sabiduría profunda acerca del dolor. Permite
un conocimiento tan íntimo del sufrimiento que termina transformándose en
talento curativo, con la particular característica de que sólo puede ser
ejercido para aliviar el padecimiento de los otros, no el propio. Será una
herida siempre abierta que nos permite desarrollar compasión por aquellos que
la sufren y acompañarlos en su sanación. Nuestro aspecto quironiano es el que
puede curar porque sufre, no porque haya sanado su herida. Podemos ayudar
a sanar a otros no porque hayamos sanado si no porque conocemos esa
herida. Sin embargo, no podemos curarla en nosotros mismos”. Además de
esta contradicción, Lodi explica: "La otra potente paradoja que encierra
Quirón es que “si acepto el dolor en mi vida, es posible que sienta menos
dolor”.
“El trauma y el dolor
vivido como una fatalidad, aunque no lo hayamos elegido voluntariamente, nos
convoca a una nueva dirección y revela un sentido de nuestra vida que
tiene que ver con algo que va mucho más allá de nosotros mismos. Está en
estrecha relación con el alma y con los otros. En la vincularidad es en dónde
el sentido aparece. Para dar un paso hacia la nueva vida, es necesario
trascender el primer impulso de repliegue que nos hace aislarnos del mundo.
Algunas personas se quedan aferradas a la experiencia individual y sienten que
su dolor es absurdo, que han fallado, que son insuficientes, frágiles y sólo
pueden conectar con el sinsetido, con el hecho como un castigo o como una
injusticia. Recrean en su mente una y otra vez, fantasías perjudiciales
ancladas en el 'que buena vida tendría si esto no hubiese sucedido'. Es
esencial dejar el relato que nos quiere convencer de que la experiencia de
dolor es una falla personal y que la única manera de sobrevivir a ella es
dejar de interactuar con el mundo
Aquello que en lo
personal aparece como una experiencia sin sentido, adquiere otro significado
cuando logramos confiar y permitirnos dar un paso hacia la dimensión
transpersonal. Esto es lo que Alejandro Lodi llama “nacer a un sentido
trascendente”.
Que así sea.
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