por James Allen
La tranquilidad de la mente es una de las bellas joyas de la sabiduría, es el resultado de un esfuerzo largo y paciente en el dominio de sí mismo. Su presencia es indicadora de una experiencia madura, y de un conocimiento más que ordinario de las leyes y el funcionamiento del pensamiento.
Una persona alcanza la tranquilidad en la medida que
se entiende a sí misma como un ser que evoluciona del pensamiento. Para tal
conocimiento necesita entender a los otros como el resultado del
pensamiento, y mientras desarrolla el entendimiento, y ve con mayor
claridad las relaciones internas de las cosas por la acción de causa y efecto,
cesa su agitación, su enfado, su preocupación y su congoja, y permanece en
equilibrio, inalterable, serena.
La persona calmada, habiendo aprendido cómo
gobernarse, sabe cómo adaptarse a otros; y estos, a su vez, reverencian su
fortaleza espiritual, y sienten que pueden aprender de ella, y confiar. Cuanto
más tranquila sea una persona, mayor es su éxito, su influencia, su poder para
el bien. Aún el mercader ordinario encontrará que la prosperidad de sus
negocios crece mientras desarrolla un mayor dominio de sí mismo y ecuanimidad,
pues la gente siempre ha de preferir hacer tratos con una persona cuya conducta
sea firmemente estable.
La persona fuerte y calmada es siempre amada y
reverenciada. Es como un árbol que brinda sombra a una tierra sedienta, o una
roca en la que resguardarse de una tormenta. ¿Quién no ama un corazón
tranquilo, una vida dulcemente templada y balanceada? No importa si llueve o
hay sol, o qué cambios ocurran en el poseedor de estas bendiciones, pues serán
siempre dulces, serenos y calmados. Aquel equilibrio de carácter que
nosotros llamamos serenidad es la lección final de la cultura; es el florecimiento
de la vida, el fruto del alma.
Es precioso cómo la sabiduría, ha de ser más deseada
que el oro – sí, más que el fino oro. Cuán insignificante se ve quien sólo
busca el dinero en comparación con una vida serena – una vida que mora en el
océano de la Verdad, por debajo de las olas, fuera del alcance de las
tempestades, ¡en Eterna Calma!
Cuánta gente conocemos que envenena sus vidas, arruina
todo lo que es dulce y bello con un temperamento explosivo, y destruyen el
equilibrio de su carácter, ¡y hacen mala sangre! Arruina su vida, y estropea su
felicidad por falta de dominio de sí mismo. Cuán poca gente conocemos en la
vida con un carácter balanceado, que tiene ese exquisito equilibrio
que es característico de un carácter refinado. Sí, la humanidad emerge con
pasión descontrolada, es turbulenta con amargura ingobernada, está casi
arruinada por la ansiedad y la duda. Sólo el sabio, sólo aquel cuyos
pensamientos están controlados y purificados, hace que los vientos y las
tormentas del alma le obedezcan.
Almas sacudidas por la tempestad, donde quieran que
estén, sea cual fuere la condición bajo la que viven – en el océano de la vida
las islas de dicha sonríen, y la orilla soleada de tu ideal espera tu venida.
Mantén tu mano firme sobre el timón de tus pensamientos. En la barca de tu alma
se reclina el Maestro al mando; sólo está dormido; despiértalo. El Dominio de
Sí es Poder; el Pensamiento correcto es Maestría, la Calma es Poder, di dentro
en tu corazón: “la Paz sea contigo”.
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