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31 de octubre de 2019

LA LUNA... significado en nuestra vida


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La Luna es el único satélite natural de la Tierra. Es el astro más cercano y el mejor conocido. La distancia media entre el centro de la Tierra y la Luna es de 384.400 Km. Su diámetro es de menos de un tercio del terrestre, su superficie es una decimocuarta parte, y su volumen alrededor de una quincuagésima parte. Como la Luna tarda el mismo tiempo en dar una vuelta sobre sí misma que en torno a la Tierra, presenta siempre la misma cara quedando la otra siempre oculta.

La cara visible de la Luna La cara oculta de la Luna
La Luna por su tamaño es el quinto satélite del Sistema Solar. Los científicos suelen denominar “planeta doble” al sistema Tierra-Luna debido al desmesurado tamaño que presenta el satélite con relación al planeta, de sólo 81 veces menor masa, es decir sólo 3,6 veces menor que la Tierra en diámetro (si el planeta fuese del tamaño de una pelota de baloncesto, la Luna sería como una pelota de tenis).

Relación entre los tamaños de la Luna y La Tierra
En realidad, la Luna no gira en torno a la Tierra, sino que la Tierra y la Luna giran en torno al centro de masas de ambos. Sin embargo, al ser la Tierra un cuerpo grande, la gravedad que sobre ella ejerce la Luna es distinta en cada punto. En el punto más próximo es mucho mayor que en el centro de masas de la Tierra, y mayor en éste que en el punto más alejado de la Luna. Así, mientras la Tierra gira en torno al centro de gravedad del sistema Tierra-Luna, aparece a la vez una fuerza que intenta deformarla, dándole el aspecto de un huevo. Este fenómeno se llama 
gradiente gravitatorio, el cual produce las mareas. Al ser la Tierra sólida la deformación afecta más a las aguas y es lo que da el efecto de que suban y bajen dos veces al día (sube en los puntos más cercano y más alejado de la Luna).

Como podemos observar ambos cuerpos celestes están intrínsecamente unidos, modificándose mutuamente. Así ha sido desde el principio y la atmósfera terrestre, los océanos, la vida que emergió en ellos y su evolución, están íntimamente ligadas a la influencia lunar. La Luna genera en su traslación alrededor de la Tierra un campo magnético que filtra la energía cósmica que recibimos del Sol, los planetas y el Universo en general y además la acompaña en su viaje alrededor del Sol.

Como sabemos el campo magnético terrestre permite sostener la atmosfera que separa y protege la sustancia que se multiplica en la Tierra, atemperando la acción nociva de la radiación y el frío cósmico. El agua como elemento es el que permite la imbricación de los otros, transformándose en el campo propicio para la generación de la vida orgánica en la Tierra. Como podemos ver la presencia de la Luna como cuerpo celeste, genera un ámbito de protección alrededor del planeta Tierra, propiciando la multiplicación de la sustancia que permite la generación de la vida. A su vez esta sustancia crece cuando es iluminada por el Sol pero no en forma constante, sino a través de distintos ritmos, como el del día y la noche, durante la cual la Luna refleja la luz solar, y una periodicidad marcada fundamentalmente por los ciclos y fases del satélite.

La Luna como arquetipo


Pensemos en la influencia que pudo haber ejercido en la humanidad primitiva, la presencia de este cuerpo celeste durante algunas noches prodigando luz (reflejando al Sol) y luego desapareciendo de a poco y volviendo a aparecer generando el concepto de ciclo. Pensemos en el misterio de los cuerpos femeninos con sus ciclos menstruales, y esos vientres que crecían y alumbraban vida después de determinada cantidad de lunas. Ni que decir de la conmoción que provocarían los eclipses y los miles de rituales para calmar el miedo. La Luna quedo así definitivamente ligada a la noche, a los misterios, a lo desconocido, a lo femenino y a lo inconsciente.
Para el hombre antiguo la Luna era símbolo de la verdadera esencia femenina, en contraste con la esencia del hombre, de carácter solar. Nuestros antecesores, ayudados por calendarios solares y lunares, conocían las energías e influencias de la Naturaleza, y aplicaban dicha sabiduría en la vida cotidiana. La Luna, como portadora de fertilidad, desempeñaba un papel muy importante, junto a otros astros, en el campo de la agricultura, por lo que se le ofrecían plegarias previas a la siembra y la recolección; era también habitual la recogida de plantas medicinales en determinadas épocas, cuando contienen mayor cantidad de sustancias activas.
En los diferentes mitos y cosmogonías se muestra claramente el sentimiento que tenían hombres y mujeres hacia el "Principio Femenino", asociado básicamente a la Naturaleza. Luego la íntima conexión entre el rito de fertilidad femenino y la Luna fue asociada, en muchos casos, con determinados órganos femeninos tales como los senos, útero y ovarios, además de su ligazón al proceso de gestación y del parto, por lo que la consecuencia natural fue que figura materna pasara a ser reverenciada. Así quedo la Luna asociada al mito de la Gran Madre, desplegado a través de múltiples facetas, representadas en las diosas madres de las distintas culturas, y en nuestro interés, por las doce instancias zodiacales que estudiaremos en este capítulo.
En tiempos prehistóricos se cree que la Luna tenía aún más preeminencia que el Sol, ya que en la mayoría de las culturas al inicio los calendarios eran lunares. Sin embargo, en algunas culturas, como la mesopotámica, la egipcia y la japonesa, la Luna era representada por una deidad masculina. En la mitología celta la Luna estaba asociada con la diosa Cerridween (diosa de la naturaleza, la sabiduría, la inspiración y la fertilidad.
En los mitos nórdicos la Luna también es masculina, en la cosmogonía nórdica la diosa sol era perseguida por Skoll, un lobo, mientras que el dios Luna, Mani, era perseguido por Hati (hermano de Skoll). En el Ragnarök (el "apocalipsis" de la mitología nórdica) Skoll y Hati logran alcanzar y devorar al Sol y a la Luna.
En la mitología India la Luna representaba el reino de los muertos. También era una copa que contenía amrita, el elixir de la inmortalidad que bebían los dioses. Representaba así también las aguas de la vida.
En la mitología china Chang´e era la diosa de la Luna. Cuenta la leyenda que Chang´e bebió el elixir de la inmortalidad que le había sido concedido a su marido, Hou Yi, por abatir a nueve de los diez soles que en un principio iluminaban la Tierra y que habían amenazado con quemarla. Cuando Hou Yi encontró que su mujer se había bebido el elixir, la persiguió hasta la Luna, la cual ofreció protección a Chang´e.
En la mitología africana la Luna es Mawu, una de las dos facetas del dios creador (su otra faceta es el Sol, Lisa), en otras versiones son gemelos y hacen el amor durante los eclipses.
En la mitología australasia el Hombre Luna, Alinda, es uno de los espíritus primigenios que dieron forma a la Tierra. También entre los aborígenes australianos hay quien dice que la Luna es el espíritu de Miityan, un gato que se enamoró de la más hermosa de las esposas de Unurginite (la constelación del Can Mayor). Luchó por su amada y salió derrotado. Para los Chimú, la Luna era Quillapa Huillac, más poderosa que el Sol, ya que podía reinar noche y día y en los eclipses era capaz de cubrir el sol y hacerlo desaparecer.

En la mitología inca, Mama Killa, la Luna, era la protectora de las mujeres.Los antiguos moche (Perú) también consideraban a la Luna la deidad principal

En la mitología azteca, Coyolxahuiqui, diosa de la Luna, era asesinada por su hermano el dios Sol (Huitzilopotchli), Tlaloc (dios de la lluvia) y Quetzalcoalt (el dios serpiente emplumada inventor de la escritura y el calendario).

En Mitología Griega:



Artemisa

Artemisa era la diosa virgen de la caza, los animales salvajes, las tierras salvajes y los 
partos. Era adorada como una diosa de la fertilidad y los partos en algunos lugares puesto que, según algunos mitos, ayudó a su madre en el parto de su gemelo. Durante el periodo clásico en Atenas fue identificada por algunos con Hécate. También asimiló a Cariatis (Caria) e Ilitía. Muchas veces se adoraba a la diosa junto con su hermano Apolo. Como ella era una diosa de la naturaleza, sus santuarios estaban en las planicies, en las montañas, cerca de manantiales y ríos e incluso cerca de costas y cabos.
Artemisa era la diosa amada de los jóvenes. En algunos santuarios éstos le ofrecían, el día de su boda, un mechón de sus cabellos o sus juguetes más queridos.
Artemisa fue adorada en casi toda 
Grecia, pero sus lugares de culto más famosos fueron Braurón (en el Ática), Muniquia (situado en una colina junto al puerto Pireo) y Esparta.
Hécate
Diosa griega del mundo subterráneo, mucho más antigua que o el resto de los dioses del Olimpo. Como la madre de las brujas, Hécate representa la magia y la elaboración de hechizos. En muchas tradiciones, se la representa con tres cabezas (que pueden ser de diferentes animales como león, perro y yegua) o acompañada por un sabueso de tres cabezas como mascota (el Can Cerbero, guardián del Mundo Subterráneo). Los adoradores de Hécate solían dejar su estatua en las encrucijadas, de manera que mirase a los tres caminos al mismo tiempo. Esto es una manifestación de su carácter de Diosa Triple (doncella, madre y vieja) y forma diversas tríadas como en el caso de Artemisa-Selene-Hécate y Perséfone (Kore)-Deméter (Ceres)-Hécate.
Está relacionada también a la sangre menstrual que originalmente era considerada sagrada y misteriosa. El nombre Hécate deriva de la diosa-comadrona egipcia Hequit, Heket o Hekat. El Heq era el matriarcado tribal del Egipto predinástico, presidido por una mujer sabia. Heket era una diosa con cabeza de rana conectada con el estado embrionario en el que el grano muerto se descomponía y comenzaba a germinar. Era también una de las comadronas que asistía cada mañana al nacimiento del sol.
En Grecia, Hécate era una diosa lunar, una de las trinidades originales conectada con las tres fases de la luna que gobernaba el cielo, la tierra y el submundo. Hesíodo, en la Teogononía, dice que era hija de dos Titanes: Asteria, una diosa estelar, y Perses, ambos símbolos de la luz brillante. Asteria era a su vez hermana de Leto, madre de Apolo y Artemisa. Una tradición anterior la contempló como una diosa más primitiva y la hizo hija de Erebo y Nix (noche). Una tradición posterior afirma que era hija de Zeus y de Hera y que enfadó a ésta por robarle su colorete para regalárselo a Europa.
En un principio, los griegos helénicos hallaron difícil incluir a Hécate en su panteón. No obstante, y a pesar de no encontrarse entre los dioses del Olimpo, retuvo su dominio sobre el cielo y la tierra y el submundo, lo que hizo de ella la otorgadora de riquezas y de las bendiciones de la vida.
Experta en el arte de la adivinación, concede a los mortales sueños y visiones que, si se interpretan correctamente, les proporciona una mayor claridad para resolver sus problemas. Debido también a su asociación con Perséfone, está conectada con la muerte y la regeneración. Su presencia en el mundo subterráneo era la que otorgaba a los pre-helénicos la esperanza del renacimiento y la transformación, como opuesta a Hades, que representa la inevitabilidad de la muerte.
Por estar en el cruce de caminos puede mirar al pasado al presente y al futuro. Entre sus numerosas sacerdotisas estaban Medea y Circe. Sus árboles sagrados eran los tejos y los álamos negros. Como “perra negra” su estrella es Sirio y se la asocia también con los perros que ladran a la luna.

Hécate también fue relacionada con el envejecimiento, la muerte y la vida en el más allá. Hécate, como Diosa de la Muerte y de la Regeneración podría ayudar a hombres y mujeres a entender que la muerte corporal es parte del proceso natural. Como Bruja, la figura de Hécate muestra el hecho de que a medida que la gente envejece puede mantener sus capacidades y una hermosa apariencia.

Selene

En la mitología griega Selene era la diosa de la Luna, hermana de Helios, el Sol, aunque terminó asimilada por Artemisa, convirtiéndose en uno de sus aspectos. Cuenta una leyenda que una noche Selene vio Endimión dormido en una cueva y que ambos se enamoraron. Selene pidió a Zeus que concediese a Endimión la inmortalidad para que éste nunca la abandonase, en otras versiones Endimión decide dormir un sueño eterno del que solo despierta para encontrarse con Selene, cada noche, y de ese amor nacieron hasta cincuenta hijos. También se cuenta que Selene tuvo tres hijas con Zeus y en otras versiones también es amante del dios Pan, quien supuestamente le regaló el yugo de los bueyes blancos que tiran de su carro. Selene era representada como una hermosa joven de rostro pálido, montada en un carro de plata llevado por dos bueyes o dos caballos blancos, llevando una media luna en su frente y a menudo portando una antorcha. En la genealogía divina tradicional, Helios, el sol, es su hermano: después de que éste termine su viaje a través del cielo, Selene comienza el suyo cuando la noche cae sobre la tierra. Su hermana Eos es la diosa de la aurora, quien también tuvo un amante humano, Céfalo.


Rea
En la mitología griega, la titánide Rea (en griego antiguo ‘flujo menstrual o del líquido amniótico’ o ‘facilidad [en el parto]’) era hija de Urano y Gea, hermana y esposa de Crono, y madre con éste de Deméter, Hades, Hera, Hestia, Poseidón y Zeus. Estaba fuertemente asociada a Cibeles, tanto que en obras de arte solía ser representada en un carro tirado por dos leones, y no siempre era posible distinguirlas. Tras derrotar a Urano, su padre, Crono volvió a encarcelar a los Hecatónquiros, los Gigantes y los Cíclopes en el Tártaro, y dejó al monstruo Campe de carcelera. Él y Rea subieron al trono como reyes de los dioses. Esta época se denominó la edad dorada, pues la gente de entonces no necesitaba leyes ni reglas: todos hacían lo correcto, por lo que no eran necesarias.
Crono fue padre de varios hijos de Rea: Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón, pero se los tragó tan pronto como nacieron, pues Gea y Urano le habían revelado que estaba destinado a ser derrocado por su propio hijo, tal como él había destronado a su padre. Sin embargo, cuando Zeus estaba a punto de nacer, Rea pidió consejo a Urano y Gea para urdir un plan que le salvara, y así Crono tuviera el justo castigo a sus actos contra Urano y contra sus propios hijos. Rea se escondió en la isla de Creta, donde dio a luz a Zeus. Luego engañó a Crono, dándole una piedra envuelta en pañales que éste tragó en seguida sin desconfiar.
En tiempos históricos la semejanza de Rea y la Gran Madre asiática, Cibeles Frigia, era tan evidente que los griegos resolvieron el asunto considerando a esta última como su única Rea, que había abandonado su hogar original en Creta y huido a las tierras inexploradas de Asia Menor para escapar de la persecución de Crono. También hubo una versión opuesta, y es probablemente cierto que los contactos culturales con el continente trajeran a Creta el culto de la Gran Madre asiática, quien se convertiría en la Rea cretense.
En la mitología griega, el símbolo de Rea es la luna. Sin embargo, en la romana su símbolo se conocía como el lunar. También tenía otros: el cisne, por ser un animal delicado, y dos leones, supuestamente los que tiraban de su carro.

En 
Mitología Egipcia:
Isis

I sis es el nombre griego de una diosa de la mitología egipcia. Su nombre egipcio era Ast, que significa trono, representado por el jeroglífico que portaba sobre su cabeza. Fue denominada "Gran maga", "Gran diosa madre", "Reina de los dioses", "Fuerza fecundadora de la naturaleza", "Diosa de la maternidad y del nacimiento".
Isis era representada como mujer con el jeroglífico del "trono" Ast sobre su cabeza. Otras veces está sentada, ostentando un tocado con el disco solar, por ser hija de Ra, el dios Solar. Podemos verla igualmente con alas de milano, abriendo sus brazos para bendecir a sus devotos e hijos, simbolizando su maternidad. Con forma de diosa árbol, amamantando al faraón.


En Mitología Romana:
Diana
Nacida poco antes que su hermano gemelo Apolo en la isla de Ortigía (luego llamada Delos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva. Por esta razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio para comitiva de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad. Con esta numerosa comitiva se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana es grave, severa, cruel e incluso vengativa. Prevalece sin piedad contra todos los que ganan su resentimiento: no vacila en destruir sus cosechas, devastar sus manadas, sembrar epidemias a su alrededor, humillarles e incluso matar a sus hijos. Así, exigió el sacrificio de Ifigenia, aunque en el momento clave fue sustituida por un ciervo. A instancias de Latona se unió a Apolo para matar con sus flechas a todos los hijos de la infeliz Níobe, que había presumido de su más numerosa prole. Trata a sus ninfas con el mismo rigor, si olvidan su deber: transformó a Calisto en osa y la expulsó de su cortejo por quedar embarazada.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza le devorasen. Otro día, en un acceso de celos, taladró con sus flechas o hizo fallecer cruelmente a Orión.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suave que no se despertaba.

La Luna y la psicología

La 
Luna representa a lo inconsciente en lo humano, o mas propiamente dicho, a lo subconsciente, que espera a ser iluminado por la conciencia para crecer y manifestarse. Representa la división y reproducción celular que crece autorreplicandose, exactamente igual a si misma, en lo que podríamos llamar una memoria vegetativa o inconsciente. El Sol es quien transmite el código genético, determina que tipo de forma ha de generarse, dando identidad y conciencia a la sustancia. Es importante destacar que la relación entre estas dos luminarias se da durante toda la vida, en un ciclo Sol-Luna tan constante en la vida de un ser vivo, como lo es la relación que se da en los cielos entre el sistema Sol-Tierra-Luna.
En este sentido el Sol representa una constante fuente de luz y calor que desaparece por la noche y reaparece por la mañana. La Luna por el contrario sigue un orden diferente, inconstante y variable. Durante la manifestación de su ciclo y a través de sus fases de cuarto, media, luna llena y menguante, hasta arribar a la luna oscura, su energía aumenta, brilla con esplendor y luego decae. Estas fluctuaciones o cambios de energía, tienen una profunda analogía con el cuerpo emocional y desde allí afectan tanto a la vida física como al mundo mental y espiritual.

En su nivel más básico la Luna habla del entorno que nos recibe al nacer y de la actitud instintiva que tuvimos que adoptar para obtener lo necesario para la sobrevivencia. Los arquetipos colectivos representan la sustancia o memoria colectiva que nos envuelve, y que se manifiesta de forma particular en nuestras familias, la que a su vez nosotros transmutaremos a través de la modalidad de nuestra luna. Así, la madre o la familia, es decir, la matriz que nos reciba, será estimulada por nuestra propia matriz, manifestándose una retroalimentación (feed-back) inherente a nuestra modalidad lunar. Este movimiento será registrado por nosotros como lo mas profundo, lo mas ligado a nuestra seguridad esencial, es decir, que se constituye en el entramado básico, sin el cual “no somos”, simplemente porque con él “nacimos” a nuestra existencia. Este mecanismo es lo que llamamos sicología, es decir, la construcción de un interior protegido donde me identifico y me siento seguro, desde el cual interactúo con un afuera diferente a mi, que al constituirse como polo opuesto me genera “inseguridad”.

Recapitulando, podemos decir entonces que la Luna con la que nacemos, precipita determinados padres que aportaran las condiciones afectivas o protectivas constituyentes de nuestra visión psicológica básica. Al mismo tiempo nuestra dinámica lunar nos estará hablando de la relación que se establece con la madre (o quien ocupe ese lugar), y no de la madre en si misma, sino de la interacción simbiótica entre ambos.

En un principio este circuito es absolutamente necesario para proteger la fragilidad de la vida incipiente, pero a medida que pasa el tiempo la cualidad vegetativa o instintiva, ligada al Sistema Límbico, produce respuestas instintivas que como ya hemos visto son consecuencia de la evolución y la supervivencia biológica. Así, ante la menor señal de peligro se gatilla un mecanismo de respuesta automático que puede producir incluso reacciones físicas viscerales como son la sudoración, temblores, nauseas, etc.

De este modo, ante determinado estimulo, podemos reaccionar con una memoria vieja, que nos fue útil como mecanismo de defensa durante nuestras primeras impresiones lunares y que se pueden mantener incluso durante toda la vida, impidiéndonos actuar con fluidez o capacidad de adaptación, acorde a las circunstancias de cada momento.

A esta respuesta muy básica y automática, fundamentada en conservar y reguardar lo conocido y rechazar lo diferente a mí, es lo que denominamos “mecanismo lunar”. Este mecanismo nos mantiene repitiendo las mismas experiencias, que aunque fueran dolorosas, por ser conocidas nos brindan una falsa sensación de seguridad. En síntesis, la Luna constituye el estado basal que se pone en marcha cuando nos sentimos amenazados o inseguros, y el estado al que recurrimos para obtener seguridad o sensación de refugio.
Es importante destacar que la función o la importancia de la Luna esta en filtrar la realidad que nos circunda, hasta tanto maduremos lo suficiente para hacernos cargo de nosotros mismos, en las distintas etapas de nuestro crecimiento. Lo mismo podemos decir con respecto a la función lunar dentro de la carta natal, ya que las distintas influencias planetarias son tamizadas por su presencia, hasta que puedan ser integradas. Desde ese punto de vista debemos reafirmar la presencia de lo Lunar a lo largo de toda nuestra vida, como fuente de alimentación y aporte constante de sustancia virgen para ser trabajada, hasta conseguir la manifestación e integración total de nuestro Ser, o hasta donde nuestras experiencias lo permitan.

Esta mirada nos pone en contacto con la verdadera cualidad de la Luna, una trama energética que nos brinda seguridad emocional, refugio, sentido de pertenencia e intimidad, pero sin perder contacto sensible con el entorno y con la vida en general. Así, al ser la energía que mas hemos experimentado o trabajado, nos sale con facilidad, obteniendo maestría en su uso y constituyéndose en un “talento”.


Área física: físicamente la Luna se relaciona con el estomago, el tubo digestivo y el proceso de la digestión. También con los órganos femeninos como el busto (el pecho en los hombres), los ovarios, la matriz y la menstruación. Además rige el sistema linfático, el sistema lacrimal, el páncreas y el sistema nerviosos simpático.

Personas: las personas que la encarnan son la madre o cualquiera que ocupe esa función. En este sentido pueden ser los abuelos, algún pariente que se hace cargo del cuidado del niño, y hasta alguna institución en la que pase sus primeros años de vida.

Situaciones: la Luna representa la vida cotidiana, los hábitos o el diario transcurrir. El ámbito y el hogar como refugio, así como las necesidades básicas como la alimentación. Las emociones, la memoria, la protección, lo domestico, los sentimientos familiares.

Elementos externos: son lunares una cuna, un chupete, un nido, un huevo, una mamadera, una manta, etc.

PUBLICADO POR ESTUDIO DE ASTROLOGIA EL UNIVERSO INTERIOR 


http://estudiodeastrologiaeluniversointerior.blogspot.com/2008/08/los-planetas-y-su-simbolismo-la-luna.html

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