La Kabbalah nos enseña que, antes de que
fuese creada nuestra realidad, la humanidad existía en perfección simple con el
Creador, lo que suele ser descrito en textos antiguos de los kabbalistas como
el Mundo Infinito. El Creador compartía ilimitadamente con nosotros en esta
perfecta armonía y nosotros recibíamos sin límites. Sin embargo, al recibir
heredamos un deseo de ser como el Creador, compartir y ganarnos las bendiciones
del
Creador. Pedimos separarnos del Creador para crecer y ascender a un nivel
espiritual más alto. Esto creó una nueva realidad, el mundo en el que existimos
actualmente.
"El verdadero resultado, -el
resultado espiritual, es algo que no podemos ver con los ojos..."
En los escritos de Rav Áshlag sobre
las Diez Emanaciones Luminosas, él habla de la idea de que puede
que nuestra realidad parezca oscura y negativa cuando miramos sus
imperfecciones. Sin embargo, tal y como Rav Áshlag explica, debido a que la
intención detrás de la creación de esta realidad era positiva (el deseo de
nuestra alma por elevarse a un nivel espiritual más alto), la realidad en sí
también lo es.
Hay una lección muy valiosa en eso. A
menudo en nuestro viaje espiritual nos decimos que, si nuestras intenciones no
tienen un propósito adecuado, ocurrirán cosas malas. Del mismo modo, creemos
que, si nuestras intenciones son puras, la manifestación de nuestras acciones
será positiva. No obstante, Rav Áshlag nos enseña que esto no es exactamente
cierto. Él revela que, si bien es vital que nuestra conciencia esté en el lugar
adecuado, la manifestación en el mundo físico no importa porque la
manifestación espiritual será positiva.
Piensa en cuántas veces hemos intentado
hacer lo correcto, pero la situación parece seguir saliendo mal. Tenemos muy
buenas intenciones, pero el resultado no es lo que esperábamos. Nos
preguntamos: “¿Cómo pudo haber pasado esto si estaba intentando hacer lo
correcto?”. A menudo somos engañados por la manifestación física de nuestros
pensamientos. Creemos que el resultado que vemos es nuestra recompensa o
nuestro castigo. Pero el verdadero resultado, el resultado espiritual, es algo
que no podemos ver con los ojos.
"DEBEMOS
RECORDAR EL PODER DE NUESTROS PENSAMIENTOS E INTENCIONES."
Por eso es que a menudo no vemos el
impacto de nuestro trabajo espiritual. No siempre vemos cómo nuestras oraciones
revelan milagros en el mundo. No siempre reconocemos las dificultades y
obstáculos en nuestra vida como bendiciones que nos dan exactamente lo que
necesitamos. No vemos la gran Luz que estamos revelando en el mundo a través de
nuestro viaje espiritual.
Nuestra percepción es limitada en el mundo
físico. Cuando un resultado parece negativo, no lo puede ser verdaderamente si
la intención detrás de él era positiva. Siempre y cuando la causa sea pura, aunque
el efecto parezca negativo, es espiritualmente positivo ante los ojos del
Creador. Y viceversa. Cuando las cosas parecen resultar como queremos, pensamos
que estamos haciendo algo bien y nos damos una palmada en la espalda. Pero si
manifestamos grandes cosas en el mundo motivados por intenciones impuras,
entonces no importa cuán positivo sea el resultado, no construye una conexión
más fuerte con el Creador. Solo importa la causa, no el efecto.
En nuestro trabajo espiritual hablamos
mucho sobre realizar acciones positivas. Ayudar, compartir, dar. Y si bien
todas estas cosas son increíblemente importantes, debemos recordar el poder de
nuestros pensamientos e intenciones. Tal y como Rav Áshlag nos enseña, cuando
encaminamos nuestra conciencia en la dirección correcta, construimos una
conexión más fuerte con el Creador y eso es todo lo que importa.
*Extraído de una clase de Michael Berg:
Las Diez Emanaciones Luminosas – Clase 6.
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