(como la A de Ashram)
Había un maestro que formaba a aspirantes para que con el tiempo entraran en el plano supra mundano. Se les dio la primera clave del sonido “A”. Se les pidió a los estudiantes que practicaran. Se les instruyó para que vieran al Uno Omnipresente en todo lo que está dentro y fuera. Tras el período prescrito, el maestro se propuso examinarlos. A cada uno se le dio un coco y se le dijo que lo abriera en un lugar en que no hubiera nadie.
Los estudiantes tomaron los cocos e inmediatamente se alejaron por el bosque. Se aseguraron de que no hubiera seres humanos ni animales, ni siquiera pájaros.
Abrieron
el coco y regresaron junto al maestro. El maestro los vio cuando volvían.
Encontró a faltar a uno. Esperó hasta la noche el regreso del que faltaba, pero
este no volvió. Al día siguiente el maestro tuvo que salir en busca del
estudiante.
Lo
buscó durante todo el día. Lo buscó durante todo el día siguiente en lugares
alejados. Continuó buscándolo incluso durante el tercer día. No encontró al
estudiante. El maestro estaba enormemente preocupado por el paradero del
estudiante.
Una semana después el estudiante regresó junto al maestro totalmente agotado.
Llevaba el coco sin abrir. Al principio el maestro estaba encantado de ver al
estudiante de vuelta, y todavía más al ver en sus manos el coco sin abrir.
Le
preguntó qué había ocurrido; y el estudiante explicó lo siguiente:
“Me
fui al bosque. Sin lugar a dudas, no había seres humanos en el bosque, pero sí
había animales y pájaros.
Fui más allá del bosque para evitarlos. Incluso cuando ya no había animales ni pájaros, había árboles. Para evitar los árboles, fui a parar a un desierto donde sólo había arena y cielo. Me di cuenta de que puede haber un lugar sin tierra, agua, fuego o aire, pero no puede haber un lugar sin cielo.
Por
tanto, me di cuenta de que no hay ningún sitio en que no haya nadie. De aquí
que no pudiera abrir este coco. He fracasado en la tarea”.
El
maestro estaba contento y le dijo: “Has conseguido hacer bien tu tarea, no has
fracasado. De hecho, eres el único que la ha hecho bien. Los otros han
fracasado. Es una simple cuestión de sentido común. El Omnipresente siempre
está presente. Es una tontería pensar que existe algún lugar en el que ÉL no
esté presente. Recuérdalo para siempre”.
Tal es la aplicación de la clave primera “A”. Debe llevarse a cabo necesariamente muy bien, aunque no sea a la perfección.
SABIDURÍA PRÁCTICA
El Gurú
en ti
te
recuerda las obras
que
tienes que hacer
para
obtener esa alegría que deseas.
Escucha
dentro y sigue.
El otro nombre para el Gurú interior es Ishwara.
El
Valor del Silencio
A
partir del mismo día en el que el primer instructor de las dinastías divinas de
las razas antiguas enseñó al primer místico, el medio de comunicación fue entre
este mundo y el mundo invisible. La enseñanza era desde las esferas del espíritu
puro a la esfera de la materia. La ciencia misteriosa se enseñaba así en
silencio y a través del silencio. Aquellos que podían escuchar el silencio eran
capaces de recibir la comunicación en silencio y hablaban ese silencio en
símbolos y alegorías. Un abuso de esas enseñanzas puede llevar a la humanidad a
una rápida destrucción. No se pueden poner a disposición de un grupo de niños
sustancias explosivas y también darles cerillas.
El
primer instructor divino inició solamente a unos pocos elegidos y estos se
mantuvieron en silencio con las multitudes. Reconocieron al Dios interior. Cada
adepto sintió el gran SER dentro de sí mismo, al que se lo conoce por nombres
como Ishvara, el Atman, el Dios Poderoso, etc. Una vez que un hombre conocía a
este Ser dentro de sí mismo, tendía a ser humilde y aún de voz pequeña.
Desde los primeros y más primitivos días del hombre descritos por el primer poeta Védico hasta nuestra era moderna, no ha habido ningún filosofo merecedor de ese nombre que no llevara en el silencioso santuario de su corazón la gran y misteriosa Verdad. Todas las ciencias sagradas se aprendieron en el interior del silencioso
santuario
del corazón. “Oh Hombre, conócete a ti mismo” ha sido el mandamiento de cada
verdadero filósofo que logró reconocer al dios interior. Sócrates no es sino
uno de los que proclamó tal Verdad. Sólo a los verdaderos buscadores se les da
el firme mandato de volverse hacia adentro y se relacionen con el silencio
dentro de la cueva del corazón.
A
otros se les dan verdades sustituidas en el mundo de la objetividad.
A Pitágoras, el primer adepto y el verdadero científico en la Europa precristiana, se le acusa de haber enseñado en público sobre la inmovilidad de la tierra y la rotación de las estrellas a su alrededor. Al mismo tiempo, declaraba a sus privilegiados discípulos su creencia en el movimiento de la tierra como planeta y en el sistema heliocéntrico. Tal ha sido la política para proteger los tesoros de la sabiduría arcaica de caer en manos de criminales y canallas. Un verdadero filosofo es el guardián de los secretos de la naturaleza y hace oídos sordos a la opinión pública sobre ellos. Pero el sacerdote de hoy baila al son de la opinión pública porque le importa el reconocimiento mundano y no la revelación interior.
Pythagoras
(570 – 495 AC)
Fuente: Carta Circular de Vaisakh-Hamsa Ši va Soham - Libra 2020Thula
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