Todos los ejercicios espirituales parecen al principio ser muy simples y pequeños una vez que se ha comenzado con ellos. Pero si intentamos adaptarnos a ellos y realizarlos, gradualmente más y más se da. Nunca habrá un final. El programa continuará en aumento hasta que nuestra personalidad olvide que hay un programa que se va incrementando y la personalidad es finalmente es transformada. Esta transformación gradual en la luz necesita mucho tiempo y paciencia. Todo lo que tomamos como ejercicio debemos hacerlo lentamente y paso a paso, debemos trabajar con él continua y constantemente. No hay nada apresurado en el camino, la iluminación no ocurre en los próximos cinco minutos.
El progreso parece ocurrir a la velocidad del paso de
un caracol. Los que están un poco más adelante deben servir
a los que están detrás de ellos y que avanzan muy lentamente. Es como con el
viaje de la tortuga y el conejo: El conejo es muy rápido y aprende a ser más
lento para beneficio de la tortuga. A la lenta tortuga se la hace caminar un
poco más rápido. El Plan lo incluye todo, y se prepone elevar a toda la
humanidad.
La impaciencia es un obstáculo en la trayectoria
espiritual; produce irritación. Fácilmente criticamos y nos
molestamos. La gente hiperactiva no puede esperar y hacer solo lo que debe
hacerse. Así no hay receptividad para el alma. Incluso en la meditación,
nuestra mente permanece ocupada y continúa pensando. No dejamos una puerta
abierta para que lo Divino llegue. Es exactamente como si llamamos a alguien por
teléfono y continuamos hablando, y luego nos quejamos de que la otra persona no
ha contestado. Meditación significa esperar hasta que todos los pensamientos se
han aquietado.
Cuando estamos vigilantes, permitiendo que los
pensamientos pasen, penetramos del estado de hacer al estado de ser. Por
tanto, la meditación no es hacer sino dejar que suceda, ser para ser receptivos
para la divinidad. Hacemos una proposición al ser de que puede entrar en
nosotros. Si perdemos el ser haciendo, nos aferramos excesivamente a la mente.
Las oraciones, son como una conversación con la
deidad, pero después debemos volvernos silenciosos y permanecer silenciosos,
para poder recibir la respuesta a nuestras oraciones. La
capacidad de recibir está relacionada con la capacidad de esperar. Las personas
que no pueden esperar tampoco pueden recibir. Esperar es una pausa que nos
otorga equilibrio. Muchos iniciados logran mucho por la fortaleza de su
paciencia y su capacidad para esperar.
Cuando invocamos los nombres de los maestros, la idea
detrás de esto, es que pedimos su ayuda, de modo de que logremos ser receptivos
a la energía del alma, y esperamos su llegada. Nunca
podemos establecer la relación nosotros mismos, es ÉL quien abre las puertas y
las cierra otra vez. Sólo podemos esperar SU gracia por medio de acciones
correctas y a través de la oración adecuada. A través de la espera nos abrimos
a la gracia. No podemos exigir gracia; sólo podemos rogar que pueda venir a
nosotros y esperar mientras cumplimos nuestros deberes diarios.
Permitiendo que los eventos lleguen
La sabiduría consiste en poder esperar y en hacer lo
que debe hacerse ahora. Las cosas y la gente vendrán a nosotros, si nos
dedicamos siempre al deber correcto siguiente. A consecuencia
de nuestra hiperactividad, tendemos a correr detrás de las cosas, y así
frecuentemente perdemos el acontecimiento correcto . El Maestro CVV dice:
“Aprenda aceptar y a esperar. Lo que se merezca, vendrá. No se vuelva loco
buscando las cosas.”
Las cosas no vienen a nosotros, porque un maestro nos
da algo, sino por lo que hemos hecho. Cuando
cosechamos frutas, es porque hemos atendido bien el jardín. Cuando no
cosechamos frutas, esto significa que no hemos atendido al jardín de la manera
como deberíamos haberlo hecho. Sólo los ansiosos corren alrededor buscando
locamente buenos negocios, un socio o un profesor espiritual. El profesor
viene, no porque hayamos corrido en busca de él, sino porque el tiempo está
maduro. Si buscamos, caemos fácilmente en las manos incorrectas. Si confiamos
en la naturaleza y en la divinidad, las cosas y las circunstancias vendrán a
nosotros. Sin embargo, no debemos ser perezosos al responderles. El sendero
espiritual requiere cultivar nuestra atención y no perder tiempo.
Un hombre del primer rayo decide extrayendo de su
certeza interna lo que desea hacer, y lo pone en ejecución. Así puede
manifestar trabajos de buena voluntad de una manera muy eficaz. Un hombre del
segundo rayo también está guiado por su percepción interna, pero él espera una
señal que viene del exterior. Él no actúa por sí mismo, sino que permite a la
naturaleza el elegir el momento apropiado y las personas adecuadas para tomar
un trabajo, de modo que la actividad no viene de él. Un acercamiento no es
mejor que el otro, es la cualidad del alma la que decide.
Actuando y Esperando
Hay épocas de intranquilidad interna que nos conducen
a actividades que provocan fracasos. Algunas
veces nuestras primeras impresiones son incorrectas, y no debemos decidir al
primer estímulo o invitar a otros a la acción, sino esperar cierto tiempo hasta
que las cosas se desarrollen. Con todo lo que experimentamos durante un sueño o
una meditación, tenemos la sensación de que es algo intuitivo. Si es realmente
intuitivo, el incidente correspondiente también vendrá a nosotros del exterior.
Algunos, sin embargo, tienen la tendencia a posponer
las cosas y a trabajar con gran tensión en el último momento. Cuando
intentamos mantener puntualidad y un plan en nuestra rutina, estos defectos
serán neutralizados. Existen también personas que piensan que no tienen que
hacer nada y dejárselo todo a Dios, puesto que todo es destino. Ésta es una
filosofía fatalista de holgazanería: “Dios vendrá y pondrá el pan en mi boca.”
“Dios cuidará de mis niños. No tengo que hacer nada.” El actuar depende de
nosotros. Esperar sin hacer lo que es apropiado no trae resultados.
Para preparar arroz para comer, primero necesitamos
recoger los granos, limpiarlos y poner el arroz en la estufa. Cocinar
requiere tiempo. Si no esperamos el tiempo correcto, no tendremos un buen arroz
para comer. Por tanto la actitud correcta es actuar y después esperar. Hay un
punto hasta el cual podemos hacer algo, no obstante, si hacemos más de lo
necesario, esto es sin embargo, una pérdida de energía.
Cuando hacemos algo, lo hacemos sobre todo con vistas
a un resultado. Hacemos un examen y esperamos el resultado.
Solicitamos un empleo y esperamos la respuesta. Nuestra actitud de esperar por
los frutos de nuestras acciones causa muchas expectativas y las consecuentes
decepciones. La decepción es el “no-lograr” lo que esperábamos. Los obstáculos
parecen ser una agencia externa que nos previenen del “como debiera ser” y lo
que vemos como progreso.
Viviendo en la Experiencia
Cuando somos equilibrados, un cambio de programa no
nos importa. Nos da una experiencia; tomamos los
acontecimientos como vienen y así reaccionamos a ellos. Cuando vivimos en la
experiencia, no hay sentido del tiempo y por ende no hay esperar. Es sólo para
nuestra mente que el tiempo a veces parece pasar rápido y otras lentamente. Hay
yoguis en el Himalaya que han rechazado el tiempo y viven en contemplación por
meses.
Cuando entramos en el mundo sutil y nos involucramos
profundamente con el movimiento interno, la mente se recoge en el loto del
corazón. Allí tenemos que esperar por mucho tiempo ante
la puerta pulsante de oro de la cámara interior. No podemos hacer nada desde el
exterior para entrar al interior; la puerta se abre desde el otro lado.
Simplemente sentados allí tomamos la luz dorada. Sus rayos transforman todas
las capas de nuestro cuerpo, de modo que consigamos un cuerpo etéreo radiante y
nos convirtamos en un instrumento de la luz. Entonces podemos conocer al
Maestro en el corazón.
K.P. Kumar: Saturno / notas de seminarios / E.
Krishnamacharya: Astrología Espiritual. The World Teacher Trust / Ediciónes
Dhanishta España.
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