Reencarnación, la Primera Joya
La Reencarnación, la
primera Joya de Sabiduría, nos enseña quiénes somos, el origen de nuestro
núcleo eterno y el origen de nuestros cuerpos temporales. Nos enseña a ver
detrás de las formas físicas y a reconocer la Vida fundamental que está
trabajando en el trasfondo de estas, y nos enseña además a liberarnos a
nosotros mismos de la forma de vida basada en la sentencia de que “uno solo
vive una vida”.
Cuando reflexionamos en las tres proposiciones que se presentaron en el artículo anterior, llegamos a la primera de las siete Joyas de
Sabiduría: la reencarnación o, un término más amplio y mejor, el volver a tomar cuerpo.El término empleado generalmente es reencarnación, volver a
encarnar.
El movimiento de la incesante manifestación y retiro y el
peregrinaje obligatorio para cada Alma a través del Ciclo de Encarnación, lleva
en sí una imagen majestuosa de ese volver a la corporalidad: vida –consciencia
– que siempre es, y que una y otra vez se manifiesta a sí misma en el mundo de la
forma, a fin de desenvolver sus latentes e ilimitadas posibilidades para el
crecimiento espiritual. Vida que se retira a los mundos internos después de
cada período de experiencia, para asimilar lo aprendido y absorber la percepción
interna obtenida, que será parte de la consciencia activa en la siguiente
encarnación.
Este proceso se aplica al hombre, así como al universo, a un
planeta o a
un átomo material. Gracias a este “misterio de vida y muerte”
podemos
encontrar innumerables indicios directos. Toda la naturaleza
es cíclica.
Desde el ritmo del día y la noche y las cambiantes estaciones,
al surgimiento y caída de las civilizaciones –la vida se renueva a sí misma de
incontables maneras. Percibimos períodos de crecimiento externo y declinación
que a largo plazo muestra ciertos desarrollos.
Pero a pesar de estos indicios, para mucha gente quedan
todavía
importantes preguntas. ¿Qué es exactamente lo que reencarna?
¿Qué
consecuencias tiene esta enseñanza para nosotros? ¿Qué
lecciones prácticas y ejemplos hay de que la reencarnación como Joya de
Sabiduría
enriquece nuestras vidas? ¿Qué es lo que reencarna? el
principio Omnipresente, la primera proposición fundamental, nunca encarna, –
ello solo es. La esencia espiritual del hombre es una chispa de Ello y por lo
tanto, no encarna tampoco. Esta esencia espiritual del hombre siempre permanece
en su plano espiritual, pero proyecta un rayo de sí misma –una fuerza. A esta
fuerza que fluye desde ella la podemos llamar alma. Es el alma la que nos hace
humanos. Este es el elemento que reencarna. Este es el pensador. Nosotros
diferimos de los otros reinos por nuestra
habilidad para razonar. De manera que el humano en su totalidad es un ser compuesto. Esta consciencia compuesta puede dividirse en espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu es el núcleo inmortal, la chispa divina. Este aspecto nuestro es imperecedero. Luego viene el alma.
El alma es el ligamen entre espíritu y cuerpo, el cual es el vehículo de la consciencia total. El alma humana es nuestra capacidad pensante. Como tal también el alma es un compuesto. Su aspecto superior tiene una tendencia hacia lo superior, orientado a lo espiritual. El aspecto inferior
está enfocado en el cuerpo y está inclinado a lo material.
El alma es esa parte del hombre que recurrentemente encarna.
Es la parte del aprendizaje en el humano y la que se envuelve a sí misma en un
cuerpo material una y otra vez a fin de aprender sus lecciones.
Ahora bien, no podemos considerar las siete Joyas separadas unas
de las otras – ellas son elaboraciones de las tres proposiciones fundamentales.
Por lo tanto, la doctrina de la reencarnación no puede comprenderse con
claridad si uno no incorpora las otras Joyas, particularmente la segunda Joya:
“Karma”. La reencarnación del hombre es la reencarnación de un ser individual,
con un carácter que está formado por causas y efectos – la ley del karma – a través
de una larga serie de vidas. En este artículo nos enfocaremos principalmente en
la reencarnación.
No más miedo a la muerte
Si hay una razón de por qué la doctrina de la reencarnación ha
venido a ser de gran valor en nuestras vidas, sería entonces entender que la
muerte no es el final, sino una fase de reposo en el ciclo de vida y muerte. El
miedo a morir – la imagen paralizante que la gente a menudo asocia con la muerte
– se desvanece; la reencarnación proporciona paz mental. Nuestro cuerpo puede
morir eventualmente, pero nuestro núcleo esencial es inmortal. Y el alma
volverá a reasumir su desenvolvimiento con energía y vigor en la próxima
encarnación. Esa paz interna y esa tranquilidad se aplican también a aquellos
que amamos o a otros que están pasando por el proceso de morir. Para muchos que
tienen un ser querido que está en ese proceso de morir, el verdadero
conocimiento sobre la muerte hace que las cosas sean más fáciles para
enfrentarla. Entonces, el proceso puede ocurrir en paz y armonía. La lucha por
la vida y las fuertes emociones que usualmente acompañan a la idea de que “solo
vivimos una vez” dan paso a una transición calmada de una condición a otra.
La doctrina de la reencarnación también pone el tema de la
enfermedad en una perspectiva distinta. ¿Qué ocurre cuando estamos enfermos? De
hecho, ese es un proceso en el cual una persona es confrontada con los
resultados de un desbalance que ella ha causado en el pasado en su
consciencia compuesta. La enfermedad, tan desagradable como
pueda serlo, es una expresión del proceso de restauración.
Por supuesto que aquí el karma – la doctrina de causa y efecto
– juega también un papel. Pero también es un hecho que nuestro sistema de salud
a menudo está enfocado en la preservación de la vida externa incluso en
situaciones en las que la consciencia de alguien se encuentra claramente
en la fase final de la agonía. Este es el resultado directo de
la visión general en nuestra sociedad que no considera la reencarnación.
El proceso natural
El proceso de morir es una fase natural del ciclo de aparición
y desaparición por el que cada ser debe pasar incontables veces. La fase marca
una transición de un estado de consciencia a otro. Durante el proceso de
muerte, el alma se retira lentamente del cuerpo. Los aspectos superiores del alma,
en particular la espiritualidad que aquella persona
ha desarrollado en la vida que ahora termina, quedará embebida
en el núcleo espiritual. Los aspectos inferiores, así como el cuerpo, se
desintegrarán.
En un anciano el retiro del alma es un proceso natural que usualmente
toma más tiempo que unos pocos días. De hecho, puede tomar varios años. Si esto
ocurre en forma natural, el alma, la parte nuestra que aprende, puede asimilar
óptimamente la cosecha de la vida que ha vivido y esto la prepara más
efectivamente para la siguiente encarnación. Visto kármicamente, nosotros
plantamos las semillas de nuestro futuro por elecciones que hoy hacemos: cada
día, cada año, hasta nuestros momentos finales. Somos nosotros mismos quienes
determinamos cuál será nuestro futuro, nuestra siguiente vida.
Desde el punto de vista de la reencarnación, el alma no muere.
Es el cuerpo el que muere o mejor aún se desintegra, porque la vida se retira
de éste. La atención médica que mantiene el cuerpo vivo de modo no natural,
mediante la aplicación de la tecnología, no calza con esta imagen. Al mismo
tiempo vemos que, por las mismas razones –tampoco lo hace la eutanasia. En este
caso no todas las lecciones que ofrece la vida han sido aprendidas todavía y es
precisamente en los últimos momentos previos a la muerte – aun cuando sea
dolorosa – que se aprenden las mayores lecciones de la vida.
La visión panorámica
Durante la agonía, ocurre un importante proceso llamado
“recuento”: es un mirar atrás y una especie de rendición de cuentas sobre la
vida que estamos por terminar. ¿Qué clase de vida vivimos? ¿Qué aprendimos?
¿Qué lecciones podemos extraer de la vida que está ahora llegando a su fin?
De hecho, esta revisión de vida comienza varios meses o años
antes de la llegada de la muerte. Las personas involucradas en el cuido de
moribundos ya sea de manera privada o profesionalmente pueden ayudar a los
ancianos o enfermos terminales conversando con ellos acerca de su vida y
preguntándoles sobre el particular.
Después del último latido del corazón, este proceso continúa
en una forma muy iluminadora. La persona que está muriendo ve entonces pasar
toda su vida ante los ojos de su mente. Observa lo que experimentó y pensó
desde su infancia hasta este punto de su muerte física, pero desde una
perspectiva superior. El alma contempla la vida pasada con claridad
excepcional, comprende las relaciones del cómo y del porqué, ve la justicia de
todo lo que le ha ocurrido y en un destello ve las oportunidades de su futura
encarnación. Esta visión es de suma importancia para la asimilación de las
expansiones de consciencia obtenidas en esa vida que acaba.
Una segunda visión panorámica ocurre cuando los principios
medios se separan de los superiores. Justo antes de reencarnar se vuelve a
experimentar un vislumbre de las posibilidades que se abren ante él en esa
nueva encarnación.
Vida diaria
En nuestra vida diaria los procesos de muerte y reencarnación
son de mucha importancia. En cierta forma, el ritmo de vigilia y sueño es como
una pequeña muerte cada día: el sueño es como una muerte incompleta y la muerte
como un sueño completo. Pero además, estos procesos son idénticos. Esa es la
razón de por qué se nos aconseja evaluar conscientemente cada día: el ver hacia
atrás y reflexionar honestamente para nosotros mismos. ¿Qué estuvo bien, qué no
estuvo tan bien y qué podemos concluir? En la mañana podemos recapitular la
mini-visión de la noche anterior, de manera que podamos enfocarnos en el nuevo
día. Del mismo modo que podemos extraer nuestras conclusiones espirituales de
la pasada vida, también podemos extraer conclusiones de las experiencias que
tuvimos durante el día, si desarrollamos este hábito de revisar lo que pasó
antes de irnos a dormir. Algunas personas se preguntan cómo pueden prepararse
mejor para la hora de su muerte. Pues bien, evalúese el día antes de dormir.
Obsérvese, como lo haría un observador externo, sin ningún juicio emocional.
Pregúntese cómo puede hacerse mejor las cosas, cómo puede vivirse más
espiritualmente. Medite en el propio ideal de paz y compasión. Después de
despertar por la mañana, haga una especie de prevista del día e imagine cómo se
puede contribuir a la paz y la armonía en el mundo en una forma positiva. No
existe una mejor forma de prepararse para la muerte.
Discapacidad
A la luz de la reencarnación, las enfermedades crónicas y las
discapacidades congénitas no pueden considerarse sin karma. Estas enfermedades
y limitaciones no son castigos, ni son un capricho del destino; son momentos de
situaciones para el aprendizaje: ellos nos dan la oportunidad de desarrollar
más compasión.
Muchos estudiantes encuentran la fuerza para aceptar toda
clase de inconvenientes a la luz de la Teosofía: un hijo o nieto con una
limitación, la pareja con una seria enfermedad. Una vida nunca carece de
significado. La consciencia crece y la de alguien con una discapacidad quizás
crece más aún. Todos llegaremos eventualmente a convertirnos en Buda.
¡Paciencia! Después de que se lea el artículo sobre evolución progresiva,
llegará a ser más claro lo que queremos decir con paciencia.
Es positivo pensar que una limitación –y quién no tiene alguna
o algún pariente con una-se trata de una lección en la vida. Pero esto tampoco
concuerda en aquella idea de “vivimos solo una vida”. Solo podemos verlo de una
manera positiva desde la perspectiva de la reencarnación. De otra manera no
podemos ver el sentido de esto. O puede ser – y a veces a menudo –, que la
limitación tenga una connotación negativa como resultado de interpretaciones
religiosas degeneradas. “Se trata de un castigo de Dios, el castigo de Alá, o
es un mal karma, debió haber hecho algo malo en una vida pasada”. Esta es la
horrible idea de que “eso es por tu culpa”, idea que está en total
contradicción con el conocimiento teosófico sobre reencarnación y karma. No
existe ni buen ni mal karma: solo hay causa y efecto, y nuestras dificultades a
menudo prueban ser más valiosas para nuestro despertar espiritual que cuando
las cosas van muy suavemente. Un niño con una discapacidad congénita ha
determinado por sí mismo las capacidades específicas y limitaciones de sus
vehículos. No fue por un accidente que obtuvo esa discapacidad. No hay
coincidencias en esto. Su cuerpo y su alma se han moldeado de acuerdo con su
desarrollo y su carácter. Existe la Justicia. En esta vida él tendrá
posibilidades muy específicas para restaurar el desbalance en su constitución.
Él puede practicar su voluntad aun cuando el mundo a su alrededor apenas se
percate.
Ayudar de manera
impersonal
¿Cómo se puede ver la muerte de un niño pequeño desde la
perspectiva teosófica? Especialmente en esta clase de situaciones la Teosofía
tiene un gran valor. El nacimiento y el proceso de la muerte obtienen un
significado totalmente distinto cuando lo vemos a la luz de la reencarnación.
En especial cuando se trata de la muerte de niños y jóvenes. Entonces es obvio
que en un sentido material la encarnación no fue muy exitosa: el vehículo no
era suficientemente apropiado para permitir la expresión del Ego que reencarna.
De hecho los niños que mueren poco después de nacer pueden ser considerados
como un nacimiento fallido. Un niño así, difícilmente tiene activa su mente
pensante y aún no ha aprendido ninguna de las lecciones espirituales que
necesita procesar. Esa consciencia del niño que acaba de morir pronto encuentra
nuevas y apropiadas posibilidades para volver a encarnar; no se necesita un largo
período de descanso. Aplicando la Teosofía en la vida, nuestras percepciones y
visiones se incrementan y se pueden manejar mejor estos problemas.
Si se observa compasivamente a nuestro alrededor tanto a los
humanos como a todo lo que vive, la comprensión se amplía. Se ve la unidad en
todo; que la hermandad es un hecho en la naturaleza. Si se toma la
reencarnación como punto de partida en la vida, esto no solo ayuda a
desarrollar claridad y una visión más penetrante en tiempos difíciles, sino que
también capacita para ayudar realmente a otros, mientras que se ignora la
propia situación. Vivir la Teosofía es establecer un ejemplo que verdaderamente
puede ayudar a otras personas. No dejarse arrastrar por el sufrimiento
personal, sino mostrar a otros cómo lidiar de una manera impersonal con la
pérdida. ¿Cómo hacerlo? Este es un ejercicio en el Sendero: vivir para el
beneficio de la totalidad, servir al ideal de la fraternidad. El Sendero de
Compasión se describe de muchas formas en los escritos espirituales de las
grandes religiones y filosofías. Olvidarse de uno mismo, de modo que nuestra
Alma pueda crecer. Ignorar los anhelos de la personalidad inferior para
enfocarse en el crecimiento de las capacidades espirituales. Evaluar nuestros
días. Hacer el bien y no mirar atrás, no desear ni esperar resultados. Vivir la
compasión. La ayuda impersonal es una ayuda sostenible.
La vejez a la luz de la
reencarnación
Y entonces, cuando nos hemos esforzado en vivir una vida con
significado, súbitamente nos llega la vejez y a menudo somos menos capaces de
vivir activamente en el sentido físico. Con frecuencia también nos toma por
sorpresa la rapidez con la que la vida parece pasar.
¿Cómo experimentamos esa fase de nuestra vida? Eso depende en
gran medida de cómo hemos percibido el proceso en años anteriores. ¿Hemos visto
al hombre como un peregrino de la eternidad que en el último estadio de esta
vida específica puede ofrecer las habilidades que desarrolló en beneficio de la
sociedad? ¿O lo vimos como unidad individual cuyas baterías al final se
encuentran muy agotadas y que, siendo un anciano, no debe interferir más con la
sociedad? Si podemos decir “sí” a la primera pregunta entonces seremos personas
mayores bastante diferentes que otros que han dicho “sí” a la segunda pregunta.
Sí: somos los directores de nuestras propias vidas –tomando en
cuenta que las circunstancias kármicas que originamos en anteriores vidas
pueden cruzarse en nuestro camino.
Podemos aprender mucho en el hecho de envejecer a la luz de la
reencarnación. Como adultos jóvenes, podemos reconocer los ciclos de nuestra
vida: períodos específicos de aprendizaje, poner en práctica ideas, acumular
experiencia y aplicar nuestras habilidades desarrolladas. Además, si estamos
inspirados por una filosofía de vida, mediante una comprensión que crece junto
con las experiencias que tenemos, entonces podremos vivir conscientemente, ser
los directores conscientes de nuestra vida y prevenir así esos grandes
arrepentimientos que llegan más tarde por las oportunidades perdidas.
Así pues, cuando mantenemos ese ritmo de vida, seremos capaces
de inspirar a otros con nuestras experiencias. La receta para mantenernos
espiritualmente “despiertos” y vitales es mantenernos pensando acerca de la
vida, la sociedad y nuestro ideal.
Demencia
Pero llega el tiempo en el que el alma anhela el reposo,
anhela retirarse de la vida exterior. En este estado de la vida mucha gente
necesita ayuda. Los que trabajan al cuidado de estas personas, deben estar
atentos a las necesidades prácticas externas, pero también a los pensamientos
internos de los ancianos.
Muchos le temen a la demencia en esa edad. Pero si uno
mantiene la mente abierta durante su vida y piensa más en otros que en sí
mismo, la demencia no es una fase necesaria.
Sin embargo, pueden existir causas kármicas de vidas pasadas
que causan la pérdida de sus capacidades mentales. Es un buen consejo pensar
sobre el período final de esta encarnación antes de que el tiempo llegue. Se
puede prevenir que decisiones tomadas por otros lleven a circunstancias
inesperadas. Es aconsejable contemplar todo el proceso de demencia en la última
etapa de la vida y formarse una idea de la manera más sabia de manejar esto. En
esta forma uno puede preparar sus propias decisiones para esa fase final de su
vida.
Pero sobre todo, llegar a viejo debe estimularnos – a
cualquier edad que sea –, a mejorar activamente y a expandir nuestra visión de
la vida. Vivir a la luz de la reencarnación es vivir dándose cuenta de que,
juventud o vejez, son conceptos extremadamente relativos y sin importancia en
la perspectiva de la inmortalidad de la vida misma, esto es, la inmortalidad
del núcleo de nuestra consciencia. Ser capaz de vivir y trabajar por el
desarrollo espiritual de toda la humanidad, es un pensamiento de una belleza sin
fin si tomamos consciencia de que cada uno de nosotros es en esencia vida misma
y que la vida nunca llegará a un final.
En el siguiente artículo exploraremos cómo podemos visualizar
las consecuencias kármicas de vivir la Teosofía en la práctica del diario vivir.
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