Centro Holística Hayden

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3 de diciembre de 2013

Algo está sucediendo

por Prem Rawat.

La vida es sencilla. Esta existencia debería serlo. El verdadero amor es sencillo. Todo las cosas buenas que hay en ti, acerca de ti y a tu alrededor, son sencillas. La paz también lo es, pero si pregunto: “¿Qué es la paz para ti?”, cada persona dará una respuesta diferente. Si pregunto: “¿Qué es Dios?”, la respuesta estará basada en tu religión, en tu educación, en lo que te hayan contado tus padres, en lo que te han dicho tus amigos y otras personas.

Siempre has querido sentirte bien. Tu deseo de sentirte bien está ahí desde hace mucho tiempo. De hecho, se remonta a cuando eras un bebé. Querías sentirte bien, eso era todo. No tenías grandes planes. Cuando no te sentías bien, llorabas.

¿Quién te enseñó a llorar? Eso empezó desde tu primer día. Lo primero que hace la mayoría de la gente cua
ndo nace es llorar. Si no lo haces, el médico te sostiene por las piernas y te da unas palmaditas hasta que lloras. Y, lo más importante, ¿quién te enseñó a quedarte tranquilo cuando todo estaba bien? Cuando te sientes satisfecho, no necesitas hacer, decir ni expresar nada. Todo está bien. Así eres.

Esencialmente, ésa es la forma en la que sigues comportándote. Cuando todo va bien… estupendo. Cuando nada va bien: “¿Por qué has dejado esa puerta abierta? ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras? ¿Por qué me hablas?”. Hasta la mera existencia de otro ser humano al que quizá amas te puede irritar, simplemente porque todo no está bien. Cuando todo va bien, las cosas son muy sencillas, porque la vida es sencilla. Algunos dicen: “No puedes decir que mi vida sea sencilla. Tengo muchos problemas. Mi gato se ha ido, mi mujer me amenaza con dejarme, mis hijos siguen mandándome sus facturas...”.

La complicación que metemos en nuestras vidas –lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, el amor y el odio, la duda– es lo que las hace tan complicadas. Todos queremos sencillez. Nos llevamos bien con la alegría, y la sencillez tiene una manera muy especial de traer alegría. La cuestión es cómo la conseguimos. Hay una alegría que viene del exterior y otra que viene de nuestro interior. No estoy pasando por alto la que viene de fuera. Pero hay una alegría que procede del interior, y ésa sólo llega cuando hay sencillez en nuestra vida.

Es sencillo, porque desde el día en que tomamos nuestro primer aliento, esa energía reside en nosotros. Y durante todo este tiempo, aunque no lo sepamos, ha seguido estando ahí. ¿No es de lo más sencillo?

La vida quiere estar satisfecha, quiere ser feliz. Tú quieres ser feliz. Aquí pasa algo, ¿no? Puedes moverte, hablar, pensar, sonreír, llorar. Aquí está sucediendo algo, y un día dejará de suceder. ¿Qué es eso que está ocurriendo? ¿Son tus citas? ¿Tu trabajo? ¿Todas las cosas que haces? ¿Todo lo que te gusta y lo que no te gusta?

Hay algo que sigue sucediendo tanto en mis días buenos como en mis días malos. Todas las cosas que considero buenas o malas son irrelevantes ante el hecho de que hay algo más que está sucediendo. El ir y venir de este aliento es automático y, debido a esa cosa tan magnífica, estoy vivo. Todo lo complicado desaparecerá algún día. Y tú también. Parece ser que el desafío es encontrar lo sencillo, aferrarte a ello y no soltarlo mientras vivas.

¿Suena como un desafío encontrar eso y aferrarte a ello durante el resto de tu vida? Es posible. Tienes que honrar a la alegría que hay en ti. Tienes que honrar al amor. Tienes que honrar al mayor de todos los regalos, al más sutil y hermoso: este aliento. Reconoce su valor. Comprende eso que es lo más magnífico y, a la vez, lo más sencillo de todas las cosas que hay en tu vida.

¿Qué ocurre cuando honras a esta vida dentro de ti? La energía interior devuelve esos honores, y el homenaje que se te rinde se llama paz. La paz es tu recompensa. También se llama alegría, comprensión, claridad… Es así de sencillo

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