por
Prem Rawat.
Algunas personas piensan que si das de comer al hambriento, ¡ya está!, habrá paz. Otros piensan: “Eliminad la pobreza; que todos seamos ricos”. Eso traerá paz. Otros dicen: “No, no, no. Poned fin a las guerras”.
Algunas personas piensan que si das de comer al hambriento, ¡ya está!, habrá paz. Otros piensan: “Eliminad la pobreza; que todos seamos ricos”. Eso traerá paz. Otros dicen: “No, no, no. Poned fin a las guerras”.
Hay un cuento al respecto. Una vez, cuatro personas ciegas que caminaban por una carretera oyeron que se acercaba un elefante. En India se suele poner una campanilla a los elefantes para que la gente sepa que se acercan. Al cabo de un rato, oyeron decir al hombre que lo conducía: “¡Apártense! ¡Viene un elefante!”. Las cuatro personas se detuvieron y dijeron: “Por favor, somos ciegos y nunca hemos visto un elefante. ¿Le importaría si lo tocamos?”.
Y el hombre que lo guiaba dijo: “No hay problema. Pueden tocarlo”. Así que detuvo al elefante y uno de los ciegos le palpó la pata. Otro fue a la parte de atrás y le tocó la cola. Otro le tocó la trompa. Y el cuarto, la oreja. Naturalmente, el conductor sentía curiosidad por
conocer sus impresiones, porque cada uno había palpado sólo una parte del cuerpo: la pata, la cola, la trompa y la oreja. Así que les dijo: “Por favor, ¿os importaría decirme qué es un elefante, en vuestra opinión?”.
El que palpó la oreja dijo: “¡Muy fácil! Es como una hoja de plátano”. El que había tocado la pata protestó: “¡No, no! Se parece a un tronco de árbol”. El hombre que había tocado la trompa les rebatió: “¡Qué va! Es como una liana gruesa”. Y el último dijo: “Es sólo una cola, con una mata de pelo en su extremo, como las de las vacas”.
Esto, evidentemente, es sólo un cuento. Sin embargo, en lo que respecta a la paz, ocurre lo mismo. Todo el mundo ve su propia necesidad y la relaciona con la paz. Pero esas necesidades cambiarán. Y entonces, ¿qué pasará con la paz?
Así pues, voy a aclarar lo que quiero decir con “paz”. Empecemos por lo básico. Lo fundamental es que eres un ser humano. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste presentado como un ser humano?
Esto lo encuentro gracioso. Me pongo diferentes sombreros, y la gente que me presenta dice: “Éste es el comandante Rawat”, o “Éste es Prem Rawat, conferenciante sobre la paz”, etc. Pero, ¿quién me presenta como un ser humano? He asistido a muchos actos en los que nos presentamos unos a otros diciendo: “Soy Fulano, o Mengano”. De acuerdo, está bien. Pero, ¿quién es presentado como un ser humano?
Quizá una vaca no reconozca a un burro, pero indudablemente reconocerá a otra vaca. Es posible que un pez no reconozca a un cuervo, pero seguro que reconoce a otro pez. ¿Quién nos reconocerá a ti o a mí como seres humanos, excepto otro ser humano?
Para ver a un ser humano como un ser humano hace falta una visión muy especial. Hay que mirar con sencillez. Hay que tener esos ojos que ven quién eres, que reconocen tu dolor. No queremos que se reconozca nuestro dolor. “Sí, sí. Todos somos perfectos. No tenemos problemas. ¿Cómo íbamos a tenerlos?”. Perdona, pero los tenemos. Puede ser algo tan simple como que tu gato no te escucha, o tan complicado como que tu mujer te odia o como que tu negocio está a punto de quebrar. Eso es lo que ocurre en este mundo.
Por tanto, ¿quién necesita paz? El ser humano. Cuando nos quitamos todos los sombreros y nos quedamos tal como somos, ese ser humano necesita paz. Tú. Yo. La paz real, no la imaginaria. Cuando surge ese reconocimiento es cuando podemos empezar a comprender en serio lo que es la paz. Ése es el día en el que te relacionas con la paz no como algo para otro, sino para ti.
Cuando era pequeño, la gente solía decirme: “El mundo necesita paz”. Y yo les contestaba: “Eres tú quien la necesita”. Muchos se quedaban atónitos: “¿Cómo? ¿Que yo necesito paz?”. Sí. La paz no es sólo una necesidad social. Se trata de encontrar la raíz de lo que somos realmente. Si comprendes que la paz está dentro de ti y que la sed de paz también está en tu interior, habrás dado el paso más importante para que la paz sea una realidad en tu vida.
Venga lo que venga, ocurra lo que ocurra, la realidad es que tu deseo de paz seguirá ahí. La razón para que haya paz seguirá ahí. Y el medio para poder hacer realidad esa paz seguirá también ahí.
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