por Prem Rawat.
Lo más importante que puedo hacer es inducirte a reflexionar, a considerar lo que se te ha dado y a pensar en la posibilidad de tener paz en tu vida.
En algunos aspectos, te pareces mucho a mí. Como seres humanos, tenemos una necesidad. No es una necesidad creada por la sociedad o la religión. Se trata de una necesidad básica de sentirte pleno, en paz.
Es fácil decir la palabra “paz”. Pero, ¿qué es la paz? ¿Es simplemente oír un sonido de campanillas? ¿Que no haya tráfico? ¿Que no haya aviones ni trenes zumbando por ahí? Para algunos, eso es exactamente lo que significa la paz. Y es triste que la contaminación acústica se haya convertido en algo tan molesto que cuando no hay, a eso lo llamemos “paz”.
¿O acaso la paz es una sensación? Una sensación innegable que no nace del pensamiento. Todo lo que nos llega nace en el pensamiento.
Si recibimos buenas noticias: “Las cosas salen como a mí m
Aunque le toquen a otro, nos enfadamos: “¿Cómo te atreves?”. Si tu hijo o tu hija te dice que suspendió un examen, te enfadas. Así que, ¿consiste la paz simplemente en no enfadarte? Es triste pero cierto que algunos creen que si no te enfadas debe de ser que estás en paz. Bien, hay personas que están en un estado vegetativo y no se enfadan por nada.
Así pues, ¿qué es la paz? Algo que no nace del
pensamiento, sino que se siente. Algo que reside en el océano de las
respuestas, no en el de las preguntas. Hemos aprendido a cuestionarlo todo,
pero aún no hemos aprendido a aceptar la respuesta. Tu vida, tu ser. ¿Qué
significa estar aquí, estar vivo?
La gente lee libros. Yo no estoy en contra de los libros. Toda una pared de mi oficina está llena de libros. Pero, ¿qué es lo que busco en ellos?
¿Pueden darme realmente esa respuesta? ¿Acaso puede un libro satisfacer mi hambre? Hay libros muy bonitos con escenas de agua. ¿Podrían saciar mi sed?
No puedes limitarte a repetir: “No tengo hambre. No tengo hambre. No tengo hambre”. El otro día me levanté pronto, tomé un desayuno muy ligero y salí a hablar. Mi estómago empezó a gruñir. Yo pensaba:
“No tienes hambre, no tienes hambre…”, pero eso no lo calló. Puedes decir: “Es cuestión de voluntad”. Pero no sirve para lo fundamental, no para esas cosas que realmente importan.
Una vez mi padre fue a un lugar en el que había muchos hombres santos. Uno de ellos estaba de pie sobre una sola pierna rezando a Dios. Había un cartel que decía que había estado así durante muchas semanas y que no había pronunciado ni una sola palabra. Mi padre se dirigió directamente a él y dijo: “¡Oh Dios!, ¿por qué le diste una segunda pierna? No la utiliza. ¿Y por qué le has dado una boca, si tampoco la usa?”. El hombre se enfadó tanto que gritó: “¿Cómo te atreves a decir eso?”. Y la otra pierna bajó.
Así pues, ¿qué es la paz? No puedo decírtelo. He sentido paz y puedo sentirla todos los días, pero no te puedo decir qué se siente; del mismo modo que no puedo decirte a qué sabe el azúcar, tienes que probarlo tú también. Sólo entonces podrás comprender de qué hablo.
Esta vida es un regalo. Quiero comprenderla lo más claramente posible antes de perder la capacidad de hacerlo. Quiero saber lo que es este milagro. Un milagro requiere que unos ojos lo contemplen, alguien que de verdad entienda lo que es un milagro. El milagro más asombroso es el ir y venir de la respiración.
Viene de ningún lugar y se va a ningún lugar. De ese aliento viene el regalo de la vida. Y la vida hace posibles todos los demás milagros: puedes ser, puedes admirar, puedes estar agradecido por existir, puedes sentir y dar bondad.
Saber que todo está bien. Sólo pensamos en eso en los momentos malos. ¿Sabes que estás bien? Siempre lo estuviste y siempre lo estarás. Vivimos en un mundo lleno de miedo. Pero hay algo dentro de ti a lo que no deberías temer, y es la capacidad de disfrutar de esta vida, de apreciarla
La gente lee libros. Yo no estoy en contra de los libros. Toda una pared de mi oficina está llena de libros. Pero, ¿qué es lo que busco en ellos?
¿Pueden darme realmente esa respuesta? ¿Acaso puede un libro satisfacer mi hambre? Hay libros muy bonitos con escenas de agua. ¿Podrían saciar mi sed?
No puedes limitarte a repetir: “No tengo hambre. No tengo hambre. No tengo hambre”. El otro día me levanté pronto, tomé un desayuno muy ligero y salí a hablar. Mi estómago empezó a gruñir. Yo pensaba:
“No tienes hambre, no tienes hambre…”, pero eso no lo calló. Puedes decir: “Es cuestión de voluntad”. Pero no sirve para lo fundamental, no para esas cosas que realmente importan.
Una vez mi padre fue a un lugar en el que había muchos hombres santos. Uno de ellos estaba de pie sobre una sola pierna rezando a Dios. Había un cartel que decía que había estado así durante muchas semanas y que no había pronunciado ni una sola palabra. Mi padre se dirigió directamente a él y dijo: “¡Oh Dios!, ¿por qué le diste una segunda pierna? No la utiliza. ¿Y por qué le has dado una boca, si tampoco la usa?”. El hombre se enfadó tanto que gritó: “¿Cómo te atreves a decir eso?”. Y la otra pierna bajó.
Así pues, ¿qué es la paz? No puedo decírtelo. He sentido paz y puedo sentirla todos los días, pero no te puedo decir qué se siente; del mismo modo que no puedo decirte a qué sabe el azúcar, tienes que probarlo tú también. Sólo entonces podrás comprender de qué hablo.
Esta vida es un regalo. Quiero comprenderla lo más claramente posible antes de perder la capacidad de hacerlo. Quiero saber lo que es este milagro. Un milagro requiere que unos ojos lo contemplen, alguien que de verdad entienda lo que es un milagro. El milagro más asombroso es el ir y venir de la respiración.
Viene de ningún lugar y se va a ningún lugar. De ese aliento viene el regalo de la vida. Y la vida hace posibles todos los demás milagros: puedes ser, puedes admirar, puedes estar agradecido por existir, puedes sentir y dar bondad.
Saber que todo está bien. Sólo pensamos en eso en los momentos malos. ¿Sabes que estás bien? Siempre lo estuviste y siempre lo estarás. Vivimos en un mundo lleno de miedo. Pero hay algo dentro de ti a lo que no deberías temer, y es la capacidad de disfrutar de esta vida, de apreciarla
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