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23 de noviembre de 2019

El ciclo mundano de Saturno y Plutón



(Charla en CONSIDERAL)
Alejandro Lodi

Esta nota forma parte de una serie en la que se desarrolla una apreciación del presente contexto mundial y su correspondencia local, los movimientos específicos de la carta natal de Argentina en la actualidad y su incidencia en lo económico, social y político. El texto se basa en la transcripción realizada por Ana María Novas del encuentro celebrado en la “Escuela de Lenguajes Simbólicos CONSIDERAL”, el 19 de octubre de 2018, en Buenos Aires.


Atravesamos un contexto de vísperas: en 2020 Saturno y Plutón se encontrarán en el cielo.

La riqueza de la astrología no consiste en capturar imágenes fijas y definir características absolutas. La astrología no es una usina de definiciones rígidas acerca de cómo son las personas, sino que su tesoro es mostrarnos que cada cosa que ocurre está inscripta en un proceso. Los sucesos no están “sueltos” sino que vienen de algún lugar y se dirigen a otro. La mirada astrológica sugiere que somos proceso, antes que “algo ya hecho”. Esto solo ya representa una alteración de nuestro paradigma perceptivo habitual. Nos acostumbramos a creer que “ya estamos hechos y nos pasan cosas”, pero la astrología nos invita a percibir que somos lo que nos pasa, que somos la respuesta que damos a lo que nos pasa. Somos un florecimiento, una constante emergencia.
Esto podemos aplicarlo a la vida de personas o de comunidades. Un país, una sociedad, es una entidad colectiva, con su conciencia colectiva y su inconsciente colectivo. Y al investigar la historia de estas entidades compartidas cobra relieve aquella riqueza de la astrología: ver ciclos.

¿Qué significa que Saturno y Plutón se encuentren en el cielo?
Saturno es el planeta de la estructura. Organiza, da solidez. En el plano de lo colectivo tiene que ver con las instituciones, con los procesos de institucionalización, con lo que adquiere formato. Saturno da forma y estructura. En contacto con Plutón, Saturno va a estructurar y dar forma a aquello que Plutón signifique. Y Plutón es la pulsión vital, es la fuerza que anima a la vida y, por supuesto, a la muerte. Es la fuerza vital, tan creativa como destructiva. Es la fuerza de lo erótico, de la sexualidad. Simboliza la pulsión de poder. Y esa fuerza, esa pulsión, es amoral: está más allá de nuestros criterios y valoraciones del bien y del mal. Desde nuestro juicio moral habitual, Plutón aparece asociado al mal: lo oscuro, lo temido, lo doloroso… Es el dios de los infiernos. Pero, en verdad, se trata de la vitalidad, del magma que anima toda la vida desde el corazón de la Tierra. Y esa vitalidad es ambivalente. Es la fuerza generadora de la creación y, por eso, de la destrucción.  
Los ciclos históricos que se inician en sincronicidad con cada conjunción de Saturno y Plutón señalan tiempos en los que surge una nueva organización del poder mundial. El poder cobra una estructuración renovada, con nuevas condiciones y nuevos acuerdos colectivos. Nuevas formas institucionales que comienzan a gestarse y que reflejan el estado (y las posibilidades) de la circulación del poder en la humanidad. 
Comencemos observando un punto. Al hablar de “humanidad”, de un modo inconsciente, estamos acostumbrados a pensar en lo que ocurre en Europa y América. Pero, “los chinos también son humanos”… (risas). Mi percepción es que la nueva organización del poder mundial no va a poder desconocer lo que ocurre en China.

En la sociedad china ya existen millones de personas de alto poder adquisitivo que consumen a un ritmo que es el doble del mercado americano…

Y esto seguramente tendrá que ver con la nueva estructuración del poder mundial. La guerra comercial entre EEUU y China que se desató en 2018 quizás sea un anuncio de lo que viene… Pero, para no excitarnos con predicciones, recordemos que la astrología es ciclos. Esta conjunción de Saturno con Plutón ya ha ocurrido tres veces en el siglo XX, de modo que analicemos esos momentos y sus sucesos sincrónicos. Quizás con esa perspectiva histórica logremos mayor certidumbre en nuestras intuiciones acerca de lo que viene.
Estas son las fechas y posiciones zodiacales en las que se produjeron las últimas tres conjunciones Saturno-Plutón. También agregamos las oposiciones:

1914 en 2º de Cáncer (oposición en 1931).
1947 en 13º de Leo (oposición en 1965).
1982 en 27º de Libra (oposición en 2001).

Y la próxima será:
2020 en 22º de Capricornio.
A primera vista ¿parecen coincidir estas fechas con el inicio de bloques históricos respecto a la estructuración y organización del poder a nivel mundial..?

Claramente…
En 1914 se produce la Primera Guerra Mundial y tres años después la Revolución Rusa. Para historiadores como Eric Hobsbawn, el siglo XX comienza en 1914, en el sentido que esa guerra y esa revolución implican una ruptura del orden mundial y una alteración de la circulación del poder propia del siglo XIX. Ese nuevo orden mundial no se organizó de inmediato (ni siquiera con el fin de la guerra en 1918), sino que estaba en plena disputa -en el momento de la mitad del ciclo (oposición Saturno-Plutón) en 1931- entre tres ejes: las democracias occidentales con economía capitalista, el comunismo soviético con economía de Estado y fascismo europeo con economía corporativa. En la década del ’30, las democracias liberales y el capitalismo estaban en crisis, y luego del colapso de Wall Street en 1929 parecían representar un sistema en decadencia. Por el contrario, en la Unión Soviética, el liderazgo de Stalin había logrado afirmar el régimen comunista y se propagaba por el resto del mundo. Mientras que el fascismo se había consolidado en Italia con Mussollini y en Alemania llega al poder Hitler con la ideología nazi en su momento de máximo vigor. Si en esos años se consultaba acerca de qué sistema prevalecería en el mundo, pocos hubieran apostado por la democracia liberal y la sensación dominante hubiera sido que el nuevo orden mundial sería comunista o fascista.
Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial dirimió la cuestión. Hacia 1947, dos años después de su finalización, el poder mundial se organiza en dos grandes polos: la democracia liberal y el comunismo. Se da inicio a lo que llamó la era de la Guerra Fría. Se crean las Naciones Unidas, se funda el Estado de Israel. Y en China triunfa la revolución comunista bajo el liderazgo de Mao Tsé Tung. A pesar de coincidir en la ideología de sus revoluciones, la Unión Soviética y China no van a actuar necesariamente alineadas en su disputa de poder con Occidente. Con la perspectiva de hoy, podríamos decir que aquella bipolaridad mundial de la Guerra Fría contaba con una tercera posición no debidamente considerada: la china.
La oposición Saturno-Plutón del ciclo iniciado en 1947 se produce en 1965. La tensión bipolar llega a extremos de conflicto nuclear. El revés norteamericano en Vietnam y el éxito de diversas revoluciones socialistas en el mundo parecían el presagio de la caída del capitalismo y las democracias liberales. En China, Mao lanza la llamada “revolución cultural”, un plan de radicalización comunista en el manejo del Estado. 
En 1982, en el momento de una nueva conjunción Saturno-Plutón, se consolida en Irán un estado islámico, un sistema teocrático gobernado por líderes religiosos. En sincronicidad, desde finales de los ’70, los polos de poder constituidos después de la Segunda Guerra Mundial habían comenzado a enfrentar conflictos con el fundamentalismo religioso: EEUU con la revolución del Ayatollah Komeini y la URSS con los talibanes afganos. Al mismo tiempo, muere el presidente soviético Brezniev y comienza un proceso de reformas a cargo de Gorbachov. Su intento de glasnot (transparencia) y perestroika (reforma) será el inicio, no sólo de la caída del comunismo en Rusia, sino en toda Europa y en gran parte del mundo. Pero ¿qué pasaba en China? Ya muerto Mao, el partido comunista chino introduce una reforma crucial en la Constitución: se mantiene el sistema político comunista (de partido único) y se produce una apertura de la economía hacia formas afines al mercado con control estatal.


Estos giros generaron un clima de nueva organización del poder en el mundo. A principios de la década del ’90, con el colapso del comunismo, se hablaba de “el fin de la historia”. Se conforma la Unión Europea. La sensación era que el mundo bipolar se había disuelto y que uno de los polos había logrado la hegemonía mundial:  la democracia liberal y la economía de mercado.
Sin embargo, en 2001, con la oposición Saturno-Plutón del ciclo iniciado en 1982, se produce el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. El mundo islámico comienza a gravitar en el poder mundial, reafirmando el giro iniciado con la conjunción de 1982. Al mismo tiempo, Putin asume el liderazgo en Rusia, que abandona el alineamiento con Occidente que venía desarrollándose desde la caída de la URSS y comienza a confrontar con el poder de EEUU y la Comunidad Europea. Mientras que China consolida su desarrollo e inicia una década de crecimiento económico que terminará por instalarla como indiscutida potencia mundial.
Estamos en vísperas de un momento análogo a 1914, 1947 y 1982. A nivel global, se está organizando un nuevo modo de circulación del poder en el planeta. En sincronicidad, la sensación que tenemos es que todos los sistemas políticos del mundo están en crisis. La democracia exitosa en Occidente -más socialdemócrata o más conservadora liberal- durante los últimos 30 años, está ahora en crisis. Como de costumbre, las primeras reacciones a la crisis parecen regresivas: nacionalismos, populismos… Hablar en términos de “izquierda y derecha” suena anacrónico. Las viejas categorías no parecen apropiadas para dar cuenta de la peculiaridad y complejidad de lo nuevo. Es algo característico del inicio de los ciclos Saturno-Plutón (y de todo ciclo que comienza): la tendencia a interpretar lo nuevo con las categorías de lo viejo, la inercia a ubicar las potencialidades creativas del presente en las posiciones conocidas del pasado. Es muy natural y, antes que ideológico, psicológico: confirmando la descripción ideológica del mundo con la que estamos identificados, logramos permanecer fijos en la imagen psíquica personal a la que llamamos “yo” .



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